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Aquel debía ser un día perfecto.

Y lo fue.

Pero no debían ser perfectos los días siguientes para Flug. Quiero decir, un perfecto día cada cuatro años no hace daño, pero la mansión dejó el ambiente de tensión para que se cambiara a uno tan liviano y divertido.

Su jefe...

Su jefe...

Su jefe...

Ahora dudaba de que fuese él en verdad. Tal vez cambiaron a su jefe, pero sabía que era demasiado bueno para ser verdad.
Seguía con su tono tan afilado, pero palabras dulces llegó a escuchar: hacia sus inventos, hacia él. ¡Maldita sea! ¡Si no fuera porque seguía con su malvado negocio, no lo reconocería al más malvado villano de los tiempos enteros!

Y, hablando de negocios, nuestro científico loco se levantó temprano ese día para poder dejar listo el desayuno para los habitantes y de paso el almuerzo, pues ese día se ausentaría.
Debía ir a vigilar con sus propios ojos a una empresa que estaba en la red de villania. Mas precisamente, a su Campamento para Villanos de la organización.

Preparó huevos revueltos con tocino para el deaayuno, y para el almuerzo dejó una pasta con albóndigas.

Hizo su pequeño equipaje y se dispuso a salir de la mansión. Ya había tomado el pomo de la puerta cuando escuchó su voz justo detrás suyo:

-¿partirá ya, doctor?

Y un escalofrío recorrió su espalda al escuchar aquella voz.

-sí-í, jefe-ecito. -respondió, girandose para encarar al demonio.- preferiría ahorrar muchos inconvenientes partiendo lo antes posible. -razonó.- dejé hecha la comida, para que Demencia no hiciera algún desastre o trate de comerse al pobre de 505. -rió ante eso último.

-que calculador es usted. -comentó el de sombrero.- pues bien, no lo retraso más. -dijo, dándose media vuelta y comenzando a caminar al salón.- ¡buen viaje, doctor!

Y el de bolsa sonrió bajo esta y se retiró del sitio con su equipaje.

~●~

¿Cansado?

Esa palabra no es suficiente para describir a Flug en estos momentos.

¿Por qué?

Les enumero:

Casi pierde el tren; compartió asiento con un señor gordo y asqueroso y glotón durante las dos horas que duró el viaje en tren; casi se pierde en el bosque donde debería estar el campamento; fue recibido con una lluvia de flechas en llamas por parte de los futuros villanos; problemas técnicos; supervisores, consejeros locos; comida asquerosa; grandes cuentas de gastos y miles de travesuras por parte de los campistas.

Y así demostró que el campamento estaba muy bien. Pero lo demostró a un precio demasiado alto.

Ahora, iba sentado en su asiento del tren, junto a la ventana. Mientras ignoraba a una ansiana gritona y sorda, obsevaba el cielo tan claro que tenía sobre sí, brindando esperanza con su celeste tintura. Como le gustaría volver a volar por esas nubes de diversas formas que adornaban el cielo.

Fue un viaje de locos, ahora más que nunca, él deseaba estar en su hogar, con 505, con Demencia, con Black Hat...
Porque sí, ahora mismo necesitaba escuchar sus extrañas y suaves palabras que le subían su autoestima, la poca que lograba conservaba. Pero lo necesitaba.

Y sus ojos se abrieron de par en par al verlo entre las nubes, allí arriba, volando como el tanto quisiera. Flug sonrió ampliamente. Esa sería su única oportunidad para obtenerlo. Metió su mano dentro de su maleta y comenzó a buscar entre sus desordenadas cosas, aquel rayo que le daría un tamaño más compacto.

Pero nada.

No lo encontraba y aquello comenzaba a desaparecer de su vista. Y desapareció, y se golpeó mentalmente al olvidar aquel rayo que nunca dejaba consigo.
Suspiró con pesadez y se dejó caer en su asiento, rendido en su asiento. Lo había perdido, por distraído...

Siempre lo fue y recuerda que le costó mucho.

Su celular sonó y rápidamente logró tomarlo y atender la llamada entrante.

-¿diga?

   -¡Fluuug! -escuchó esa familiar y chillona voz que solo le pertenecía a una persona.

-¿qué sucede, Demencia? -preguntó fatigado.

   -solo quería saber si ya vendrás. ¡tengo mucha haaambre!

-Demencia, son las tres de la tarde, se supone que ya comiste hace dos horas.

   -sí, pero ya me dio hambre otras vez. -rió al otro lado de la línea.

-en la mansión está la nevera, tienes habilidades de mañosa, tienes tus propias piernas para ir a conseguirte algo y tienes la capacidad de saber qué quieres. -musitó, cansado, el doctor.

   -¿vas a venir pronto o no?

-sí sí, solo dame media hora y llego.

~●~

-¡maldición maldición maldición! -repetía mientras ingresaba al jardín delantero de la mansión.

No, no se tomó la media hora que prometió. Por su cansancio, se quedó dormido en su asiento y se pasó por alto su estación. No fue hasta dos estaciones después que reaccionó, y tuvo que tomar el camino de vuelta, corriendo.

Ahora eran las seis de la tarde, y no sabía si Demencia seguía con vida o si vio a 505 como el muffin que acompañaría su café de la tarde. También estaba la posibilidad de que Black ya se haya encargado de ellos.

Maldición, aun necesitaba escucharlo a él.

Ingresó de golpe a la mansión, arrojó sus pertenencias a cualquier sitio y se aproximó al salón, donde se encontró con sus menores, quienes se perseguían, o bueno, Demencia perseguía a 505 con la esperanza de atraparlo y comerlo. Tal vez asado, o empanizado, con una lechuga para acompañar el platillo.

Por fortuna, Flug llegó en el mejor momento y detuvo aquella persecución, y rápidamente se puso a cocinar una exquisita cena que consistió en más pasta con albondigas.

-¡delicioso, Flug! -aduló la joven con una sonrisa de oreja a oreja mientras se metía una gran porción de pasta en su cavidad bucal.

El oso hizo también sonidos que se asemejaban a un elogio hacia su chef.

-gracias chicos. -sonrió bajo su bolsa.- oigan, ¿y Bla-ack Hat?

-ah no sabemos. -respondió Demencia con simpleza.- salió antes del almuerzo, no sabemos qué se hizo mi amor. -suspiró eso último.

Y a Flug le dió cierto malestar esa acción.

-esperemos que vuelva pronto.

~●~

¿Cansado?

Era más que eso. Fatigado, adolorido, hay muchas cosas que describen el estado del doctor, quien ahora se dirigía a su habitación luego de haber acostado a 505 y haber anesteciado a Demencia, porque por las buenas, no iba a dormir en paz.

Y aun no habían rastros de Black Hat. Lo cual le traía preocupado.

Tomó el pomo de la puerta y lo giró y abrió la misma, permitiendole entrar. Todo estaba en completa oscuridad, a excepción de la luz que se filtraba del pasillo, y gracias a la misma luz, pudo ver un objeto en especial que resaltaba en su cómoda.
Se acercó lentamente y vio aquello mismo que divisó hacía unas horas en el tren: en un contenedor de vidrio, con sus letras impresas en dorado en la base.

-avión siete tres siete ochocientos. -murmuró con una sonrisa mientras admiraba el mismo avión que vio más temprano.

Y logró divisar una nota en su cómoda que hasta entonces pasó desapercibida, pero que ahora leía con una sonrisa y sonrojo en su tapado rostro.

"Grita cuando lo agita!"

Y no evitó sonreír al leer e identificar la caligrafía tan elegante que ya conocía.

Continuará

Quítate La MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora