Miré de un lado al otro y lo único que podía ver son las paredes blancas y desnudas de la habitación.
Mi alcoba estaba vacía a excepción de una caja y una maleta. Es lo único que mis padres habían dejado que vaya con nosotros en la camioneta. Eso y mi iPod. No podía vivir sin mi reproductor de música. Además el trayecto a México sería demasiado largo e iba a necesitar buena música para sobrevivir al suplicio al que mis padres me estaban obligando pasar.
Suspiré con pesadez al recordar como solía verse mi cuarto con sus paredes azul marino, los muebles, mis posters, algunas hojas pegadas sobre la cabecera de mi cama con mis bocetos. Apreté los parpados con fuerza antes de que los recuerdos comenzaran a brotar sin control.
Había pasado 20 años de mi vida en aquel lugar. Eso es demasiado tiempo en la vida de alguien, ¿no?
Mudarse era un dolor en el trasero. Empezando con tener que empaquetar todas tus cosas. Había dos momentos en los que te arrepentías de todo lo que habías comprado y acumulado en tu vida: cuando tu madre te pide que recojas tu habitación y cuando te tienes que mudar.
Acaricié el marco de la puerta antes de cruzarla, pegué mi frente y mientras me despedía en silencio de este lugar al cuál había llamado hogar.
— ¿Hunter? —Mi corazón dolió al escuchar la voz de Audrey—. Bebé, ya es hora. Tus padres terminaron de subir las cosas a la camioneta.
Alcé la mirada para encontrarme con mi sensual novia. Su cabello negro, como las alas de un cuervo, le acariciaba las mejillas y sus ojos grises, llenos de cierto aire de misterio que me había enamorado desde la primera vez que la vi, me miraban con un pequeño dejo de tristeza.
Me dolía dejar a Audrey aquí en Nueva York, pero ella desde hace meses que había aplicado para entrar en Columbia y la habían aceptado. Estaba orgulloso de ella y yo tenía pensado entrar a la Escuela de Artes Visuales, pero a mi padre le habían dado un ascenso en su trabajo. Nunca imaginé que dicho ascenso sería en Monterrey, México. A todo esto, ¿dónde rayos quedaba Monterrey?
Audrey enterró sus delgados dedos en mi cabello y pegué mi frente contra la suya mientras rosaba mi nariz contra la suya con demasiada suavidad. Ella tenía la nariz tan pequeña y afilada que temía rompérsela o algo parecido.
Con el pulgar acaricié su pómulo y la atraje hacia mí para besarla. Ella sin tardar entreabrió sus labios para darle paso a mi lengua en su boca. La besé y la saboreé a profundidad lo que me hizo soltar un gruñido y ella gimió con suavidad. Los recuerdos de la pasada noche que habíamos tenido en mi habitación me hicieron estremecer y repetirlo contra las blancas paredes.
— ¡Hunter, es hora!
Me obligué a apartarme de la boca de Audrey cuando mi madre gritó desde la planta baja. Sin darme cuenta ya había perdido mi playera. ¿Cómo rayos lo hacía tan rápido?
Tomé mi playera del suelo con mi respiración todavía agitada mientras ella se acomodaba el cabello. Definitivamente la iba a extrañar demasiado.
—No sé cómo voy a sobrevivir sin ti.
Audrey hizo un puchero, el cual yo no dudé en besar. Regresé a la habitación por mi caja y la maleta.
—Descuida, el primer día de las vacaciones de invierno voy a estar aquí.
—No entiendo por qué no puedes quedarte con tu hermana.
Bajé con cuidado las escaleras intentando maniobrar con todo lo que tenía entre mis manos.
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Enchanted
Teen Fiction"Un hilo rojo invisible conecta a todos aquellos que están destinados a conocerse. El hilo puede estirarse o enredarse, pero nunca romperse." Mía conocerá a Hunter e instantáneamente sentirán una conexión entre ellos. No importa qué o quién intente...