Hacía frío en ese lugar. Estaba oscuro, una penumbra profunda al igual que la que se reflejaba en los ojos de una docena de guardias, cuyas miradas estaban fijas en aquella gran jaula, como buitres ansiosos por devorar la carne de quienes estaban cautivos dentro de ella.
Dos figuras estaban de rodillas en el suelo. Uno de ellos yacía en brazos del otro, respirando con dificultad, resistiéndose a la muerte que intentaba llevárselo. El segundo chico lo estrechaba con fuerza, negándose a perder al que fue su mejor amigo.
-Feilang... No te vayas... -Suplicó Lin, su rostro expresaba desespero.
No quería aceptar aquello. Trataba de ser fuerte, pero el llanto no paraba. El sabor a sangre en su boca se mezclaba con el gusto amargo de las lágrimas que derramaban sus ojos, y el dolor de la herida en su espalda no era mayor que el de su alma al ser rota en pedazos.
Así se sentía ser traicionado.
-M-Mao... -Tosió el pelirrojo. Su voz no era más que un débil susurro-. Tengo algo que... Decirte...
-Te escucho -dijo el otro, aferrándolo más.
La mueca de dolor de Feilang cambió, convirtiéndose en una sonrisa maliciosa que surcó sus labios ensangrentados. Una risa grave salió de sus entrañas, parecía sacada del infierno. Acercó su boca al oído de Lin, y con una voz que definitivamente no era humana, susurró:
-Te mataré...
0o0o0
-¡Ahhh!
El grito del rubio alarmó a Banba, quien momentos antes se encontraba sentado en su oficina, trabajando en la computadora. Al oír la voz de Lin, se levantó rápidamente, acercándose con pasos apresurados hasta el sofá. Con la preocupación grabada en el rostro, observó al rubio.
-Lin-chan -lo llamó, sentándose a su lado.
El menor tenía el ceño fruncido, su respiración era irregular, como si en sus sueños algo lo estuviera asfixiando. Sus párpados se contraían en ligeros temblores. Era obvio que estaba luchando por despertar de esa pesadilla que lo atormentaba.
Pero lo que más atrajo la atención de Banba fueron un par de pequeñas lágrimas que se asomaban en las esquinas de los ojos del joven sicario. Aquellas simples gotitas saladas causaron un dolor en el pecho del castaño.
-¡Lin, despierta! -prácticamente gritó el mayor, sujetando los brazos del rubio y sacudiéndolo.
De pronto los ojos violáceos del chico se abrieron como platos. Tenía las pupilas contraídas, y una expresión de terror. Sin notar la presencia de Banba, se sentó apresurado, dándole la espalda, observando los alrededores en busca de quién sabe qué. El castaño lo contempló en silencio, sintiendo cierta pena. En ese estado, Lin le recordaba a un pequeño conejo asustado.
-Ya pasó, ya pasó -se repetía el rubio en voz baja mientras que se cubría los ojos con una mano, recuperando el aliento poco a poco.
Una vez que se hubo calmado, Banba estiró su mano hacia el hombro de su compañero, pronunciando su nombre. Lo que no se esperaba era que aquel gesto alteraría aún más a Lin, quien se giró sobresaltado, soltando una pequeña exclamación.
-Banba -musitó con voz queda.
-Lin-chan, tranquilo -lo calmó el castaño, esbozando una leve sonrisa-. Fue sólo una pesadi...
-¡Idiota, no hagas eso! -le reclamó el otro fulminándolo con la mirada.
Banba ladeó la cabeza confundido. Él sólo había querido despertarlo para no verlo sufrir. ¿Y esa era su forma de dar las gracias?
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Despiértame
Hayran KurguUn mal recuerdo puede convertirse en una pesadilla que te persigue incluso cuando estás despierto. Banba sabe que Lin no bajará la guardia ante él, pero aún así estará dispuesto a hacer que esos horribles sueños desaparezcan. Porque todos necesitamo...