La semana se pasó más rápido de lo que esperaba y ya es miércoles.
Así que aquí me encuentro, nuevamente en el ascensor con el dinero de la pizza de Joanna en mi bolsillo. Ajusto la gorra a mi cabeza y comienzo mi descenso en el ascensor. No me había encontrado con Mia en el recorrido durante estos días, pero si la había visto en la recepción unas cuantas veces. Veces en las que no tuve el valor suficiente para iniciar otra conversación y poder devolverle su llavero, por lo tanto, decidí pasar por desapercibido. Cobarde, Addison, cobarde.
Había dejado de detenerme en cada uno de los pisos desde el encuentro con ella, ya que después de pensarlo todo el fin de semana me pareció tedioso, así que por lo normal iba directo a la Planta baja. Inesperadamente el ascensor se detiene en el piso 21. En un parpadeo las puertas se estaban abriendo y en otro parpadeo, Mia ya se encuentra frente a mí.
—¿Addison? —suena algo desconcertada de verme de nuevo.
Yo le sonrío y bajo la mirada hasta mis manos las cuales están temblando un poco. ¿Qué rayos me sucede? Creo que debo empezar a tomar clases de dominio propio.
—¿Qué tal?—saludo.
—¿Qué haces por aquí? ¿Acaso tienes una novia allá arriba? —señala el techo del ascensor.
Me río por mis adentros con tan solo imaginarme a mí y a Joanna en una relación. Qué disparate.
—No, no. Es una cliente frecuente que todos los días ordena pizza —hago ademanes hacia el logo de mi camiseta—, así que de seguro me verás por aquí con frecuencia.
—¿Una? Entonces es chica —alza sus cejas de manera pícara y yo no puedo evitar poner los ojos en blanco. Mia se ríe—. No me sorprende que ordene pizza tan seguido con alguien como tú entregándolas —dice entre dientes.
Esperen, ¿qué?
—¿Qué?
—¿Qué? Nada —se muerde la uña del dedo índice.
—Tiene cuarenta —anuncio—, esa mujer está fuera de mi alcance —guiño un ojo y Mia suelta una pequeña carcajada.
—La edad es solo un número —ella se encoge de hombros mientras se aparta el cabello del rostro.
—No hablas en serio, ¿o si?
Mia deja salir una sonrisa y baja la mirada hasta su falda. Yo la observo durante unos cortos segundos hasta que recuerdo lo que llevo en el bolsillo. Meto la mano y saco el llavero con la figura de girasol.
—Creo que esto es tuyo —extiendo mi mano y dejo colgando el llavero para que ella pueda observarlo. Mia levanta sus ojos y contempla el objeto que cuelga de mi mano, sus labios se tornan en una mueca triste y ella intenta disimularlo.
—Oh, vaya, pensé que lo había perdido —su tono muestra desánimo. Es como si en lugar de estar agradecida, hubiera deseado que no se lo regresara. Al final, termina tomándolo, pero en lugar de volverlo a colocar en su bolso, lo empuña entre sus dedos—. Gracias.
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Cruzando Fronteras
Kurzgeschichten¿Qué tienen en común un repartidor de pizzas y una contadora? Pues nada como es de esperarse. Addison, el chico que cruza la ciudad con grandes entregas conoce a Mia, una chica con un título universitario. Pero ambos son muchas más que eso, Addison...