Yo aquí me quedaré. ¡Esposo mío! Más, ¿qué veo? Una copa viene en las manos. Con veneno ha apresurado su muerte. ¡Cruel! No me dejó ni una gota que beber. Pero besaré sus labios que quizá contienen algún resabio del veneno. Él me matará y me salvará. Porque prefiero morir ahora que prolongar mi muerte si no tengo su amor.
Aún siento el calor de sus labios.
Aquí descansará mi cuerpo, libre de la fatídica ley de los astros. Recibe tú la última mirada de mis ojos, el último abrazo de mis brazos, el último beso de mis labios, puertas de la vida, que viene a sellar mi eterno contrato con la muerte.
Ven, áspero y vencedor piloto, mi nave, harta de combatir con las olas, quiere quebrantarse en los peñascos. Brindemos por nuestras almas. ¡Oh, cuán portentosos son los efectos de tu bálsamo, alquimista veraz! Así, con este beso, muero...
Triste historia la de Romeo y Julieta.