Suspiré recordando la última cosa que debía hacer en mi lista: arreglarme con Sofia. No iba a ser algo fácil.
—¿Qué pasa? —preguntó Joaquín acariciándome el pelo.
—Hoy a la mañana hablé con Khea, me dijo que está confundido, pero que sigue enamorado de Sofia —respondí frustrada.
—¿Confundido en qué sentido? —preguntó molesto.
—No sé amor, con sus sentimientos, no sé —dije desconcertada.
—Lo voy a matar... —susurró enojado.
Me reí disimuladamente y le acaricié el brazo para calmar su enojo. Él me miró cansado y lo abracé.
—¿No querés venir a mi departamento unos días? Te va a hacer bien irte de este ambiente —dijo tranquilo, acariciando mi espalda.
Me separé de él y lo miré feliz.
—¿Posta me decís? —asintió—. ¡Obvio amor!
Me tiré sobre él y le di un beso en los labios, Joaquín sonrió. Me volvía loca.
—Te amo —susurró dándome un último beso.
Nos levantamos de la cama y nos vestimos maso menos decentes. Preparé un bolso donde metí lo necesario para vivir unos días con Joaquín. Las cosas habían dado un giro impactante.
—¿Qué pasa? —me preguntó sonriendo.
Me había quedado tildada mirando todos los movimientos de Joaquin, dejando escapar una sonrisa de felicidad por tenerlo conmigo.
—Es que me haces muy feliz —confesé acercándome a él.
Tiró de mi brazo y me acercó a su cuerpo para abrazarme.
—Y vos me haces muy feliz a mi, Zoe —respondió dejando un beso en mi cabeza—. Sos lo más lindo que me pasó.
Me reí en su pecho de lo cursi que se ponía en estas situaciones y él me siguió las risas.
—Cuando nos reímos juntos me haces pensar que nunca más voy a estar triste —dije separándome de él, para mirarlo a los ojos.
Joaquín me dedicó una sonrisa y dejó un corto beso en los labios. Extendió su mano la cual tomé gustosa, y abandonamos mi departamento. Tenía razón, tal vez me iba a hacer mejor alejarme de todo unos días.
Todo lo feo que había pasado antes se había esfumado, ahora en mi vida todo parecía volver a cambiar, solo entraba la felicidad en mi cuerpo. Es increíble todo lo que puede provocar una sola persona.