Capítulo 18

6 0 0
                                    

Erick tuvo que ir a ayudar a su abuelo y yo a mi madre. Me fijé que al otro lado de mi casa, a unos cuantos metros, había un grupo de personas reunidas. Cuando llegué a casa se lo dije a mi madre. Me dijo que querían construir una casa, teníamos nuevos vecinos.

Por lo menos ya teniamos con quién contar, estabamos muy solos aquí, aunque bueno, yo ya tenia a Erick. No puedo evitar en acordarme de nuestro beso, fue dulce y lleno de amor.

La puerta de mi hermano se abrió lentamente mientras subía por las escaleras, me estropeó la imagen de mi recuerdo.

- Robert, ¿qué haces?

<<Shelley no me deja salir de aquí>>. Escuché su voz dentro de la habitación.

- No me intentes asustar, ¿con quién hablas?

Pegué un salto cuando alguien me llamó por detrás. Me puse las manos en mi pecho mientras me daba la vuelta.

- ¿Me has llamado?. - dice mi hermano.

Mis ojos se quedaron mirando a mi hermano con asombro. No podía ser, le estaba escuchando decir...
Miré de nuevo la puerta, estaba cerrada.

Volví a mirar a Robert, pero detrás de él habían dos gemelas cogidas de la mano, de pelo negro, con mirada perdida y ojos blancos. Su piel era entre gris y azul, con un vestido blanco.

Cogí a mi hermano de la mano y del susto le lleve a su habitación para ver si alguien más había. Las gemelas ya no estaban en el pasillo ni tampoco había alguien en su habitación.

- Luego soy yo el que quiere asustarte, pero no funciona. -dice mi hermano.

Si supiera que es real. Si supiera lo que es ver a un muerto, tendría el mismo pánico que yo. No tendría miedo si Erick estuviera aquí.

Al bajar por las escaleras, vi a una mujer hablando con mi madre.

- Mira ésta es mi hija, Shelley. Cariño, ésta será nuestra nueva vecina, Hayden. -dice mi madre

- Un placer conocerte.

- Es también de raices inglesas como nosotros.

- Encantada. -dije aun con el susto.

Mi madre presentó a mi hermano. Notaba que algo le faltaba a esa mujer, tenía una mirada melancólica, y cuando nos vió a mi hermano y a mi sus ojos se pusieron llorosos. Su pelo era negro, bien recogido, con unos ojos azules como el océano. Se le notaba a simple vista que era una mujer llena de inocencia.

ShelleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora