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Harry solo había visto a su tía una vez, el difícilmente la recordaba porque había sido el día que había nacido y había pasado la mayor parte de ese día dormido. Ella había entrado a la habitación del hospital con su regordete infante en brazos. Ella había visitado brevemente, lo había mirado, frunció el ceño, le pasó a su madre un feo y barato oso de felpa y se había marchado.

Así que, Harry casi no tenía idea quien era la mujer que lo despertó con sus odiosos chillidos la mañana siguiente. Ella actualmente había cerrado la puerta con fuerza cuando había dejado de gritar y se pregunto en ese momento si seria mejor que se saliera de la canasta y vagara por ahí hasta que alguien lo recogiera y lo llevara con las autoridades. Terminaría en otro orfanato, pero al menos era familiar con eso. La hermana muggle de su mamá era otra cosa enteramente.

Pero ella volvió, y trajo a su marido con ella. El enorme hombre tenía los ojos bien abiertos, la cara roja, y un bigote que seriamente le recordada a Harry de una morsa. Sin mencionar las similitudes que compartía el hombre con el animal por su tamaño.

Rápidamente habían recogido la canasta y lo habían llevado adentro, murmurando algo sobre que los vecinos podrían verlo. Con rapidez ubicaron la canasta, con él aun dentro, en el piso y dieron uno pasos atrás como si temieran contagiarse de alguna extraña toxina. La mujer, que en este momento ya había reconocido como su tía, con cuidado tomo la carta que tenía a su lado y con prontitud la abrió. El hombre morsa comenzó a leer sobre su hombro y su roja cara se puso aun peor. Y luego ambos palidecieron considerablemente.

Harry nunca se entero de lo que estaba escrito en esa carta, pero lo que fuera aparentemente les dio a sus familiares la impresión de que no tenían más opción que recibir a Harry.

Harry era familiar con la sensación de ser temido y odiado. Obviamente, como un adulto, había ayudado a crear una milicia de revolucionarios que al gobierno le gustaba mostrar como monstruos malignos que esparcían muerte y destrucción. Él había sido temido y odiado por mucha gente. Incluso cuando era un niño, había estado acostumbrado. Los niños en el orfanato les habían temido a él y Tom. Varios de ellos odiaban al extraño par de niños simplemente porque eran diferentes. Pero esos niños, y las mujeres y las monjas del orfanato mayormente habían temido a Tom y Heri porque eran lo desconocido. Ellos eran diferentes. Sus poderes los asustaban por que las cuidadoras y los niños no los comprendían.

Los Dursley sabían que era Harry. Podía decirlo. No habían dicho nada al respecto – de hecho, la palabra 'magia' parecía ser tabú en su hogar – pero era bastante obvio que sabían del mundo mágico. Ellos sabían que Harry era un mago. Y lo odiaban mucho más por eso.

Él era una carga en su casa; una que no querían. Petunia tenía un niño del cual preocuparse, y no tenía deseos de encargarse de otro. Su hijo Dudley que había nacido un mes antes que Harry era un bebé inquieto y necesitado.

Harry tenía la seria sospecha de que si Dudley no estuviera aun usando pañales, ella no se habría molestado en comprarle a él. Así que, él se enseño a 'ir al baño' al mes de haber llegado al hogar de los Dursley por la necesidad. Petunia no encontraba cambiar pañales mojados en forma regular algo muy importante y Harry encontró que odiaba la dermatitis de pañal.

Pese a la conveniencia que su 'condición de ir al baño solo' le traía a Petunia, y el echo que era imposible encontrar otro niño de un año y medio que fuera al baño solo en Surrey, el que Harry lo hubiera echo no era nada mas que otra razón para confirmar su 'anti naturalidad' y una razón para ser depreciado, en vez de un acción para ser apreciada o felicitada.

Harry muy seguido era dejado solo, mientras no tomara nada y no hiciera desorden, era ignorado. Claro que al momento que el pequeño 'Dudders' era dejado libre en la sala, rápidamente vaciaba la canasta que contenía las revistas de tía Petunia y comenzaba a romperlas en mil pedazos, o agarraba el control remoto de la televisión y comenzaba a golpear la mesita de café con tanta fuerza hasta que soltaba la tapita y saltaban las baterías. En comparación, Harry era de naturaleza tranquila y contemplativa de y ojos observantes, siempre sentado tranquilo, a menudo mirando por la venta u observando a Petunia mientras atendía a su primo o hacia las labores de la casa. Se perdía en el fondo y raramente demandaba algo aparte de comida, así que era fácilmente pasado por alto.

RENACER. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora