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Ella lo miraba a él
como un ciego miraría
al mundo por primera vez
Avenida 749

Mía no entendía nada, ¿por qué le decía eso a ella?

-¿Qué quieres decir?- preguntó nerviosa.

Él comenzó a acercarse con avidez a ella, cuando ya estaba bien cerca de su rostro, se detuvo ya que en ese momento llamaron al teléfono de él. Adrien lo cogió y se fue a la cocina a hablar.

Mía, en el sofá, bufó y maldijo al teléfono y a quien fuese que estuviese llamando.

Ella se acercó a la cocina para intentar escuchar algo y saber si él era un mujeriego o alguien que posiblemente correspondiese a sus sentimientos.

-Gracias por interrupirme [...]- le escuchó decir- sí, lo iba a hacer cuando tú me llamaste [...] ¿Tú crees? ¿Querrá? [...] Vale, vale, no seas tan exigente [...] Que sí de hoy no pasa [...] ¡No vas a ser tía! [...] Aún es pronto, pero creo que me gusta [...]

Esas últimas palabras dejaron heladas a Mía, ¿se refería a ella? Le escucho despedirse y se fue corriendo al sofá y cogió el móvil para disimular.

Un rato después, Adrien llegó con dos copas de vino, una en cada mano.

-He pensado que quizás querrías un poco.

Había acertado, Mía necesitaba alcohol para desmelenarse un poco y tener valor para preguntarle sobre la conversación sin parecer que había escuchado algo.

-Voy poco elegante para beber vino- rió ella.

-Bueno, eso puede solucionarse, te llevo a casa y te cambias de ropa.

Mía asintió y aceptó la propuesta, prefería cambiarse de ropa ya que estaba un poco sudorosa por haber hecho deporte.

Llegaron a su apartamento, vivía en un bloque de pisos, en la segunda planta y no se comparaba en absoluto con la grandiosa casa que tenía Adrien.

Él se quedó en el salón, esperándola, mientras que ella fue a su cuarto a cambiarse de ropa, optó por unos vaqueros que le quedaban muy ajustados, un body rojo con la espalda descubierta con unas Adidas Superstar blancas con las rayas rojas.

Se peinó y se maquilló un poco, al menos así estaría más presentable que antes.

Ella llegó al salón y vio que Adrien estaba mirando los controles de los alumnos.

-¿Tú también vas a hacer ahora exámenes?- se burló ella.

-En realidad no tengo pensado hacerlos, me ahorro tanto papeleo, ¿cómo no te agobias con tantas cosas?

-Más agobio tienen los estudiantes, creeme, yo nada más que corregir y enseñar.

Ambos sonrieron, Mía se dirigió a la cocina, quería descongelar su cena.

Llegó Adrien y cogió la comida para ponerla de nuevo en el congelador.

-¿Qué haces?- preguntó sorprendida.

-Vas a cenar en mi casa, ¿para qué descongelar algo? Vas a estropearlo.

-Primera noticia, gracias por consultarlo conmigo, eres muy amable.

-De nada.

Ella rodeó los ojos y se mordió el labio conteniéndose para no replicarle y se marchó al salón.

-Te agradecería si no volvieses a hacer eso.

Ella se giró para mirarle, ¿que decía?

-¿Quieres que no ande?

-No, que no te muerdas el labio.

-¿Alguna razón lógica?

-No que debas saber ahora.


Ambos se sentaron en el sofá, uno al lado del otro y preguntaron para conocerse más.

-¿Cuántos años tienes?- preguntó Mía tras beber un sorbo del vino.

-26, ¿y tú?

-24, que mayor, ¿quién los cumple antes?

-Agosto.

-Junio, gané- rió ella.

-¿Tienes hermanos?

-Sí, uno mayor y dos pequeñas.

-¿Cómo se llaman?

-Daniel, Serena y Megan. Daniel es dos años mayor que yo, o sea tiene tu edad, Serena es mi gemela, y yo soy la mayor, y bueno, Megan tiene 16 años. ¿Y tú?

-Dos hermanas pequeñas, Sienna es un año menor que yo y Elisabeth tiene 20 años.

Mía dio un último sorbo a la bebida y se dio cuenta que ya no había más, esta era la segunda.

-¿Más?- ofreció Adrien.

-¿Me estás emborrachando?

-No, en absoluto, es más, llevo más que tú incluso.

-Oh bien, échame más, ¿dónde estará la pizza? ¡Quiero comer ya!

-Tranquila fierecilla. Que calor hace.

-Bienvenido a Los Ángeles cariño, puedes enviar un Christmas en la piscina incluso.

Era más que evidente que el vino estaba haciendo más que efecto en Mía, ni de cerca se le habría ocurrido decirle cariño.

Él se quitó la camiseta, Mía se mordió el labio al ver semejante cuerpo escultural delante de ella.

-Te he dicho que no hagas eso.

-¿Y si lo vuelvo a hacer otra vez que?

Ella lo volvió a hacer seductoramente y él se abalanzó sobre ella y la besó.

Querido profesor de gimnasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora