11. mantente vivo | stay alive.

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Sucedió más rápido de lo que me esperaba.

Si no me creen déjenme decirles que me encuentro justamente en su funeral. Hay pocas personas ya que Timo era solo un niño y no tenía muchos amigos. Mia invitó a un par de conocidos y amigos del trabajo, incluyendo a Wayne y a algunas meseras, quienes la acompañaron en su pésame. Ella trata de mostrarse lo más fuerte posible, pero la conozco perfectamente y me atrevo a decir que está totalmente destruida por dentro.

Jamás será fácil perder a un hijo.

Quizás el pequeño Timo no fue mi hijo y tampoco me atrevo a decir que lo quise como uno ya que ese instinto paternal aún no me ha nacido. Lo que sí puedo decirles es que fue un gran amigo de tamaño miniatura, tan sincero como su madre y muy gracioso. Aunque solo lo haya conocido durante pocos meses y ni siquiera los suficientes.

Aquella noche estábamos en casa cenando, cuando Timo fue al baño a vomitar. Transcurrieron alrededor de veinte minutos y Timo no volvió. Mia me dió una mirada y ambos supimos que estaba sucediendo lo que más nos temíamos. Vomitar es uno de los tantos síntomas de un tumor cerebral, esperábamos que cuando llegara la hora no fuera algo tan drástico y repentino, pero así fue. El cuerpo del niño yacía sobre la alfombra del baño, inerte. Creo que fue la peor escena que vi en mi vida. Al instante Mia cayó al suelo con el alma desgarrada, yo no quise seguir mirando así que aparté mis ojos lagrimosos y fui a llamar a emergencias. ¿Cómo era posible que un niño con tanta vida por delante, muera? Timo, era un niño inteligente y con un futuro prometedor, pero un tumor cerebral le arrebató todo aquello. Lo peor es que nadie tiene la culpa así que no puedo ir y partirle la cara a alguien.

Y sobre mis teorías... estaba totalmente equivocado. Al leer los resultados ese día, se me pasó leer el nombre del dueño. Mia no era el paciente terminal sino Timothée, quién había desarrollado un tumor cerebral canceroso a lo largo de su niñez y cuándo Mia se dio cuenta de que su hijo poseía tal enfermedad, ya era muy tarde. Cualquier tratamiento o quimioterapia era en vano. El tumor ya estaba en sus etapas finales y el tiempo restante eran dos meses. Aquel día que fuimos al doctor Mia fue a hacerse unos exámenes y también a retirar los resultados de una biopsia que le había hecho a su hijo semanas atrás debido a los vómitos y dolores de cabeza que había comenzado a tener. Por eso Mia le dijo a Timo que no iría más a la escuela. Había mandado una carta al colegio dándole las razones por las que no lo enviaría más. Después de todo, sí quería pasar los últimos días con su hijo, pero no por qué ella fuera a morir. El Dr. Francis, más que un doctor, resultó ser un pediatra y

Odio los funerales, nunca estuve en uno y mucho menos en el de un niño. Jamás había visto un ataúd tan pequeño como este. De hecho jamás había visto un ataúd, pero siempre creí que la primera vez que lo viera sería uno de los grandes. El día es radiante y caluroso, pero por culpa de las películas siempre me imaginé los funerales lluviosos y oscuros. Todos vestimos de luto y el silencio es espeluznante. Mia se encuentra sentada a mi lado con su mano aferrada a la mía y la mirada fija en el ataúd de madera. Por el rabillo del ojo noto las bolsas debajo de sus párpados inferiores que delatan cuánto ha estado llorando estos días. Sus ojos son propios de una mirada vacía y no la culpo.

Parte del protocolo es que los invitados pasen al frente y den unas palabras sobre la persona —en este caso, el niño— que ha fallecido. Mia me pidió que lo hiciera por ella, ya que no se cree capaz y no le gusta llorar frente a las personas. Es lo mínimo que puedo hacer por ella en estas circunstancias así que acepté, no soy muy bueno hablando frente al público, en clase era un asco dando charlas, pero intentaré dar lo mejor de mí.

En estos momentos uno de los profesores de Timo se encuentra hablando sobre que tan buen estudiante era el niño en su clase. Finaliza y llega mi turno, tomo un profundo respiro y puedo sentir el apretón de mano que me da Mia antes de soltarme. Me levanto de mi asiento, paso al frente y me coloco detrás del ataúd dónde descansa el cuerpo del pequeño.

Cruzando FronterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora