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Las semanas continuaron pasando sin ninguna confrontación entre Harry o Snape. Por lo que Harry podía decir, Snape no le había dicho a Dumbledore sobre su encuentro. Había recibido una carta de Lucius informándole que Snape lo había contactado para preguntarle sobre Harry. Lucius había contenido su lengua por la mayor parte, pero aparentemente le había advertido a Snape de no meterse con Harry Potter si sabía lo que era bueno para él y altamente le habai recomendado que tratara de arreglar su relación con él por el bien de la futura salud de Snape. Lucius también le había admitido a Snape que él y su familia habían encontrado a Harry durante el verano y descubrieron que Harry y Narcissa eran una especie de primos y Lucius había invitado a Harry que considerara a los Malfoy como su familia extendida. También había admitido que él y Harry aun estaban ocasionalmente en comunicación, pero que apreciaría si Severus no le pasaba esa información a Albus Dumbledore si podía evitarlo.

Ya que la palabra de un Malfoy era su honor al ofrecer un lazo familiar con Harry Potter, no sólo estaba ganándose la lealtad de Harry, sino que también le prometía la suya. Si llegaba a una decisión entre Severus y Harry, él elegiría a Harry porque para un sangrepura, la familia siempre era primera, incluso sobre los amigos. Era una excusa ideal a la que Lucius podría recurrir sin tener que usar su lealtad hacia el Señor Oscuro debido a sus acciones relativas a Harry Potter.

Pasaron los días, y cuando el fin de octubre se acerco, algunas cosas quedaron claras para Harry. La primera era que Hermione Granger era una celosa, molesta, engreída sabelotodo y se estaba cansando de su actitud. Ella odiaba ser superada. Al parecer ella había decidido que Harry era su rival académico, y que haría todo bajo su poder para superarlo en clases. Ella además tomaba el ridículo sistema de puntos con demasiada seriedad. Cada vez que Harry recibía puntos por algo, Hermione parecía volverse loca hasta que ganaba la misma cantidad, o más.

Al principio, él sólo la había ignorado. Después le divirtió ligeramente su tenacidad. Luego comenzó a molestarle. Ella estaba constantemente discutiendo con él sobre los temas más estúpidos. Ella confiaba demasiado en los libros de texto, pero la memoria de Harry era mucho mejor que la de ella y él no tenía reparos en citar palabras de otros magos si con eso conseguía que se callara. Él había leído muchísimos más libros que ella, y tenía una biblioteca mental mucho más grande a la cual recurrir.

Sin embargo, cada vez que citaba de un libro al que ella no tenía acceso, sólo parecía enfurecerla más, y la llevaba a una búsqueda frenética para encontrar el mismo texto, u otro que contrarrestara lo que Harry había dicho. La sala común de Ravenclaw tenía una biblioteca privada llena de textos donados por alumnos Ravenclaw, y gracias a ella, había más libros para usar como referencia, además de los de la biblioteca de la escuela y Harry encontraba eso muy irritante debido a Hermione Granger. Ella comenzaba esas alocadas partidas de investigación, desesperada de probar que él estaba equivocado, y su maldito texto elemental de escuela estaba correcto.

El problema era que a los niños de once años les enseñaban estupideces. Esa era una verdad de la vida. Los niños no estaban listos para verdaderamente comprender la inmensidad que era la teoría mágica pura. Era por eso que miles de estúpidos hechizos específicos existían. Cuanto menos en sintonía con la magia estaban, menos comprendían como sentirla y manipularla y más tenían que contar con hechizos específicos. Un hechizo que hacia una cosa especifica y tenía una encantación especifica. Ese hechizo había sido creado para hacer justo eso, y mientras supieras el hechizo y los movimientos exactos de la varita podías hacer como el libro de texto te decía y tendrías el efecto deseado. Tuvieras o no comprensión o control sobre tu magia. Esa era el tipo de basura que le enseñaban a los de primer año.

Claro que cuando avanzaban más, ya no necesitabas un hechizo específico para cada cosa que querías hacer. De hecho, hacerlo así era absolutamente estúpido ya que uno tendría que terminar memorizando miles de encantaciones y movimientos de varita.

RENACER. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora