Al día siguiente desperté temprano para hacer rendir el día. Era sábado, esperaba visitar todos los lugares que tenía planeados.
La alta torre se levantaba frente a mí, con sus cuarenta y cuatro pisos de altura. El edificio emblemático de la Ciudad de México. Su cristalería reflejaba los rayos del sol, resaltando una fachada antigua de los años cincuenta. Me resultaba raro pensar que, según la teoría, esa torre albergaba una entrada secreta a un mundo subterráneo. Era para reírse, pero desde hace poco, ya nada me parecía imposible.
Una vieja leyenda urbana sobre la torre era lo único que apuntaba hacia algún tipo de extraña conspiración. Resaltaban nombres como Sebastián Moreno, uno de los arquitectos implicados en la construcción de la Torre Latinoamericana, específicamente en sus cimientos, sótanos y el conocido sistema anti terremotos. Otro más, Rodrigo Meléndez, se relacionaba con el primero a través de un suicidio, debido a la construcción de supuestos pasajes subterráneos que nunca aparecieron en los planos. No sabía qué podría encontrar, pero iba con la mente abierta.
Entré sin dudar. Pagué una entrada con acceso completo. Me otorgaron dos brazaletes con números, igual que en los parques de atracciones. Al principio me pareció normal, pero si no supiese a lo que venía, jamás hubiera notado que había personas que podían entrar y salir de la torre sin brazaletes, e incluso utilizaban ascensores distintos a los de acceso público.
No me quedó más que seguir las indicaciones que el personal me daba. Me llevaron a través de un elevador, con otros turistas. Ahí, lo primero que noté es que no subíamos directamente hasta el último piso, sino que nos deteníamos en diferentes puntos para cambiar de un ascensor a otro.
—¿Por qué no se puede acceder al piso 39? —pregunté a la persona encargada, al ver que el letrero restringía el paso.
—Son oficinas, nada interesante.
No esperaba otro tipo de respuesta, sabía que la torre latinoamericana tenía muchos pisos inaccesibles, pero ahora dudaba de todo lo que veía.
Finalmente, bajé en el piso 36 y di un paseo por la cafetería. No quise llegar al mirador, porque mi destino no estaba arriba, quería ir abajo, al subterráneo. Tras uno minutos sin que notase nada extraño, decidí retomar mi camino.
Tomé un nuevo elevador hasta el primer piso. De entrada, había más botones que el número de pisos, me sentí tentada a presionar uno para ver qué ocurría, pero seguro me echarían del complejo en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando llegué a la planta baja, nos sacaron a todos, sin embargo, yo no salí.
—¿Señorita? —habló el encargado del ascensor.
—Al tercer sótano, por favor —pedí.
El hombre que atendía rio.
—Hasta aquí llega el servicio, para bajar a los museos están las escaleras de allá.
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Esclava de la Realidad: Legado del Alma
Mystery / ThrillerAdvertencia: Esta obra puede llegar a tener contenido no adecuado para lectores sensibles. La vida de Katziri, una estudiante de preparatoria, da un giro cuando su mejor amigo desaparece sin dejar rastro. La delgada línea entre la razón y la locura...