—Argh... —Se quejó un desorientado niño.— Qué ha pasado...
Lentamente, puso su brazo delante de él para apoyarse y levantarse, pero algo lo escandalizó y le hizo gritar. ¡Tenía ni más ni menos, cinco dedos! Y ni siquiera eran de color azul, sino de color carne.
—¿¡QUEEEE!? ¿¡Qué demonios me ha pasado!? —Se levantó, y miró hacia sus pies, pero encontró unas zapatillas de color azul intenso.— Pero si no llevo zapatillas...
En el lugar donde se encontraba, no había espejos ni ningún sitio para verse reflejado, y reinaba una paz extraña.
—Espero que esto no haya cambiado... —Empezó a murmurar.
Cogió un mechón de su pelo (ahora solo en su cabeza) y lo estiró hasta que pudo verlo.
—Uff... Sigue siendo azul. Por lo menos una parte de mí no se ha perdido...
Se levantó, fastidiado, y empezó a fijarse en el sitio en el que estaba. Era una calle principal de Elmore, y estaba exactamente igual que antes, pero no había nadie.
—Igual la gente se asustó por su nueva apariencia y se marchó a una cueva subterránea para nunca ver la luz de nuevo. Es lo que seguramente habría hecho yo.
Opinó. Pensó que si estuviera Darwin se habría reído. Pero como no estaba...
—¡Darwin! ¿Dónde está? Debo encontrarlo... —Se convenció a sí mismo.— ¿Pero donde busco? No tengo ni idea de por dónde empezar... Esto va a ser un desastre.
Caminó hacia la primera casa que conocía. La de Tobías. Se acercó, con esperanzas de hallar a la chulita nube de colorines. Pero detrás de las ventanas no se veía a nadie.
Gumball rodeó la casa y llamó al timbre, con la esperanza de oír un <<¿Quién es?>> o algo por el estilo, pero no obtuvo respuesta.
Una de las ventajas de su transformación era que ahora era mucho más alto, y no tuvo problema para entrar por una ventana.
—Espera un momento... ¿Esto no es allanamiento de morada? Porque entonces debe de haber un policía que me arreste. —Cogió aire y gritó:— ¡POLICÍA! ¡HAY UN FUGITIVO! ¡VENGA AQUÍ RÁPIDO! —Pero desistió rápidamente.— Bah, quién me iba a oír... Estoy solo en Elmore, pero debo encontrar a Darwin, y a Anaís, a mamá y... A Penny. A mucha gente. A todos, siendo sincero. Pero es imposible hacerlo solo.
Y entonces, como nunca pensó que iba a ocurrir, le entraron ganas de llorar. Estaba solo y nadie le podía dar un consejo, lo único que podía hacer era caminar sin rumbo buscando a alguien.
Y eso hizo. Pasó desde el extremo izquierdo de su pequeña ciudad hasta la parte más central, donde se hallaba su barrio. La verdad es que después de pasar por aquel cristal, Elmore no estaba igual. Había cambiado, pero Gumball no podía decir exactamente en qué aspecto lo había hecho.
Y temió que se había perdido. Llevaba bastantes horas vagando sin rumbo fijo, con hambre y cansancio siempre presentes.
No sabía a qué hora había aparecido en la calle, pero ya estaba anocheciendo.
—Ay... Esto es horrible. Darwin no está, creo que nunca lo encontraré, tengo sed y hambre y estoy perdido.
Dijo con la cabeza baja, y sin pararlo a pensar corrió sin mirar a donde iba, con lágrimas en sus ojos.
De repente, se chocó con algo. Fue tan fuerte el golpe que hizo que el niño cayese al suelo. No se dio cuenta que con quién se había chocado gimió.
—Au... ¿Con qué me he chocado? —Se quejó Gumball. Intrigado y molesto miró hacia arriba, donde alguien estaba de pie.— Esto...
Había un niño. Tendría unos diez años, pero a pesar de ello no pareció hacerle daño el golpe. Solo se había quedado embobado mirando a Gumball.
Este se fijó en él. Tenía el pelo castaño oscuro y la piel marrón clara, pero más oscura que la suya. Y se fijó en sus increíbles ojos verdes, tan brillantes como esmeraldas.
—¿Q-quien eres?
El niño no dijo nada, pero se puso la capucha de su jersey naranja. En ella tenía un saliente naranja que se asemejaba a una cola de pez.
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La Dimensión (el asombroso mundo de Gumball)
FanfictionDespués de todo lo ocurrido con Kail meses atrás, la familia Watterson sigue viviendo en su agitado y complicado día a día. Nada es extraño desde entonces, salvo aquel espejo que apareció por casualidad en la casa del Señor Robinson, y que este quer...