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-mi preciosa ama-

-¿Eres Samuel? -quise saber.

-No -

-Si soy tu ama, no quiero que me mientas - lo sentí sonreír -

-le quedan dos - avisó -

-¿Eres Samuel? -

-No- asentí.

-¿Eres el señor con barba de la institución a la cual me quieren transferir? -

-No -contestaba -

-¿Eres el... Señor Ciocanu? -

-No -

-Q-quien...

-Me llamo Sebastian Michaelis, aunque si desea cambiar mi nombre, puede hacerlo, no me molesta - negué -

-Me gusta éste -

-muy bien ¿Quiere agregar otro deseo? -

-No te daré mi alma- fijé mi vista en la esquina donde antes había estado el señor Ciocanu - olvidame-

-Eso es imposible, créame, la haré feliz-

En aquel instante, no me fijé que alguien trataba de abrir desesperadamente la puerta.
Cuando se abrió, Sebastian me había cubierto la boca y me sostuvo los brazos al pararse. La luz se encendió.

-Si se voltea, la mato - Tragué en seco - Descuide, sólo bromeo, pero le recomiendo no voltear -

El hombre corría de un lado al otro y yo trataba de gritarle y él por más que tratase de encontrarme por la habitación, no me veía.
Quise patear el suelo, maldecir incluso, pero aquel demonio me tenía muy sujeta.

-Puedo hacer que las personas vean cosas, y que no las vean, ¿no es genial? Pude hacer que usted vea a Samuel, y en realidad, no es más que otro profesor que su hermosa mente creó, dándole otro aspecto al que tiene - unas lágrimas se me escaparon, pensando que cualquier cosa que alguna vez pudo hacerme feliz, él lo había inventado, o peor, todo lo que yo creía cierto, era mentira - yo puedo controlar lo que él le dice -

-¡Rose! ¡ROSE DONDE DEMONIOS ESTÁS! - la pistola estaba en el suelo, él la recogió y se la guardó -

Después, salió de la habitación.

Allí, Sebastian me soltó, pero al querer voltear, ya no estaba.

Corrí y comencé a gritar;

-¡Señor Ciocanu! ¡Señor! ¿¡Dónde está!? -

-¡Rose! - corrió asustado hacia mí, y tocó mi mejilla - ¿qué ocurrió? -

-Y-yo... La persona se fue, me había cubierto la b-boca y al parecer no encontró lo que quería y se fue y... Au- quité su mano, mi mejilla sangraba -

-Ven, vamos a curarte -

20 minutos más tarde, estábamos viendo como las chicas tenían las botellas de alcohol como si de flores se tratase.
Mi mejilla dolía un poco, pero él me había curado bastante bien.

Sólo era un rasguño.

Sentí como mi celular vibraba

Sentí como mi celular vibraba

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En realidad, bueno

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En realidad, bueno... Estábamos viéndolas.

Entraron a la casa y se fueron a ocultar aquellas botellas.

Entraron a la casa y se fueron a ocultar aquellas botellas

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Suspiré y me despedí del señor Ciocanu.

Él dijo que haría su trabajo para no ver a sus niñas tomar.
Me sentía mal por él.

Al parecer las gemelas sabían que habían cámaras en la entrada pero no por toda la casa.

Bajé las escaleras viendo a la chica con más pircings que había visto en la vida, tomar de largo una botella para luego estrellarla cerca de mí logrando que largase un grito y me corriese.

-¡No grites, zorra! - gritó uno de los chicos - joder como te debe tener tu novio en su cama - se cruzó de brazos.

-Zack, cállate, yo voy a llevar a Rose a su casa, si me disculpan -

James pasó de largo hacia mí mientras las gemelas le gritaban cosas.

-¡No volverás aquí! ¿¡Me oíste!? -

-¡te odio! ¡¿Me utilizaste por esta?!-

-¡infeliz! -

-¡hipócrita! -

-¡ni siquiera sabes qué significa esa palabra, Cleeo! -

-¡tú tampoco! ¡Y yo soy Emma! -

-James, no soy tu novia y no te dejaré llevarme a ningún lado - lo evité y con pasos largos y firmes, salí.

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Llevaba unas cuadras cuando comencé a sentir murmullos, no entendía lo que exactamente decían, pero me daban miedo.

Tenía frío, y más frío tuve aún cuando alguien me cubrió la boca y logrando visualizar a un hombre extraño unos segundos antes de que aquella venda tapase mis ojos y mis manos fuesen atadas. Lloriqueando pataleé pero...

texting - Sebastian Michaelis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora