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-Tengo Matemáticas, pero es casi lo mismo-

-claramente, pero las tendrás en veinte minutos, aún podemos hablar- retrocedi unos pasos -

-Voy a gritar, de verdad no quiero hablar - él avanzó, sus ojos parecieron brillar y mi cuerpo se sintió débil- ¿me dejas ir? L-luego ha-hablamos - se lo pensó -

-No soy ese tal Santiago, Señorita-

-Sebastian - murmuré.

-Sebastian, Santiago, es lo mismo, míreme y no me tema - sus pasos eran suaves y me miraba con tal firmeza que me obligaba a quedarme quieta.

Se agachó a mi altura y sus ojos me miraron, eran verdes, parecía tener lentillas.

-¿tiene l-lentes? - asintió -

-Me gusta este color, además mis ojos oscuros son muy ordinarios -

-¿Y los míos...?

-los suyos son de un color miel que me fascina, me sorprende, y me atrae de diferentes formas- sus labios besaron mi mejilla levemente- puede irse si me promete seguir hablandome y no quiero verla salir antes o escabullirse entre sus compañeros - asentí, me dejó espacio, salí dando un pequeño trote.

Los pasillos estaban prácticamente vacíos, viendo de reojo los casilleros, me distraje y una persona me quitó la mochila mientras que la otra me arrastró hacia dentro de una sala (suponiendola) vacía.

Estaba oscura y las ventanas tenían cortinas.

-¿h-hola? - la puerta se cerró violentamente.

Me froté mis manos con miedo y me relajé cuando una de las hermanas abrió una la cortina de la ventana más grande de la habitación.

Emma y Cleeo tenían los brazos cruzados.

-¿irás hoy? Necesitamos que vengas a las 10, queremos que distraigas a Papá mientras vamos a comprar cerveza, Pfff, tenemos 23, podemos hacer lo que se nos antoje, pero mientras estemos en su estúpida casa, debemos seguir ciertas reglas-

-Cleeo- Emma la miró suspirando- ven a esa hora en específico, luego distraelo por al menos 1 hora -

-¿U-una h-hora? N-no puedo tanto... Sólo debo darle el permiso p-para que arregle el problema de el cuadro de ho-honor ¿verdad? -

-¿ahora eres tartamuda imbécil? Lo distraes con lo que sea, vete preparando un numerito porque yo necesito cerveza, alcohol, sidra, algo- me empujaron y pasaron por mi lado dándome una papel con la dirección impresa -

Mi mochila estaba encima del escritorio, corrí y la tomé viendo un papel caer, al tomarla.

Guardé la dirección en mi bolsillo y recogí la hoja misteriosa.

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Qué divertido es verla pensar quién soy, usted va a dudar, hasta que yo se lo diga. Puedo ser el que menos se lo espere, como no.

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La rompí al darme vuelta, la puerta volvió a cerrarse.
Los trozos de hojas se cayeron de mis manos con mi retroceso y mi caída al no notar un desnivel en el suelo, retrocedi por aquel beso en mi mejilla, el cual me asustó de sobremanera. Respiré profundo esperando algo, pero no, sólo una tenue luz de la cortina la cual estaba casi cerrada.

De ahí, vi unas manos con uñas afiladas pasar lentamente por las cortinas azules, las cerró y al instante algo pareció moverse en un extremo alejado de la habitación, me fui contra la esquina más cercana sintiendo un frío sepulcral. El frío empeoraba a cada segundo y si trataba de moverme de allí, algo se movía dándome a entender que me quedase quieta.

Una mano se posó en mi mejilla, aquellas uñas me rasguñaron suave para luego sentir como bajaban.
Unos minutos más tarde, me abrazaba a mi misma para contener el calor y un dolor fuerte me invadió, provenía de un corte en mi hombro. La boca de Sebastian, quién ya sabía que estaba enfrente de mí, sin verlo, reconocía su lengua pasar por la herida, lloriqueé.

-Quiero que sea mi ama ¿me prefiere como mayordomo o cómo qué? Puedo adoptar la forma que desee, puedo ser lo que se le ocurra, sólo dígame sus deseos y los cumpliré, haré lo que quiera y ordene, la mimaré mucho, la cuidaré y nada le ocurrirá -

-¿Q-qué puede ocurrirme? - su nariz me acarició la mejilla para luego besarla -

-hoy ocurrirá algo importante, tenga cuidado- moví mi mano hasta tocar su mejilla, mis dedos tocaron sus labios, luego simplemente traté de imaginarme su rostro, pero él tomó mi mano y besó mis yemas - Usted es bellísima-

-No voy a hacer n-ningún contrato-

texting - Sebastian Michaelis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora