Inojin tenía tres meses de nacido. Era bastante consentido por sus padres.
—Sai... Sai...—llamaba adormilada, Ino.
—Mmm...—el pelinegro apenas y se movió.
—Inojin...está llorando. Ve a atenderlo.
—Te toca a ti. —se quejó.
—Pfff...—Ino se levantó con pereza y se dirigió a la habitación contigua.
Inojin lloraba bastante alto.
—¿Qué sucede, cariño? —Ino lo tomó en brazos. —Tranquilo mi amor, mamá está aquí.
El pequeño ojiazul observaba a la rubia.
Ino acariciaba el rostro de su bebé. Sonreía enormemente al verlo en sus brazos.—¿Quieres una taza de café? La necesitarás. —dijo Sai, quien estaba en el marco de la puerta, observando al par de rubios.
—Mira Sai, acercate. Inojin tiene unos ojos hermosos. —indicaba.
—Son iguales a los tuyos. —la abrazaba por la espalda, observando al bebé.
—Es tan tierno.
—¿Qué sucede Inojin?, ¿mamá da miedo al despertar?
—Tsk... Mas bien el que da miedo es papá, ¿cierto mi ángel? —acariciaba la pequeña nariz del rubio.
Inojin cerraba poco a poco sus ojos, sin dejar de ver los rostros de sus padres.
—Creo que sólo quería ver a su mamá. —comentó el azabache al ver a su hijo dormido.
—Pff... ¿Qué hora es? —colocó al bebé en su cuna y salió de la habitación con cuidado de no despertarlo.
—Las dos de la mañana. —respondió sonriente, observando el reloj de pared.
—Vaya..., bien, ahora sí que quiero ese café. —lo tomó de la mano y bajaron las escaleras, camino a la cocina.
Ino preparó la cafetera, mientras Sai tomó asiento en el comedor.
—Ino...
—¿Mmm?, ¿qué sucede? —preguntó al verlo extraño. Se sentó a su lado mientras el café estaba listo.
—Tengo miedo. —dijo seriamente.
—¿De qué hablas?, ¿sucede algo? —sostuvo su mano, preocupada.
—Nada, sólo que..., ahora soy muy feliz, y tengo miedo de perderlos, como...cuando era pequeño..., con Shin.
Ino lo abrazó.
—No debes tener miedo, debes disfrutar lo que tienes y agradecer que lo tienes. —tomaba su rostro entre sus manos y le miraba a los ojos.
—Te amo. —susurro.
Ino le sonrió y le besó.
Sai posó sus manos sobre la cintura y la nuca de la rubia, correspondiendo el intenso beso.De un momento a otro, la cargó en brazos y la colocó sobre la mesa, retirándole la parte superior de la pijama.
—Apagaré la cafetera. —dijo Ino, apartándose del azabache.
En cuanto la cafetera estuvo apagada, Sai se lanzó sobre la chica, besándola con desespero.
Bajó sus labios hasta el cuello de la rubia, lamiendo y mordiendo su tersa piel.—Ahh...Sai...—gemía ante la acción del chico.
Las manos del Yamanaka se dirigieron a la espalda de Ino, acariciándola hasta toparse con el sostén, el cual retiró con maestría.