7.- Él: Piel Canela.

490 58 18
                                    


Su piel suave y morena, sus cejas finas y traviesas, las largas pestañas que cubren sus redondos pómulos cuando está dormido, sus ojos... Sus lindos ojos que podrían compararse sin problema con un tarro de miel, o una gota de ámbar en el tronco del más alto árbol. Sus hebras azabache que juntas forman diversas puntas, picos; el rosa de sus labios húmedos, el rosa de sus mejillas cuando lo tomo de la mano o lo abrazo. Su forma de ser, tan inocente pero a la vez conciente, calculadora a la hora de un enfrentamiento... Y tempestuosa, grotesca cuando llega a enojarse con severidad.

Gon... Él es la pieza de arte, aunque no perfecta, más bella ante mis ojos.

Mi cuerpo bajo el suyo siente el calor de mil astros, el corazón me late tan intensamente que temo por su estadía entre el abrazo de mis pulmones, entre el encierro de mis costillas. Desde esta cómoda posición, lejos pero a la vez tan cerca de su rostro, puedo observarlo con detenimiento y sin perder detalles.

Podría hacer esto todo el día, y no cansarme.

...Porque solamente me importa él ahora, justo ahora.

El ligero vaivén de la hamaca en la que ambos nos encontramos es relajante; el sonido de las olas pelear contra los granos dorados de arena otorga paz, la brisa oceánica acaricia mis mejillas con cuidado, tratando de ser maravillosa. Quizá está celosa, porque solo sus suaves manos me hacen perder la conciencia y entregarme a Morfeo antes de amarlo cada vez más.
Siento sus manos moverse inquietas sobre mi pecho, está despertando; puedo comprobarlo al ver su rostro modorro y tierno frente al mío.

—Hmm, Killua... —Susurra y se esconde en mi cuello buscando protección de algo que es invisible a mis ojos. Puedo sentir sus dedos jugando con mi camiseta, se siente agradable...

—¿Qué sucede, Gon? —Le cuestiono con suavidad. Llevo una de mis manos a su melena negra e indomable para acariciarla, tratar de peinarla aunque sé que es la peor bestia jamás creada, una bestia con el mejor dueño.

—Nada... Solo quiero estar así... Aquí, contigo. —Su sonrisa somnolienta acompañada de esa inocente voz me cautivan, lo que me lleva a asentir lentamente y apretar con fuerza media su cuerpo con mis brazos.

¿En dónde estamos?
Isla de las Rosas.
Ese es el lugar que Gon eligió para ambos, para descansar de largas misiones que conllevamos al ser cazadores. Un lugar lleno de praderas en lo alto, una jungla inmensa en su ombligo, y finalmente una falda de olas rodeando sus caderas y lamiendo sus pies. Ahora estamos aquí y completamente solos, dejando que el viento haga danzar juntas las hebras de mi melena plateada y los hilos negros verdosos de su cabello; las hojas de la palmera sobre nosotros no se quedan atrás, están compitiendo para ver al mejor baile ganar. Sin duda nosotros salimos sonriendo.

No sé cómo logro dirigir una de mis manos a través del laberinto que la seda entretejida forma para llegar a una superficie más plana y pulida, rodeo el objeto y regreso mi extremidad a la posición inicial. Ahora sosteniendo mi ukelele.

Hacía un buen tiempo que Leorio (Sí, Leorio) me había dado un par de clases, como era de esperarse, entendí a la perfección cómo tocar tal instrumento de inmediato, ya que en verdad me interesaba. Quizá Leorio sabía de esto por influencia de Kurapika, quien al haber logrado vengar su clan (una historia realmente larga, pero que a fin de cuentas, sucedió) centró toda su atención hacia la literatura, música e historia. Y quizá un poco al hombre de gafas.

Con delicadeza coloco la yema de los dedos de una de mis manos en las cuerdas del ukelele, con la otra hago lo mismo, pero esta vez con diferentes movimientos. Una bella melodía entonces comienza a saltar al rededor de nosotros.
Cabe decir que dicha tonada quedaba perfecta al contexto que se presentaba.

—Que se quede el infinito sin estrellas, o que pierda el ancho mar su inmensidad...
Pero el miel de tus ojos que no muera...
Y el canela de tu piel se quede igual. —Comienzo a susurrar en tono poético. No era la primera vez que de mis labios salían esas palabras, ni la primera vez que mis manos tocaban los acordes. Esa canción la había escrito para Gon, y había jurado que cada vez que me sintiera aún más enamorado de él la cantaria sin importar nada. Puedo notar una reacción por su parte, restregando sutilmente sus mejillas contra mi cuello: Sé que está feliz.— Si perdiera el arco iris su belleza
Y las flores su perfume y su color
No sería tan inmensa mi tristeza
Como aquella de quedarme sin tu amor.

Mis ojos se cierran poco a poco, dejándome llevar por la tranquilidad del momento, por mi canto y el de las gaviotas acurrucándose en el horizonte. El cielo ahora mismo es como una pintura hecha desastre, con mil colores y tonos sobre ella, es lo que ví hace segundos.
Entonces, hay algo que hace a mis párpados separarse y dejar a mis curiosos zafiros explorar.

Me importas tú, y tú, y tú y solamente tú, y tú, y tú
Me importas tú, y tú, y tú
Y nadie mas que tú... —Sus labios se alzan y chocan entre sí dejando salir a una melodiosa voz que llena mis oídos. Gon estaba cantando junto a mí una canción que por derecho era de él, el derecho que yo le otorgué.

Ojos miel, piel canela
Que me llegan a desesperar
Me importas tú, y tú, y tú
Y solamente tú, y tú, y tú
Me importas tú, y tú, y tú
Y nadie mas que tú. —Continuo. Puedo sentir el latir desbocado de Gon sobre el mío. Estamos conectados... Lo supe desde siempre.— Ojos miel, piel canela que me llegan a desesperar
Me importas tú, y tú, y tú
Y solamente tú, y tú, y tú
Me importas tú, y tú, y tú
Y nadie mas que tú.

Termino mis acordes con una pasada tranquila. Había cumplido mi promesa, ya que ahora me sentía más enamorado de el chico de piel canela que nunca.
Gon apoya sus palmas a cada lado mío y se recarga en ellas, levantándose sobre mí; su perfume de frutas hace feliz a mi nariz y mis ojos se deleitan con su expresión sonrojada.

—Te quiero, Killua. —Me susurra antes de acercarse y posar sus labios rosas sobre los míos que, a diferencia suya, están rotos. Su lengua rodea mi labio inferior, jugando. Tal vez está pidiendo permiso para pasar, yo se lo doy.
Su músculo emocionado empieza a tocar cada parte dentro de mi boca, no me quedo atrás y hago lo mismo con la suya. Largos segundos pasan antes de separarnos.

—Cumpliste. —Dijo animadamente (aunque aún medio dormido) el menor de los dos.

—Fue promesa de meñique sellada con un beso. Y sí que lo hicimos. —Contesté juguetón.

No quiero pensar en un mundo sin esos orbes miel... ¿Qué sería de mí? ¿Un asesino profesional atrapado con cadenas? La marioneta de mi familia, su gran esperanza. Nunca quise ser eso, solo quería ser amigo de Gon, quería estar a su lado.

Ahora lo estoy y no pienso cambiarlo por nada en el mundo.

Uuuy, un One-Shot suave y lindo.
No es tan extenso como los anteriores, pero creo que es igual de bonito.
Ya necesitaba hacer uno de estos, una especie de "break", pues el OS anterior si que me costó.

Este es un receso de emociones, para que ahora se pueda descansar en paz.

Gracias por leer, disfruten la bella canción.

Nota: Cambié el "Ojos negros" por "Ojos miel". Claramente porque ese el el color de ojos de nuestro querido Gon.

Perdón si tiene errores.

Versos De Chocolate. [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora