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"Siempre serás mi estrella
aunque decidas iluminar
otros cielos"

Comenzaron las clases, Mía fue asignada como tutora del curso de noveno grado.

Agradecía tener una clase tranquila y trabajadora como era la suya aunque, como siempre, solía haber algún graciosillo dando la nota.

Su clase tenía vistas al patio donde algunas veces hacían los alumnos educación física, lo único que pensaba ella era en ver a Adrien.

Llevaba solo unos días trabajando y ya despertaba pasiones, incluso unas de séptimo grado habían fundado un club de fans dedicado a él.

Mía ese día llegaba con prisas, el tráfico en Los Ángeles era terrorífico y con cualquier cosa se formaba un buen atasco.

Entró medio corriendo y sin querer se le cayeron varios exámenes, se estaba a punto de agachar cuando alguien la detuvo.

-Tranquila, ya lo recojo yo. Llevas vestido y se te podría ver algo.

En efecto, tal y como había dicho él tenía un vestido, era azul celeste, muy corto y de manga larga, hasta la cintura era ceñido al cuerpo, pero a partir de ahí, la parte de abajo era de vuelo, y llevaba combinándolo unos tacones negros.

Miró hacia arriba y vio que era Adrien, ella se puso colorada al instante.

-Gracias, me harías un gran favor- sonrió ella.

Adrien cogió los papeles y se los dio.

-Toma, ten cuidado con que no se te vuele nada. Por cierto, ¿eras...?

Ello le cayó como un balde de agua fría a Mía, ¿en serio no sabía quien era ella? No habían coincidido mucho pero el subdirector les presentó.

-Mía Davis, soy la profesora de historia y tutora de noveno grado. Nos presentó el subdirector el día de la despedida del profesor al que sustituyes.

-Oh sí, perdona, es que me cuesta esto de recordar- se rascó la nuca nervioso- siento no olvidar una cara tan bonita como la tuya, por cierto, tengo que irme, una clase me espera y creo que tú también tienes otra, chao.

Se quedó tan embobada que incluso se le olvidó que tenía una clase esperándola.

En décimo grado, estuvo explicando la independecia de su país frente a la soberanía de la metrópolis, Inglaterra, ya que era parte de su sinfín de colonias.

Dejó que sus alumnos trabajasen lo que acababa de explicar y, mientras ella, se puso a corregir actividades que recogía en otras clases. Escuchó un silbato y miró por la ventana para ver que sucedía.

Era Adrien, había mandado a sus alumnos a hacer una prueba física. Se fijó en lo guapo que iba, su pelo rubio estaba revuelto, ya no tenía puesta la sudadera azul que llevaba puesta cuando la ayudó antes, ahora tenía una camiseta negra de mangas cortas y la parte de abajo tenía el pantalón de chandal que le hacía un buen tipito.

-Señorita Mía, ¿puede venir?- una alumna levantó la mano para solicitar su ayuda.

-Claro.

Adiós a sus buenas vistas.

En la sala de profesores, a la hora del recreo, coincidió con Amy.

-He oído a un pajarillo que te has encontrado con el profe de gimnasia y que habéis estado hablando, ¿eh pillina?

Se atragantó con el café y comenzó a toser, ¿todo el mundo se había enterado y sabían con quien hablaba Adrien?

-Para tu información, está soltero, ¡como tú!

-Me ayudó a coger unos papeles que se me cayeron al suelo, me dijo que los recogía él por si acaso se me veía algo por el estilo. Nada más. Además se le olvidó mi nombre.

-Guapo, musculoso, atento, aunque viene un poco despistado pero eso es lo de menos.

-Me dijo también que una cara tan bonita como la mía no se olvidaba.

Amy pegó un chillido, los profesores que se encontraban ahí voltearon para verla. Ella se puso roja como un tomate.

-Perdón.

En ese momento, Adrien entró, todas las profesoras le miraron con deseo. Levantó pasiones desde el minuto en el que entró.

Al ver que se dirigía hacia ellas, Amy se apartó para que sentase con Mía, aunque no se lo admitiese, sabía que a ella le gustaba, era su mejor amiga y no la podía engañar.

-Hola, Mía- su acentó caló hondo en ella, le encantaba.

-Hola Adrien, ¿llegaste muy tarde a tu clase?

-Oh no, soy rápido y llegué justo a tiempo- sonrió él haciendo que ella se ruborice más todavía.

Mía sintió que todas las miradas de las mujeres que estaban puestas en ella, se sentía presionada.

-¿Sabes donde está la clase de séptimo? Tengo que anunciarles una cosa.

-Claro, tengo clase justo después.

-Genial, iremos juntos entonces- él se levantó y se marchó hacia su taquilla.

Amy se acercó a ella corriendo y se sentó en la silla de la derecha de su amiga, por si volvía Adrien a sentarse a su lado.

-No me lo puedo creer, está coladito por ti.

-Anda ya.

-Que sí, y sé que tú también por él- Mía iba a decir algo pero Amy la detuvo- no te atrevas a negarlo y a decirme que solo es tu compañero de trabajo, porque no me lo creo.

Mía no se paró a pensarlo pero quizás su amiga tuviera razón.

Querido profesor de gimnasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora