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Esa misma tarde, todos se fueron de la casa de Ben, excepto Heather. Entonces, Hanscom decidió contarle a su amiga que le había enviado una postal a Beverly Marsh, con un poema escrito en ella.

-Wow. Digo, que bien que has podido dar un paso. -comentó Heather.

Su tono de voz era amigable, pero las facciones de su cara parecían haberse tensado en una milésima de segundo. Sabía que no podía decirle lo que ella sentía al respecto, por eso sólo se limitó a sonreír sin mostrar sus dientes. Estaba sufriendo por dentro.

-Lo sé, no puedo creer que lo he hecho todavía. -suspiró Ben, con un aire de autosuficiencia y satisfacción.

Pero el pequeño regalo detallista de su amigo Ben, no era lo único que Beverly encontraría esa tarde en su casa. Y no era sólo ella quién sufriría acontecimientos extraños ese mismo día, Eddie y Bill también recibirían una visita que les helaría la sangre de un susto.

Esa misma noche, Heather había vuelto a su casa tarde. No porque estaba junto con Ben, sino que se quedó dando vueltas en su bicicleta por el pueblo, sin rumbo alguno. Quería despejar su mente de todos los pensamientos sobre lo que había sucedido ese día, tanto en la casa de Ben como antes de llegar a la cantera.

-¿Por qué llegas a esta hora? -preguntó su madre, en el mismo momento en el que ella atravesó la puerta.

Era raro, nunca se preocupaba por si llegaba temprano o tarde a su morada, e incluso cuando arribaba, no se inmutaba en preguntarle por su día. Seguro quería que haga alguna actividad por ella, o que recoja algún pedido para la tienda.

Heather no contestó, esperó a que la mujer hablara.

-Mañana quiero que ayudes a tu hermano por la mañana en la tienda. Necesita reponer prendas.

Allí estaba. Siempre que le hablaba, era por conveniencia propia, nunca por querer otorgarle cariño o atención alguna a ella.

Esa noche tomó un largo baño para destensar sus músculos y dejar a su mente descansar nuevamente para renovar sus energías.

Inconscientemente, sus pensamientos se dirigieron hacia Beverly Marsh como un metal al imán. Beverly era el imán. Pensó en lo mucho que le gustaban sus ojos, su cabello, su sonrisa. Con cada mínimo recuerdo de pequeños fragmentos de ella, una bola de sentimientos encontrados se iba agrandando en su pecho, le hacía cosquillas en su vientre y tensaba sus músculos como nunca antes había experimentado. Se había despertado dentro de ella una necesidad nunca antes vivenciada.

Se podía apreciar como desde su radio "Every Breath You Take" de The Police rebotaba en las paredes del baño y jugaba con sus oídos. Heather siempre que la escuchaba, decía que era la canción del acosador. Pero ahora podía entender a qué se refería con la letra.

Se imaginaba rozando levemente la mano de la pelirroja, lo que le causó escalofríos, pero de los buenos. Se imaginaba trazando líneas en su rostro con la yema del dedo índice. Pasaba de la frente, a la nariz y desde allí a sus labios rosados sonrientes por las cosquillas que le causaba su toque. Se acercaban levemente, y estaban a tan sólo centímetros de besarse.

-¿Ya has terminado? ¡Necesito ducharme!

Su hermano tocó la puerta tan fuerte, que le hizo pegar un salto mortificante. Se dio cuenta de que el agua estaba helada, y que probablemente pescaría un resfriado luego de eso. Y era verano.

Esa noche Heather durmió como una bebé, y a la mañana siguiente se levantó más lúcida que nunca, con sus cinco sentidos al servicio de cualquier estímulo.

Se encontraba colocando los precios a las prendas de ropa, y como de costumbre, echándole un ojo a las de color amarillo para futuros usos personales o regalos a sus amigos. No podía evitar pensar lo bien que se verían todas esas prendas en Beverly, sean de hombre o mujer, estaba segura que ella sabría como llevarlas. Pensó en robar una remera para regalársela luego.

-¡Miren a quién tenemos aquí, la nueva integrante del club de los perdedores! -escuchó decir detrás de ella.

Greta Bowie, siempre tan amigable para con ella. Y su séquito la acompañaba como babosas desagradables.

-Al menos no necesito llamar la atención de un chico gritando en todos lados. Mi hermano no necesita saber el color de tu ropa interio-rodó los ojos disgustada.

Una vez había escuchado a Greta casi gritar que llevaba ropa interior color azul adrede. August reaccionó riendo por lo bajo y mirando divertido a su hermana que también estaba escondiendo sus carcajadas.

Las mejillas de Greta se coloreaban de un rosado intenso, aunque no sabría distinguir si se trataba de enojo o de vergüenza. Quizás se trataba de ambas situciones.

-Quizás a tu hermano no le interese, pero veo que tú sí le has prestado atención. Eres asquerosa, Weasley -se defendió con tono acusador, rebajando con su mirada a Heather.

-Lamento informar que no eres mi tipo, Bowie. Siento decepcionarte de esta manera. Si tan solo fueras como Be...

Por suerte supo controlar su habla y detenerse antes de cometer un terrible error. Solía cagar las cosas cuando se dejaba llevar por sus impulsos. Esta vez estuvo a punto de hacerlo.

-¡Heather! ¡Ven! -la llamó su hermano desde el mostrador del local.

Agradeció internamente que la haya salvado de su error. Así que avanzó con un paso acelerado, casi corriendo. Ni siquiera se giró a echarle un ojo a Bowie.

-¿Qué ocurre? -preguntó al llegar a destino.

-Una amiga te acaba de llamar, dice que necesita ayuda -alzó los hombros. -No lo sé, aquí esta la dirección.

Le acercó el papel a través del mostrador de la caja. Estaba segura de que Beverly era la que llamaba. No tenía otros vinculos con amistades femeninas.

Pidió el permiso de su hermano para retirarse lo más antes posible de allí. Él sólo dijo que la cubriría.

Heather sostuvo con fuerza el manubrio de su bicicleta y pedaleó lo más rápido que su energía vital le permitían. Y todo sólo para socorrer a la pelirroja que ocupaba su mente la mayoría del tiempo, y más ahora que tenía tiempo libre para pensar situaciones en las que ambas estaban involucradas.

yellow hearts ❥ beverly marshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora