| 08

22.1K 2.4K 1.2K
                                    

Demencia yacía acariciando la cabeza del animal.

Estaba sufriendo, y la chica lo sabía, y eso le dolía también. Ese oso, no merecía estar en ese estado, él era demasiado bueno para ello. Y todos en la mansión lo sabían.
Demencia se había quedado a cuidarlo, calmarlo, hidratarlo y mantenerlo fresco, mientras que sus mayores trabajan mucho más duro.

Y entonces, la puerta se abrió y pudo observar la cabeza de papel del doctor.

-¿cómo se encuentra? -preguntó Flug, acercándose a su cama.

-supongo que mejor. Ha dejado de vomitar, así que es un avance. -respondió la chica lagarto.- ¿y a ti cómo te ha ido?

-bien, ya examine la sangre -dijo mientras acariciaba las orejas de su creación.- es una infección múltiple, en su garganta y estómago. Si come, la comida le sabra mal por la garganta y por el estómago no lo digerirá y lo vomitará. Es algo complicado.

-¿Cómo adquirió esas infecciones?

-alguna comida en mal estado, supongo, pero no hay tiempo para descubrir las razones. Primero debo curarlo. -dijo, dándose la vuelta y comenzando a caminar a la salida.

-suerte, Flug. -animó la chica.

   "Aunque usted no la necesita, usted lo logrará."

Las palabras de su jefe en su bolsa resonaron, causandole un escalofrío y una sonrisa y un sonrojo y una taquicardia.

~●~

-¿y qué me importa si a usted no le gustó? ¡le dimos lo que ofrecíamos y usted lo acepto y compró! -gritó en el teléfono.- mire, pedazo de limón mal creado, si no le ha gustado, es su maldito problema así que no me venga a chillar queriendo un reembolso ¡porque no damos! ¡si lo compró es su problema! ¡no vuelva a llamar, sabandija ácida! -fueron sus últimas palabras antes de colgar la llamada.

Se masajeo la sien mientras con su otra mano rasguñaba su escritorio, tratando de calmarse, tratando de que no se le saliera el satanás en su interior. Miro la hora en su reloj del escritorio que mostraba las cinco de la tarde. Ese día sin sus subordinados había sido muy cansado.
Atender llamadas, responder a quejas, supervisar el envío, manejar el dinero... él no sabía que tan cansado era todo, y eso que solo hacía un 50% de todo a diario. Wow, estaba jodido ahora.

Se levantó de su escritorio con algo de pesar y de su despacho salió, rumbo a la cocina por algo de agua o vino o sea lo que sea que le calmara un poco.

Caminando por aquel pasillo tan solitario y tranquilo cuando escuchó gruñidos. Justo de la habitación del oso.
La curiosidad pudo con él y se dirgió a la susodicha habitación, y al hacerlo logró divisar al doctor de bolsa correteaba al oso por la habitación, y el oso de vez en cuando le tiraba garrazos o le gruñia.

-¿problemas, doctor? -se atrevió a preguntar mientras entraba a la habitación.

-a-ahora mismo-o, sí. -respondió un poco jadeante mientras giraba a ver a su jefe.- ya tengo la medicina que tomará 5.0.5. cada ocho y seis horas: suero, pastillas-

-¿pero...?

-primero debo inyetarle una sustancia que hace de analgésico. -dijo mientras alzaba su diestra que poseía una inyección con tal líquido.

Y la jeringa tenía un tamaño considerablemente grande ¡pero necesitaba una buena dosis si quería que diera resultados! Era de esperar que el oso se asustara más de lo normal.
Y el demonio suspiró, con algo de pesadez antes de acercarse y arrebatarle el instrumento médico de las manos.

-ve y calmalo primero. -sugirió/ordenó Black Hat.

Y Flug asintió y se acercó lentamente al oso que estaba en la esquina, a la defensiva, mas al ver que su creador iba sin armas, se calmó mucho más.
El doctor logró tocar su cabeza con el guante y acariciarlo, lo que provocó que el oso bajara las orejas, pero no era suficiente. El de bolsa apartó su guante y se sacó este mismo para dejar expuesta su pálida piel con algunas cicatrices en su mano, pero eran mínimas. Esa piel desnuda la volvió a posar sobre la cabeza del animal, acariciandola suavemente y este finalmente cerró los ojos con una sonrisa.

5.0.5. disfrutó el suave tacto de Flug, tacto que hasta ese momento solo él ha sido el afortunado de sentir la suave piel del doctor.

No pasó mucho tiempo antes de que 5.0.5. se quedara dormido en los brazos de Flug, quien se giró a ver a su jefe, quien yacía de pie a un metro de ellos.

-¿me pasa el analgésicos? -preguntó en un susurro el de bolsa.

-¿cuál? ¿este? -preguntó alzando la jeringa sin líquido alguno.

Y Flug se sorprendió por ello.

-ninguno de los dos se dio cuenta. -rió el de sombrero.- ahora, con su permiso doctor, tengo que trabajar. -dijo mientras se giraba y comenzaba a avanzar a la salida.

-¡espe-ere, jefesito! -le detuvo la voz de Flug, quien con dificultad, logró levantarse sin despertar a su creación.

El doctor se acerca al jefe.

-muchas gracias por su ayuda, e-en verdad, lo aprecio.

   ¿cuándo fue la última vez que escuchó esa palabra?

-no es para tanto, doctor. -se limitó a responder, viéndole de reojo.

   Nadie lo ha dicho de ese modo tan...

-es mucho para mí. -dijo, mientras tomaba la diestra de su jefe entre sus propias manos, con una cubierta y otra desnuda.- muchas gracias, Black Hat. -dijo con dulzura y una sonrisa bajo su bolsa.

   Gracias.
¿por qué lo dice así?

Y Flug se sorprende al sentir la zurda del jefe sobre sus manos, mas, esa zurda estaba desnuda. No tenía su guante negro.

Su oscura piel, fría y algo rasposa sobre la suave y calentita piel del doctor.

Ahora Black Hat también era de los afortunados en sentir su piel.

-cuando me necesites, allí estaré. -susurró con su ronca voz.

Y ahora... ¿qué?

Ahora el demonio se maldecía completamente por tan asquerosas y sentimentales palabras que escupió con su venenosa boca.

-¡Blacky! -se escuchó el grito de la joven resonar por la mansión.- ¡el teléfono no ha parado de sonar! ¡es de tu despacho!

-por un demonio. -murmuró el demonio, apartando sus manos de las de Flug.- si es ese pedazo de limón podrido ¡juro que mando a los HatBots a exprimirlo! -farfulló mientras salía de la habitación.

Y su acción logró hacer reír levemente al doctor, quien poseía su cara completamente roja bajo la bolsa.

-gracias, jefesito. -susurró dulcemente.

Continuará

Quítate La MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora