Oda a la inmortalidad

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Aunque es resplandor que

en otro momento fue tan brillante

hoy esté por siempre oculto a mis miradas.


Aunque mis ojos ya no

puedan ver ese puro destello

que en mi juventud me deslumbraba.


Aunque nada pueda hacer

volver a la hora del resplandor en la hierba,

de la gloria en las flores,

no debemos afligirnos

porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.


En aquella primera

simpatía que habiendo

sido una vez,

habrá de ser por siempre

en los consoladores pensamientos

que brotaron del humano sentimiento

y de la fe que mira a través de la muerte.


Gracias al corazón humano,

por el cual vivimos,

gracias a sus ternuras,

a sus alegrías y a sus temores,

la flor más humilde al florecer,

puede inspirarme ideas que, a menudo,

se muestran demasiado profundas para las lágrimas.

Querida yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora