—¿Zoe? ¿Qué te pasó? —habló Dam, alterado al verme llorando en la puerta de su casa.
Entré cuando él se hizo a un lado y me senté en el sillón. Intentaba contener mis lágrimas pero se me hacía imposible en cada sollozo. No experimentaba un corazón roto desde que había vuelto de mi viaje.
Damián me observaba en silencio, esperando a que me calme. Sabía que yo no funciono con presión, y si me apuraba solo iba a conseguir más llantos.
Me tiré sobre él y lo abracé, desesperada por un poco de contención.
—Me hace mierda verte así, Zoe —susurró Dam, mientras acariciaba mi pelo.
—No puedo más —susurré en su pecho.
Mi amigo me abrazó más fuerte y las lágrimas salieron con más intensidad. Dam iba a decir algo, pero el timbre nos interrumpió. Nos separamos y fue a abrir la puerta un poco confundido, era tarde y la gente no venía a su casa a estas horas.
Joaquín entró al living con cara triste y lágrimas en los ojos, me levanté del sillón sorprendida.
—Tienen que hablar, Zoe. Yo voy a estar arriba —dijo Dam, y luego se fue.
Me acerqué a Joaquín y lo abracé impulsivamente, sin importarme cuan peleados estábamos. Él me correspondió rápidamente y empezamos a llorar los dos.
—¿Qué haces acá? —pregunté riéndome nerviosa.
Nos separamos un poco y Joaquín me miró.
—No iba a esperar dos o tres días para hablarte, Zoe no me banco tenerte lejos —confesó, limpiando con su pulgar las lágrimas que corrían por mis mejillas.
—No te quiero perder más.
—Y no me vas a perder más mi amor, nunca me perdiste —susurró mirándome a los ojos—. Me duele que pienses que estoy con otra, cuando no puedo parar de pensar en vos ni un puto segundo. Mira, se me tiraron millones de minas, ya perdí la cuenta de a cuántas reboté, vos sos la única que me interesa —suspiró y sonreí inconscientemente—. Te amo, Zoe, te amo y te juro que te quiero hacer feliz...
No lo dejé terminar y lo besé. Lo necesitaba, y también quería que se calle.
—Te amo, Joaquín y nada va a cambiar eso. Hace un año me enamoré de vos y es de lo único que no me arrepiento en la vida de mierda que tuve —contesté agarrándolo de la cara.
—Te juro que si en esta vida no podemos estar juntos, te voy a buscar en todas las otras vidas porque me enamoré de vos. No quiero conocer a nadie nunca más, no me dejes nunca.
—Nunca —afirmé sin aguantar el llanto.
Esa noche entendí que la vida podía ser injusta a veces, pero que todo siempre pasaba por algo. Los golpes, las caídas, las noches de llanto y todas las veces que Joaquín me rompió el corazón valieron la pena. Intenté olvidarlo pero él siempre buscaba la forma de volver y hacerme temblar como la primera vez. Y capaz en eso consiste el amor, en aguantar las tormentas y esperar pacientemente el arcoíris para por fin, disfrutarlo juntos.