El amor es la única cosa,
que se hace grande
al compartirla.
Massa Makan Diabaté
-¿Cómo dices?-Pues eso, me gustas. Y mucho, Mía.
Ella se quedó boquiabierta, incapaz de articular palabra alguna y asimilándolo poco a poco en su cabeza.
-Bueno, ¿no vas a decirme nada al respecto?- preguntó él acercándose despacio a ella.
-Yo... A mí también me gustas, Adrien, pero...
-¿Pero?
-¿Qué vamos a ser pareja o algo?
Él se rió a carcajadas en cuanto escuchó la respuesta, y Mía lo miraba con el ceño fruncido con un rostro en el que claramente se veía reflejado un enfado tremendo, ¿ahora él se estaba riendo de ella por solo preguntarle si iban a ser algo más o por el contrario seguirían como hasta ahora?
Esperaba no estar enamorándose de un engreído y egoísta, ese tipo de chico no le atraía ni le gustaba en absoluto.
-¿Qué? ¿De qué te ríes?
-Sí que me gustas, pero no quiero tener pareja ahora como ya te expliqué antes- le recordó Adrien
Y ahora era cuando a Mía le vinieron los recuerdos de la cena, cuando Adrien le dijo que solamente quería a chicas con las que pasárselo bien.
Se quería dar un manotazo en la cabeza por quedar como una tonta delante de él.
-¿Y eso es lo que quieres conmigo?
-Pues si, la verdad es que sí, si tu quieres claro está.
-Necesito pensarlo antes de nada.
-Está bien, vamos al sofá y nos volvemos a sentar ahí.
Ella asintió y ambos se sentaron en el sofá, Adrien le sirvió otra copa más de vino y Mía la aceptó, no sabía de que denominación ni sabor era, pero a ella le encantaba que las bebidas alcohólicas fuesen dulces y no de esas que te arden la boca y la garganta cuando las tomabas.
Estaban sentados ya, ella toqueteaba con su copa, bordeó la forma cilíndrica por donde se bebía con la yema de sus dedos mientras su mente viajaba fuera de aquel lugar para poner en orden sus pensamientos tras lo sucedido.
Por una parte, no quería que jugasen con ella, no iba a ser ni por asomo el segundo plato de alguien, ella tenía dignidad y no se arrastraría por alguien que se tira a cualquiera que ve.
Pero por otro lado, su mente le decía un ¿por qué no? Ella también tenía derecho a divertirse y hacer lo que quisiese con su vida, ya era mayorcita. Y, además, vería con más profundidad como era Adrien.
-Tierra llamando a Mía, aterrice de donde quiera que se encuentre, Adrien Derricks la está llamando desde hace un rato.
Mía se sobresaltó, estaba tan sumida en sus pensamientos que ni se dio cuenta de que él le estaba hablando.
-Perdón, ¿decías?
-Si querías más vino.
-No, no. Ya he bebido suficiente por hoy, gracias. Estaba muy rico, por cierto, ¿dónde lo has comprado?
-En verano he estado con unos amigos en España, ellos me regalaron un vino extremeño antes de volver a Australia.
Mía se concentró en los labios de él mientras hablaba, para ella supuso una enorme tentación no besarlos, se moría de ganas de hacerlo.
Su mirada se paseó por el cuerpo de él y se preguntó a sí misma como podía estar aguantando tanto, estaba demasiado bueno y era muy atractivo.
Pero había una cosa que ella valoraba más que a nada, su dignidad, no pensaba ser ni la segundona ni la muchacha con la que se desahogase en aquel momento y no querer saber algo sobre ella después.
Finalmente, después de que su cerebro procesara la información, halló una respuesta en su mente.
ESTÁS LEYENDO
Querido profesor de gimnasia
Romance¿Quién dijo que el amor entre profesores era imposible? Mía, profesora de historia en el Instituto Northland, conoce al nuevo profesor de educación física, Adrien, un chico deportivo y atleta que robará el corazón de ella en un instante.