5.- Bebés: La rosa de los vientos.

571 57 62
                                    

Era de noche.
La tenue luz de la luna y las estrellas atravesaba débilmente las cortinas salmón de aquella habitación, la cual estaba por completo en silencio, solo un par de respiraciones podían distinguirse de él.
La cama matrimonial ubicada casi en el centro del cuarto estaba desarreglada con ligereza, pues en ella dormía un joven que al parecer no tenía control en sus movimientos mientras estaba en sus sueños, y otro más, que se hallaba en una posición más "normal" y cómoda. Éste último abrazaba por detrás al azabache. Era una imagen bastante tierna de observar.

Sin embargo...

Un llanto fuerte despertó al chico de hebras plateadas. Killua llevó la mano con la que abrazaba a su pareja hacia su rostro para tallarlo y así poder despertarse "bien". Fue entonces cuando Gon abrió los ojos de igual manera.

— No te preocupes. —Habló el albino.— Iré yo, tú descansa.

Dijo antes de plantar un beso en la mejilla de su pareja, pero al parecer éste no quería quedarse solo.

— No. —Negó con suavidad, aún estaba todo modorro.— Quiero ir contigo, Killua.

Pidió tomando la mano del mencionado, Killua no pudo objetar ante esto, así que le ayudó a ponerse de pie y se lo llevó fuera de la habitación con un brazo rodeando su espalda.

Al llegar al cuarto de sus bebés, Killua fue quién decidió ir por las mamilas antes de otra cosa, Gon se acercó entonces a la cuna. En ella había un par de mellizos bastante peculiares, pero aún así muy bonitos. Estos lloraban sin parar, arrugando sus caritas y moviendo sus manos con inquietud.

— Hola... Shhh... Bebés ruidosos... —Habló con suavidad el azabache mientras pasaba con delicadeza su mano derecha por la carita de cada uno de sus hijitos.

Ante el tacto, los nenes empezaron también a balbucear cositas, como si quisieran hablar con Gon.
Ambos eran pálidos y tenían los ojos celestes como su papá, sin embargo, sus cabellos eran totalmente azabaches, como su papi.
El primero, Kiruon, mantenía su melena ondulada y rebelde, los ojos rasgados y finos y unos cachetitos muy redondos.
El segundo, Ruald, era un poco más parecido a Gon, pues sus cabellos igual tenían forma de pico, y sus ojos eran tan grandes y brillantes.
Los niños inquietos comenzaron a jugar con los dedos de su papi sin dejar de llorar y balbucear.

— Niños, ¿Por qué comen tanto? Si hace apenas unas horas vine a verlos y alimentarlos. —Reprendió con dulzura.— No, Kiruon, no muerdas a tu hermanito.

— Llegué. —Anunció Killua ingresando a la habitación con un par de mamilas, una en cada mano.— ¿Cómo están los niños?

— Inquietos, a Ruald no le gustan mucho los cariños de Kiri. —Respondió el contrario antes de bostezar.

— Ya veo. —Asintió dándole a su esposo una mamila. Con una mano tomó al travieso y ruidoso Kiruon para poder cargarlo y darle de comer.— Kiri, niño travieso...

El bebé metió en su boquita el chupón de la mamila para comenzar a comer. Gon mientras tanto hacía lo mismo con el otro mellizo, claro, sin dejar de bostezar una y otra vez.

— Gon, te dije que te quedaras en la cama. —Regañó el de piel pálida al canela, este por su parte se acurrucó en el hombro de su adverso aún alimentando a Ruald.

— Ahh, Killua, quería que ambos estuviéramos con los niños. —Contestó.— Ellos siempre se quedan en el cargo de Mito-San cuando salimos por el trabajo, a penas los vemos en el día.

Ante esto, el mayor se mordió el labio con una expresión decaída.

— Lo sé... Pero sabes que ya casi terminamos con esta misión, pronto podremos descansar y estar con nuestros hijos. No será mucho tiempo hasta que crezcan, se conviertan en hunters y nos acompañen. Así como Leorio, Kurapika y Leiko.

Versos De Chocolate. [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora