Capítulo 4

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1 MES DESPUÉS

Después de revisar la hora en mi reloj me fijé en la fecha de hoy y me pude dar cuenta de que hace un mes que habían iniciado las clases, pero eso no fue lo que más me importó o lo que me hizo sonreír.

Hoy, hace un mes, había conocido a Hunter y le llevé en un tour por la ciudad de Monterrey.

En todo este mes las cosas habían pasado algo rápido. Él y yo nos hicimos muy buenos amigos, a pesar de que convivíamos con el resto de nuestros compañeros, se podía decir que éramos mejores amigos.

Él era mi mejor amigo y era demasiado especial para mí, más especial de lo que cualquier otro amigo era para mí.

Salí de mi casa a la misma hora de siempre para ir a la Universidad caminando. Tenía ciertas ventajas y desventajas, pero da igual, para mí eran más las desventajas y las odiaba con todo mi ser cada una de ellas.

Saqué de mi bolso mis audífonos y refunfuñé al ver que se habían enredado como una extensión de foquitos navideños. ¿Cómo rayos pasaba esto? Los había dejado bien, pero no, el duende de los audífonos volvió a hacer de las suyas.

Un claxon me distrajo de mi divertida actividad, pero me hizo sonreír. Conocía a la perfección aquel sonido.

Alcé el rostro y miré que a mi lado izquierdo el auto de Hunter se había detenido. Él bajó la ventanilla y se asomó.

— ¿Va a alguna parte, señorita?

Una sonrisa coqueta se formó en sus labios y mi cuerpo entero se estremeció. Debería haberme acostumbrado a que él sonriera siempre así, pero la verdad es que no podía. Uno nunca podía acostumbrarse a aquellas cosas que eran hermosas, sería como acostumbrarse a ver un milagro todos los días. Imposible.

— ¿Tienes la costumbre de recoger chicas en la calle? —pregunté asomándome por la ventanilla del copiloto.

—La verdad es que no, pero tú eres la excepción de la regla. De todas ellas, en realidad—mis mejillas se ruborizaron e intente ignorar el aleteo que se avivó en mi estómago—. Anda, sube. Se nos hace tarde.

Subí al auto y cerré la puerta para después acomodar el bolso en mis piernas.

— ¿Sabes? Las personas normales solo dicen buenos días. Ya sabes, le dicen caballerosidad o MODALES.

—Buenos días, Mia. Creo que te levantaste más malhumorada de lo normal.

Hunter movió la palanca de cambios y el auto comenzó a avanzar.

—Ugh, estuve hasta las tres de la mañana con la maldita tarea de profesor López. Maldito viejo.

—El señor López es muy bueno.

—Claro, tú opinas eso porque eres su consentido.

— ¿Sabes, Mía? A veces me da la impresión de que no te gusta la carrera que escogiste.

—Será porque no la escogí.

Él frunció el ceño y me miró de reojo por un momento. Volvió a enfocar su mirada en la calle para dar vuelta en una esquina.

—Eso... no lo sabía.

Suspiré y me recosté en el asiento mientras abrazaba mi bolso. Hice una mueca al ver que el edificio de la universidad comenzaba a alzarse frente a nosotros.

—Sí, es una historia muy divertida—murmuré con sarcasmo—. Te la contaré más tarde.

Hunter estacionó su auto frente a mi casa por segunda vez en el día. Bajó del auto y lo rodeó para abrirme la puerta.

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