La pareja llevaba tres semanas de casados. Hacían todo juntos.
—Ino, belleza llegaremos tarde, apresurate. —llamaba a la puerta de su alcoba.
—¡Ya estoy lista! —salía de la alcoba con un vestido morado oscuro bastante ajustado.
—Ya era hora. Te ves preciosa.
—Gracias, ¿ya llevas nuestras entradas?
—Sí.
—¡Que emoción!, ¡ya quiero ver la exposición! —salían de casa en dirección al museo de arte para el que trabajaba Sai.
—Ya haz visto mis pinturas, ¿por qué te emocionas?
—Es lindo saber que reconocen tu talento. ¿Mmm?, ¿hueles eso?
—¿De qué hablas? No huelo nada.
—Huele delicioso, creo que son dangos.
—Es extraño, aun no percibo ningún olor.
—Tal vez se me antojó.
—Iremos a comer después de la exposición, ¿podrás aguantar?
—Sólo es un antojo, no es para tanto.
Al llegar al museo, les recibieron de inmediato, reconociendo al talentoso pintor.
—Oh, Yamanaka-sama, es un honor tener su presencia en está exposición. —le recibía el encargado de la exhibición.
—Gracias.
—Ah, Ino-chan, hace tiempo que no la veía.
—Hola Ikio. —Ino conocía al encargado, ya que había visitado el museo antes.
—Disfruten de la exhibición.
—¿Ya lo conocías? —preguntó el pelinegro una vez dentro del museo.
—Sí, cada vez que entregas una pintura, vengo a verla de inmediato. —sonreía mientras sostenía su mano.
—No lo sabía.
—Jmjm, no te lo dije. Me gusta escuchar los halagos de las personas hacia tus cuadros, si vengo contigo, me concentraría más en ti que en tu trabajo.
—Ya veo.
—¡Sai-sama, su trabajo es fantástico! —un admirador se les acercó.
—Gracias.
—¡No puedo creerlo!, ¿ella es la hermosa joven que aparece en algunos de sus cuadros? —observaba a la rubia que le acompañaba.
—Sí, es mi esposa.
—Yamanaka Ino. —extendía su mano a modo de saludo. —Aprecio la admiración que muestra al trabajo de mi esposo.
—Oh, dios, e-es para mí un honor p-poder saludar a tan bella musa. —no soltaba la mano de la Yamanaka.
—Jeje, que entusiasta. —dijo Ino un poco incómoda.
—¡Es el artista! —gritaron un grupo de admiradoras al ver a Sai.
—Pff, ¿ves por qué no vengo contigo? —decía burlona.
—Comprendo. —reía incómodo.
De un momento a otro, estaban rodeados de admiradores del artista. Ino no paraba de sonreír, en verdad le agradaba ver que el pelinegro tenía éxito en lo que le gustaba hacer.
Un mareo repentino molestó a Ino, quien se dirigió al baño casi de inmediato.
Sai terminó de atender a los admiradores, dándose cuenta de que Ino no estaba a su lado.