XIII. "Apoyo."

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Al día siguiente el artista notó que la rubia no se encontraba a su lado, asumió que había ido a trabajar, pero en cuanto se levantó, pudo percibir un agradable olor proveniente de la cocina.

—Vaya, no haz ido a trabajar. —dijo al verla.

—Hoy haremos la mudanza, no puedo dejarte todo a ti solo. —le sonreía mientras le servía un par de hotcakes.

—Estás muy emocionada al parecer.

—¡Por supuesto que sí! Por fin podremos tener más espacio, para nosotros y el bebé. —se sentaba al lado del chico, acompañándole en el desayuno.

—También me emociona. —comentó con una pequeña sonrisa en su rostro. En verdad le emocionaba poder formar una familia con Ino.

—Que emocionado te vez. —respondió sarcástica.

Después del desayuno, empezaron a empacar sus cosas. La mudanza llegaría en un par de horas y debían tener todo listo para entonces.

—¡Kyyyaaaa! ¡Sai! —gritaba la chica, quien empacaba los bocetos del pintor.

—¿Qué sucede?, ¿estás bien? —atendió de inmediato ante los gritos de la rubia.

—¡¿Qué diablos dibujas?! ¡Pervetido! —reclamaba enojada, mostrándole varios de sus bocetos.

—Sólo te dibuje, ¿es tan malo?

—¡¡Me dibujaste desnuda y en posiciones sugerentes!! —vaya que estaba molesta.

—Es que me gusta como te vez. No te exaltes, no son para el museo. —sonreía calmado.

—¡Eres un pervertido! —sus mejillas empezaban a tomar un color carmín.

—Creo que tienes razón. —analizaba sus bocetos.

—Tsk, idiota. Será mejor que empaques todo esto antes de que los de la mudanza lleguen y puedan verlo. Seguro piensan que soy una pervertida sexual que obliga a un talentoso pintor a retratarla, ¡que vergüenza! —su cara estaba totalmente roja sólo de pensarlo.
Sai tocó sus pechos de repente.

—¡¿Ahora qué diablos haces?!

—Medía tus senos. Creo que no los dibuje tan grandes, ¿crees que debería darles un poco más de volumen? —un fuerte golpe fue su respuesta.

Después de eso, la Yamanaka le obligó a empacar todo el sólo. La mudanza llegó justo a tiempo, llevándose las cosas ya empacadas. Mientras la pareja se dirigía a su nueva residencia; una gran casa muy bien ubicada, pues estaba justo al lado de la floristería Yamanaka. Después de adquirir el inmueble, lo arreglaron para tener una puerta anexa a ésta, y también decoraron con anticipación una habitación para el bebé.

—¡Por fin! —declamó la rubia al llegar a la nueva residencia, emocionada.

—Ya habíamos estado aquí antes, ¿por qué te emocionas? —Sai entraba detrás de ella.

—Siempre es emocionante ver tus sueños hacerse realidad. —sonreía ampliamente.

Un par de semanas después, la pareja ya estaba más que instalada en la casa.

—¡Sai! —la chica corría escaleras abajo en la mañana.

—¿Qué sucede? —preguntaba desde la cocina.

—¡Estoy atrasada! —comentaba eufórica.

—¿Atrasada para el trabajo? Apenas son las siete treinta. —miraba el reloj sin comprender lo dicho por Ino.

—¡No, tonto! ¡Estoy atrasada en mi ciclo menstrual! —nada le quitaba la sonrisa.

—Lo que significa que...

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