Epílogo

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El teléfono sonó pasadas las cuatro de la mañana.

A lo largo de su vida, May había recibido demasiadas llamadas de ese tipo. La muerte de los padres de Peter, de Ben, de su sobrino. Tal vez esa fue la razón por la que se quedó en blanco. El sonido de aquella melodía parecía irritante por primera vez.

Se levantó del sofá aterrada. Ni siquiera había intentado meterse en la cama, sabía bien que aquella noche el sueño era algo que no iba a entrar en su solitaria casa.

Rezó para que la noticia no fuera la muerte de Bethany. Con la mano temblando, cogió el teléfono. El nudo que tenía en la garganta le impidió decir palabra alguna cuando lo descolgó.

- ¿May?—dijeron del otro lado.

Recuperó el aire al oír la voz de la castaña a través de la línea.

- ¿Bethany?—se apresuró a preguntar. —¿Estás bien?

- Sí.—contestó ella. Había algo en su voz, un matiz que había estado ausente durante mucho tiempo, y que había vuelto.—Pero tienes que venir.

Toda tranquilidad desapareció de nuevo cuando May escuchó el alarmado tono de la joven.—¿Qué ocurre?

- Peter.

La lluvia torrencial común de Nueva York chocaba con fuerza contra la gran cristalera que iluminaba el nuevo apartamento.

El sulo estaba abarrotado de cajas, llenas de pertenencias. Decoración, ropa, muebles que cada día daba más pereza montar.

El café llevaba ya demasiadas vueltas en aquella taza de Star Wars. Los ojos de Bethany se habían clavado en las caricaturas que la decoraban. Sabía que Peter se moría porque ella viera aquella dichosa saga.

Tal vez esa noche no se resistiera a una noche de sofá y manta al lado del arácnido. Sonrió tontamente, recordándose a sí misma que tenían completa libertad de hacer lo que les saliera de las narices.

Dejó el objeto sobre el fregadero después de acabar por fin con su contenido. Elevó una de las pesadas cajas con dificultad, rompiendo el celo con sus afiladas uñas recubiertas de esmalte negro, y sacando de su interior sus preciados libros y dos enormes carpetas llenas de papeles desconocidos para la joven.

Desde luego, eran de Peter. Había sido él quién se había ocupado de organizar todas las cajas, o de seguir las órdenes de May al pie de la letra.
La castaña acarició el viejo material entre sus dedos, dejándolo sobre la isla de la cocina y cuestionando el nivel de derecho que tenía para ojear aquellas numerosas hojas.

- Son los antiguos experimentos de mi padre.

Bethany sonrió cuando escuchó la voz de su novio, quién, una vez más, le había leído la mente. Hizo ademán de ayudarle a bajar las escaleras, pero él elevó una mano, agarrándose con fuerza a la barandilla y bajando por si sólo con poca dificultad.

Su cuerpo había sufrido lesiones que tardarían en curarse, y él no tenía prisa alguna. Era completamente feliz en aquellos metros cuadrados compartidos con la chica de la que cada día estaba más y más prendido.

Había pasado a penas un mes. Sin embargo, su vida había cambiado por completo.

Los Guardianes habían buscando rastros de Thanos o Ágatha durante todo aquel tiempo, y no había absolutamente nada. Habían desaparecido, sin más. Nadie recordaba qué había pasado aquel día, nadie recordaba quién había ganado la batalla entre Raven y Bethany, nadie recordaba por qué habían acabado metidos en aquellos calabozos. Todo eran preguntas y lo único que sabían con certeza era que las respuestas tardarían en llegar.

El complejo de los vengadores había pasado a ser la mítica Torre de nuevo. Aquel era su verdadero hogar, a pesar de que Loki, Thor y Emily habían ido a Asgard, y Clint y Scott habían preferido dedicarle tiempo a su familia y retirarse durante un periodo de tiempo de indefinido.

Tecna se había marchado. La mujer era consciente de que aquel enorme rencor que el equipo le tenía había desaparecido cuando confesó que había sido ella la que había mantenido vivos a Peter y Pietro todo ese tiempo, sin embargo, lo era también de que la población de Nueva York, y de todo el mundo, sabían que ella había asesinado a Peter Parker.

Además, su hija necesitaba tiempo para procesarlo absolutamente todo. Su pérdida de memoria, la vuelta de Peter, su relación con su padre y su aceptación hacia la plástica mujer.

Pero, a pesar de todo ello, la castaña sonreía apoyada sobre su reluciente y nueva encimera de mármol gris oscuro, recibiendo gustosa el beso de buenos días que el joven Parker había depositado con cariño en su sien.

Se habían mudado a aquel modesto apartamento; obviamente financiado por Stark; de una sola sala para el salón, la cocina y la improvisada zona para dos pequeños escritorios y un baño más bien pequeño en el que el maquillaje de Bethany empezaba a carecer de espacio. Unas escaleras llevaban un abovedado piso de arriba, que era más bien un cuchitril de techo peligrosamente bajo en el que se las habían arreglado para meter un colchón matrimonial y estanterías que rebosaban de fotos, recuerdos, cosas sin sentido y desorden por doquier. Podría agobiar a cualquiera si no fuera por los gigantes ventanales que llenaban la estancia de vida, y lo convertían en un hogar para los dos.

- Ábrelos si quieres.—dijo él, ojeando la nevera, prácticamente vacía.—No creo que entiendas nada, Beth.

La castaña se hizo la ofendida, mirando cómo él jugueteba con aquella brillante manzana verde antes de hincarle el diente.—¿Me subestimas, Pet?—bromeó.

Eran felices. Increíblemente felices.

Poco les hacía falta. Sólo tenerse el uno al otro. Eran conscientes de la conexión que les unía, que iba más allá de un amor adolescente. Era muchísimo más que eso.

Era aquella canción de John Leyend, eran aquellas noches de pasión en las que la joven Barton parecía otra persona completa diferente, era aquella protección del uno al otro, era aquel entendimiento entre ambos, eran sus miradas, sus gestos, sus palabras. Era la dulzura de Bethany cuando acariciaba la piel de Peter, y el amor de este cuando rodeaba el cuerpo de la joven entre sus brazos. Era aquella atmósfera que les rodeaba siempre que estaban juntos.

Era mucho más que eso. Algo incomprensible incluso para ellos, algo casi inalcanzable para el resto del mundo.

Sabían que aquello no había acabado allí. Sabían que Thanos volvería, y que si no era él, sería alguien más.
Pero aquella vez estarían juntos. Codo con codo.

Y así, eran invencibles.

"Estoy enamorado de ti, Bethany."—había dicho él cuando el nombre de Raven surgió en una de sus conversaciones. Al chico no le había importado lo más mínimo que May, Clint y Emily estuvieran allí. Había mirado a su chica a los ojos, y ya no había nadie más. Ya no importaba.—"Lo estoy, aunque tú parece que no puedes verlo. Y jamás tendría el valor de traicionarte así, a ti no. De todos modos, Beth..."—añadió con dulzura, haciendo que una capa lagrimosa nublara la vista de la castaña.—"... no creo que fuera capaz de fijarme en nadie no seas tú. Ya es imposible. Eres tú, y solamente tú, y ya no hay nada que pueda cambiar eso."

(1) Barton;  Peter Parker, The Avengers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora