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"Te mentiría si te dijera
que ya no te extraño más"
Avenida 749

-¿Nos vamos?

-Claro- respondió él.

Ambos se encaminaron hacia séptimo grado, para suerte de ella se encontraba en la otra punta.

-Y, ¿de dónde eres?- preguntó ella para romper el hielo.

-De Melbourne, en Australia.

-¿Y qué hace un australiano en Estados Unidos?- rió Mía.

-Bueno, me gusta la playa, la adoro, en Australia siempre intentaba ir a la playa cuando podía. Y bueno, me vine aquí a trabajar, a parte de por su playa. ¿Y tú? ¿Eres de aquí?

-Oh no, soy de Miami. Vine aquí el año pasado para trabajar ya que era mi sueño trabajar aquí.

-Entonces es lo mejor que nos ha podido pasar a ambos, venirnos aquí y trabajar en el mismo sitio.

-¿Porqué dices eso?

Él le guiñó un ojo y ella se quedó perpleja, ¿qué quería decir? Él abrió la puerta y la dejó pasar mientras la sostenía, como buen caballero que era.

-Buenos días chicos, sacad los libros por la Inglaterra de Isabel I, que nos toca hoy por dar. El profesor Adrien os tiene que decir una cosa.

Mientras Adrien explicaba un torneo que había de baloncesto, Mía miró a sus alumnos, de repente se acordó del club de fans de él que había en esa clase e intentó contener lo mejor que pudo la risa.

Empezó a toquetear el dobladillo de su vestido, subiéndoselo un poco, miró hacia Adrien y lo pilló mirándola, pero fue solo un segundo ya que al sentirse descubierto, miró hacia los alumnos y como no hubo preguntas, él se marchó tras despedirse de ella y darle las gracias.

-Bien chicos, empecemos, María Tudor muere, por lo que su media hermana, Isabel, sube al trono...

En el instituto, tras la visita de Adrien a la clase de Mía, se empezó a circular que Adrien estaba por Mía, puesto que los alumnos se contaron entre ellos, o pegaban el oído para cotillear, lo que había ocurrido en la clase de séptimo en historia.

Stephanie, la fundadora del club de fans de Adrien, se quedó flipada al ver la escena, ahora no le caía nada bien Mía.

La noticia también llegó a difuminarse, incluso decían que ya eran novios y que dentro de poco él le pediría matrimonio a Mía.

Esto también llegó a la sala de profesores y cada uno daba su opinión, unos decían que hacían buena pareja, otros que era más que evidentes que dos de los profesores más atractivos se enamorarán e incluso alguno que otra celosa decía que no durarían ni un mes.

Cuando Mía se enteró del rumor, gracias a Amy, que era muy cotilla y se enteraba de todo, esquivó muchas veces a Adrien, rehusaba a verle, le daba mucha vergüenza, además de que no sabía como se lo estaba tomando él.

El viernes por la tarde, tras corregir muchos trabajos, Mía salió a despejarse un rato. Se puso un top deportivo rojo con unos leggings de deporte negros y unas zapatillas blancas con rayas rojas a los lados.

Se hizo una coleta alta, dejando su flequillo recto suelto, le llegaba por la mitad de las cejas.

Al abrir la puerta de su casa, una ráfaga de aire frío la envolvió, presintiendo que después iba a tener frío, cogió una chaqueta negra con capucha y finalmente salió de casa.

Decidió ir a Venice Beach, había poca gente ese día, rara vez que pasaba eso, varios artistas callejeros entretenían a las personas con sus espectáculos de malabarismos, mimos y algún que otro cantante en busca de fama en el mundillo musical.

Decidió quitarse las zapatillas y calcetines y andar por la arena e incluso a andar por la orilla mientras el agua le llegaba y acariciaba sus pies.

Iba tan absorta que se dio con una tabla de surf que estaba clavada en la arena.

-Ay- se quejó ella.

Un chico rubio vestido de neopreno se giró al escuchar su gemido.

-Lo siento es mía- él miró a la chica y se asombró al verla- ¿Mía?

Ella se quedó helada, había estado días enteros evitándole y ahora aparecía de golpe en la playa.

-Oh, hola Adrien, lo siento me he dado con tu tabla porque estaba pensando en mis cosas, nos vemos el lunes en el instituto- dijo rápidamente mientras se marchaba,

-Espera- él cogió su muñeca e hizo que se girase- te pido perdón, estaba en medio, culpa mía, vamos, te invito a un café.

-No es necesario, si no ha sido nada, Adrien.

-Insisto.

Ella se quedó absorta con su mirada, sentía que su cuerpo le fallaba y que sus labios decían automáticamente lo que su corazón quería que dijese.

No quería verlo por miedo a su reacción tras los rumores, pero Mía no podía seguir resistiendo mucho más a él.

-Está bien, tú ganas.

-Genial, ¿te importa si cabalgo una última ola?

-En absoluto, hazlo.

-Gracias, sientate en mi toalla, así no te mancharas de arena.

Adrien cogió su tabla de surf y entró en el agua bajo la atenta mirada de Mía.

Querido profesor de gimnasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora