CAPÍTULO 11

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Recorremos las calles de Guayaquil dentro del coche

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Recorremos las calles de Guayaquil dentro del coche. Desde que perdimos de vista a Maxim entre nosotros se a instalado una tensión incomoda. Si mal no cálculo llevamos media hora dentro de un carro sentados como idiotas que no dicen nada y no resuelven los problemas como dos adultos que son. Carraspeo.

— Lo siento, Zule. El día que te dije  cosas horribles no estaba en todos mis sentidos. Estaba cabreado de que te secuestraron y que no me expliques lo que te sucedía después.— explica rápidamente nervioso— lo siento tanto. Entendería si no me quieres dirigir la palabra nunca más. Perdóname.— sonrió con ternura.

Verlo nervioso, buscando las palabras correctas para expresarse bien y no cometer ningún erros. Dejo de escucharlo para solo concentrarme en los movimientos de sus labios. No son como los de Maxim. ¿En qué mierda pienso? Claro que no son como los de Maxim, los de el son repugnante.

Repítelo hasta que tú te lo creas.

Desabrochó mi cinturón para acomodarme encima de él. Da un respingo por lo que estaba concentrado tratando de explicar.

— ¿Qué…— lo callo con mi dedo sobre sus labios.

Lo beso, explicando lo mucho que lo amo. Pasa una mano por mi cintura y la otra acuna mi mejilla. Lo amo pero no se siente correcto, un vacío en mi estomago hace que me separé de el. Nada será igual. No es lo mismo que besar a Maxim, me siento en las nubes, en cambio con Jack, no siento nada. ¿Por qué los estoy comparando? Estúpida. Sus labios hinchados y rojos me impulsa a besarlo de nuevo.

— Te amo— murmura en medio del beso. Asiento y le respondo con un “yo igual” sonríe como nunca, lo que me hace sonreír  hasta que me duelan las mejillas.

Bajamos del auto y el espera a que salga para ofrecer su mano, la cual acepto gustosa

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Bajamos del auto y el espera a que salga para ofrecer su mano, la cual acepto gustosa. Quiero ver la cara de mi mamá cuando le diga que he regresado con Jack. Chillaría de alegría. Abro la puerta y viese preferido no hacerlo. Ahogo un grito. Un sabor amargo se instala en mi estomago.

— ¿Qué diablos? — sorprendido igual que yo, no aparta la mirada del desastre enfrente de nosotros.

Los muebles están volteados, las sillas del comedor partidas a la mitad, absolutamente todo hecho añicos. Como si fuera un ataque… animal.

The Queen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora