6 años después
Agarré a Isabella a upa y bajé las escaleras, eran 7:10 y todavía no había desayunado, desastroso primer día.
—Dale amor, desayuna rápido así nos vamos —me dije dándole un beso en la frente.
Subí nuevamente a mi habitación casi corriendo a despertar a mi novio, hoy nuestra hija empezaba primaria.
—¡Joaquín levantate ya! —grité abriendo las cortinas.
—Amor, son las siete de la mañana —respondió con una voz ronca que me derritió completamente.
Sacudí mi cabeza intentando borrar todas las cosas subidas de tono que quería hacer con mi novio si hablaba con esa voz, estoy enojada.
—Tenés 5 minutos, es el primer día de Isa, levantate —hablé firme, y abandoné la habitación.
bajé otra vez a la cocina y mi hija ya casi había terminado su desayuno, excelente.
—Terminé mami —dijo mostrándome su taza.
—Buenísimo, anda a buscar tu mochi bebé.
Ella asintió y abandonó la cocina, yo junté sus cosas y comencé a lavarlas hasta que sentí unas manos pasando por mi cintura y como alguien dejaba besos en mi cuello.
—Salí —dije enojada, pero no me opuse a su toqueteo.
Él rió en mi oreja y mordió mi lóbulo, haciendo que suelte un grito de dolor.
Me di vuelta para quedar cara a cara con Joaquín, estaba por darme un beso pero le corrí la cara y me safe de su encorralada.
—¿Vamos Isa? —grité agarrando mi cartera.
—Me las vas a pagar —habló tranquilo mi novio, poniéndose su buzo.
Asentí sonriendo irónica, era hermoso.
Mi hija bajó las escaleras y corrió a abrazar a su papá ya que lo vió despierto, él la alzó a upa. Eran mis personas favoritas.
—Hola bebé, ¿Nerviosa? —preguntó Joaco, mirándola con un brillito en los ojos que casi me emociona.
—Un poco —respondió escondiendo su carita en el hombro de su papá.
Salimos de la casa y subimos los tres al auto, a decir verdad yo también estoy nerviosa.
Tuvimos una entretenida charla camino al colegio, nos reímos demasiado con las pelotudeces que decían Joaquín.
Llegamos a la escuela y bajamos juntos, agarrándole la mano a nuestra hija.
—Vas a ver que la vas a pasar bien, ahí esta Luli —intenté tranquilizar a Isabella señalándole a su mejor amiga de jardín.
Caminamos hasta la familia Martinez y saludamos a la pareja.
—¡Mary! —exclamé abrazando a mi amiga—. Difícil primer día.
—Ni me lo digas, me costó demasiado sacarla de la cama —comentó entre risas.
—Hola Mary —saludó Joaquín a la veinteañera, ella lo saludó animada.
—Joaqui, ¿Cómo estás? —zorra de mierda.
—Bien, nervioso por el primer día, ¿Vos?
—Me alegra no ser la única nerviosa —respondió sonriéndole.
La fulminé con la mirada y me fui, tomando a mi hija de la mano para acompañarla hasta el salón. Esa mina siempre le tuvo ganas a mi novio y no puedo contener los celos.
—Es acá amor, ¿Entras sola o te acompaño? —pregunté cuando nos frenamos en su salita correspondiente.
Ella me miró pensante—. Entro sola, mami —respondió.
Asentí y me agaché para quedar a su altura y darle un abrazo.
—Te amo, hija, mucha suerte —dije acariciándole la espalda.
—Yo más mami, chau —se despidió entrando a su salita.
Contuve las lágrimas y me encaminé al auto, hasta que alguien se me interpuso en el camino.
—No sabía que a estas horas de la mañana también te podías poner celosa —comentó Joaquín, riéndose.
Lo miré mal y lo esquivé, subiéndome al auto enojada.
—Zoe, parece que tenés 15 años —dijo mi novio subiéndose al auto sin parar de reírse.
—Chupala —respondí mirándolo mal.
—Te amo a vos, y creo que ya lo sabes.
—¡Me molesta ella! —exclamé histérica.
—Sos hermosa celosa, por eso te elijo todos los días —respondió despreocupado, acercándose a mi para darme un beso en los labios.
Lo miré mientras manejaba y sonreí, era tan lindo. Todo esto era perfecto.
Pensé un poco en cuando éramos más chicos y nos habíamos hecho tanto daño, y ahora solo estamos dispuestos para hacernos plenamente feliz.
—Joaco.
Él me miró esperando a que hable.
—Te ami mucho, me haces muy feliz.
Mi novio sonrió y tomó una de mis manos.
—Fíjate en la guantera que hay algo para vos.
Lo miré raro y le hice caso, encontrándome con una bolsita.
—¡Me jodes! —exclamé sacando la pequeña cajita—. ¡Te amo mucho!
—¿Te vas a casar conmigo?
—¡Sí, obvio, sí! —grité tirándome sobre él aprovechando el semáforo en rojo.
—Te amo demasiado —respondió dándome un beso en los labios.
—Para siempre —susurré y le di otro beso.
—Yo te dije que te iba a esperar toda la vida, mi amor.