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Días habían pasado en los que el grupo de amigos apenas mantenían contacto. Excepto Heather, quien seguían viéndose con la mayoría de ellos, menos con Bill y Beverly.

Heather comenzaba a pensar que probablemente Beverly la había olvidado, y aunque ella prometió ya dejar atrás su lazo con la pelirroja, le era imposible no desear cruzarla y admirarla desde lejos.

Ben hablaba de vez en cuando con ella para contarle sobre algunos libros que estaba leyendo en su tiempo libre, es decir, cuando no estaba comiendo o durmiendo, pero las respuestas de la chica eran simples y acotadas, sin ganas de hablarle.

Respecto a Eddie, su madre no lo dejaba sacar ni un dedo fuera de casa. Pero sus escapes eran sólo "ir a comprar sus medicamentos diarios y la comida", que en realidad era una excusa para poder encontrarse con alguno de sus amigos. Kaspbrak se comunicaba con Heather mediante las ventanas enfrentadas de sus cuartos. A veces se quedaban en silencio, mirando un punto fijo e imaginando qué habría pasado si no hubieran ido a la casa maldita, y otras se limitaban a susurrarse chismes o pasarse mensajes de sus amigos, usualmente la chica era la mensajera. Heather pensó varias veces en preguntarle si podía firmar el yeso en su brazo, pero luego reflexionó y supo que sería una mala idea, ya que la señora Kaspbrak lo vería y sabría que han estado en contacto y luego probablemente la mataría a sangre fría por tocar a su niño mimado.

La relación de Heather con Mike era simple, sólo cruzaban palabras si se lo topaba por la calle, y pudo presenciar la dureza de sus palabras al momento en que lo escuchaba. Era consciente de que la causa de ello era el payaso que los acechaba cada vez que podía.

Stanley y Richie se seguían juntando normalmente, y con ellos siempre, o la mayoría de las veces, se encontraba Heather. Era notable la estrecha relación que ésta tenía con los chicos, principalmente con el judío. Se los veía de la mano, y a veces abrazados. Sin embargo, había algo Heather aún no se atrevía a hacer. Cuando estaban a punto de besarse, ella inconscientemente desviaba el trayecto hacía su mejilla o la comisura de sus labios.

Richie sabía el por qué, había interrogado intensamente a su amiga un aburrido domingo por la tarde, y Heather no pudo guardar su secreto. Richie prometió no decir una palabra, por ahora, aunque a veces hacía algún chiste que Uris no era capaz de entender, pero de igual manera se ría para no sentirse aislado.

Unos días antes de que agosto comenzara, Heather tuvo el descontento, o la suerte, de encontrarse a Beverly en el mismo callejón en el que hablaron por primera vez. La vez que Ben había sido marcado por Henry Bowers.

Era un día soleado, pero nadie concurría por las calles a esa hora de la tarde ya que probablemente estaban durmiendo o trabajando. La pelirroja tenía su espalda apoyada contra la pared, con la cara escondida en sus rodillas, aparentemente llorando.

Heather paró al verla, pero no se acercó. No la había visto desde ese día, y se conformaba con admirarla desde lejos, como un niño deseaba los juguetes en un vidriera de juguetería.

 No la había visto desde ese día, y se conformaba con admirarla desde lejos, como un niño deseaba los juguetes en un vidriera de juguetería

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-Sé que estás ahí, Weasley -habló Beverly con dificultad, ahogando las palabras en su llanto.

La castaña no dijo nada, sólo se acercó a paso lento. Sacó la mochila de su espalda y se sentó a su lado, pero tomando una distancia notable. No quería incomodarse estando cerca, aunque le gustaría hacerlo.

Beverly levantó su mirada, un poco sorprendida de que Heather haya decidido acompañarla y no irse a otro lugar.

-Pensé que te irías... Pensé que me odiabas... -murmuró.

Heather la miró a los ojos. Estos estaban inyectados en sangre, rojos e hinchados, pero así resaltaba aún más su color. Y no tendría que haberlo hecho, no tendría que haberla mirado, porque sabía que acababa de romper su auto-promesa, y su corazón comenzaba a latir fuertemente.

Volvería a caer por esos ojos que se asemejan al océano, y esas leves ondas en su cabello que acarician levemente las mejillas salpicadas en pecas de la colorada.

-No... -fue lo único que mencionó Heather.

Beverly parecía tener una batalla interna, hasta que tomó iniciativa y se acercó más a su lado, rozando intencionalmente sus meñiques y rodillas

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Beverly parecía tener una batalla interna, hasta que tomó iniciativa y se acercó más a su lado, rozando intencionalmente sus meñiques y rodillas. Lo que Heather no esperó, es que Beverly se abalanzara sobre ella.

Ahora su cuello era testigo de las lágrimas de Marsh, al igual que su camiseta blanca recién lavada. Al parecer también tenía la mala costumbre de utilizar a Heather como asiento, ya que se había sentado en su regazo sin antes pedir permiso o avisar que lo haría.

Weasley reaccionó al instante, colocando una de sus manos en la cintura de Beverly haciendo círculos con su pulgar en esta, y otra se encargaba de acariciar suavemente su cabello con cariño. A su vez, pensaba en muchas cosas, posibles realidades en las que pudiera estar con la pelirroja sin necesidad de esconderse de los demás.

-Lo siento -comenzó a excusarse la pelirroja entre lágrimas.- Nunca quise...

-Escapemos, Beverly -susurró en su oído de repente, con la vista en la pared, mirando a la mismísima nada-. Huyamos de este infierno juntas. Y si no lo logramos, estoy dispuesta a morir en el intento.

En ese momento el escape parecía una buen idea para Heather, al menos en su inocente conciencia lo era. Y al parecer Beverly también seguía sus ideales suicidas y pasionales.

Heather tomó la tierna cara de Beverly entre sus manos, obligándola a que sus miradas se conecten. Sus rostros estaban a no mucho más de cinco centímetros de distancia, y ambas podían sentir su agitado respirar.

-Yo... -trató de pronunciar la pelirroja, con un nudo en la garganta-. Sí...

En ese momento la mente de Beverly volaba como un avión de papel. Era su oportunidad de escapar de su padre, y de lo que la tenía atada a sus amigos de por vida. Tenía miedo, ambas podían sentir como el sentimiento de terror carcomía sus nervios, pero a la vez una sensación de adrenalina recorría su cuerpo.

Heather cortó todo posible espacio entre sus labios luego de la afirmación de su pelirroja. Ese beso fue incluso mucho más especial que el anterior, no sabían qué era. ¿Beverly y su gusto a menta? ¿Heather y su gusto a chocolate?

Indudablemente la castaña necesitaba sentir su amor una vez más, porque a pesar de que sabía que Beverly no le correspondía su cariño completamente, ella deseaba pensar que lo hacía. Tanto era su necesidad que dejó derramar algunas lágrimas, estas mismas fueron borradas por los pulgares de la pelirroja al separarse.

-Pasaremos por mi casa a buscar mi mochila, y luego nos iremos de aquí -murmuró Beverly, acariciándole la mejilla derecha con dulzura.

Tenían en cuenta que sólo eran niñas, pero uno al conservar su inocencia cree que el amor es todo lo que se necesita para enfrentar los problemas. El amor ayuda a esquivar obstáculos, pero en algún momento nos volveremos a encontrar con el mismo problema, y el amor no será suficiente para, esta vez, derrotarlo.

yellow hearts ❥ beverly marshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora