2. Mateo

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Versión re-acondicionada: enero 2020

Versión re-acondicionada: enero 2020

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Otro día más que no venía. Era la primera vez que notaba lo mucho que me hacía falta su presencia en el colegio. ¿Cómo entender la extraña película de luz azul que nos proyectaron? ¿Cómo seguir burlándonos de Eisu, o del maestro de divisas? Las clases no eran las mismas, ni siquiera podía concentrarme por estar pensando en cómo se encontraría.

Hacía dos días que no lo veía, Después de la última vez no quiso volver a hablar de lo ocurrido y me pidió de forma muy cortés que lo dejara en soledad, incluso había dejado de responder los mensajes. Era muy comprensible, pues, aunque sus progenitores estaban separados, ambos hermanos vivían bajo el mismo techo, con su padre. Lo conocía, su nombre era Paul. Mateo siempre hablaba cosas buenas de su hermano mayor, eran muy unidos. El trágico suceso debió ocurrir durante una visita compartida con su madre, hecho que tomaría por sorpresa a cualquiera. Sabía que estaba devastado, que estaba sufriendo; por eso quería acompañarlo, estar con él y demostrarle que no estaba solo. Era lo menos que podía hacer. De verdad estaba muy preocupada.

Al salir de la última clase ya lo había decidido, como seguía sin dar señales de vida, entonces iría a buscarlo a su casa otra vez. Pasaría todo el día con Mateo si así lo necesitaba.

Dejé el instituto, perdida en mis pensamientos. Mientras más me alejaba de la zona escolar, el entorno de fantasía histórica se convertía en una tétrica composición grisácea con colores desentonados, contrastando riqueza y pobreza a la vez.

Me dirigí a la estación de metro más cercana. Caminé por la banqueta de la amplia avenida Chapultepec, en donde una señora humilde vendía las gorditas de nata más deliciosas que había probado. Compré una docena, a Mateo y a mí nos encantaban, y entré a la estación. Usé mi tarjeta para pasar el torniquete de acceso y bajé las escaleras al subterráneo hasta llegar al andén. Me paré junto a las vías, justo detrás de la línea amarilla y debajo del reloj.

Por un breve instante, mi vista se perdió en las blancas paredes, adornadas con la característica línea de color rosa y la figura de la cabeza de águila junto a la cual rezaba la leyenda «Cuauhtémoc». ¿Estaría haciendo lo correcto al visitar a Mat, o de verdad debía dejarlo solo?

La bocina del tren me hizo reaccionar, justo antes de que el viento dejado por la velocidad en la que arribaba golpease mi cara.

Tras el alto total, las puertas del vagón naranja se abrieron. Ingresé al interior. Una de las lámparas parpadeaba, así que evité el rincón oscuro y me busqué una zona con luz. No era la hora pico, pero tampoco había lugar, así que me quedé de pie. Las puertas se cerraron con su característico sonido de advertencia y el convoy comenzó a avanzar. El trayecto no sería largo, cosa de diez minutos.

«Sí mire, damita, caballero, le venimos ofreciendo el juguete de moda, de novedad, para el niño, la niña, el novio, la novia o para chicos y grandes...»

Esclava de la Realidad: Legado del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora