Capítulo 29

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Mistuba interpretó mi silencio.

-Baka-Yuu, eso no se hace- me regañó como una madre a un hijo o como una hermana mayor.

-La mayoría del tiempo no lo hago a propósito- susurré.

-Y Mika no tiene porqué ponerse celoso- reflexionó- Esto está muy, pero muy raro- se rascó la barbilla, como pensando y yo sólo me dejé caer de nuevo sobre el respaldo suspirando. No quería hacerme ilusiones... no debía.

No quería que Mitsuba se fuera, porque sabía que luego tenía que enfrentarme yo solo a un montón de sentimientos que no deben de estar dentro del corazón que ahora latía dentro de mí cuando lo veía a él.

(...)

Me mordí las uñas con nerviosismo, ideando quién sabe cuántos planes para evitar a Mika, porque sí, eso es lo que haría, después de haberlo pensado y repensado, la decisión más sabia era evitarlo, así, a lo mejor, los absurdos sentimientos desaparecían. Miré el reloj con nerviosismo, como alguien que teme que el tiempo de un examen se acabe cuando no vas siquiera a la mitad. Faltaban doce minutos para las siete de la tarde.

Contárselo a Mitsuba y que ella me hiciera ver las cosas con claridad, había servido sólo para atormentarme; porque ahora ese era exactamente mi problema, todo estaba ya claro y yo estaba enamorado de alguien de quien no debía. Tanto tiempo compartido había traído consecuencias fatales para mí.

¿Y si no le abro? Pensé.

Cuando llegara podría ignorarle y no salir a abrirle, así, él se iría y yo no tendría que atormentar a mi corazón, haciéndolo latir para luego ordenarle que se callara.

Corrí a mi habitación, dispuesto a embarcarme en mi mundo e ignorar los ruidos externos, y eso incluía el llamado a la puerta que en cualquier momento se oiría.

Conecté mi reproductor de música al par de audifonos que Guren me había regalado en el cumpleaños número diecisiete y dejé que la música sonara queda por toda la habitación.

Mientras sonaba la primer canción de la lista, aquellos golpeteos en la puerta tan reconocibles ya, se escucharon, haciéndome latir el corazón con un palpitar que resultaba ridículo. Traté de ignorarlos y sobre todo, ignorar el pensamiento de saber quién era el que estaba detrás de la puerta. Pero los golpecitos se aferraron a seguir llamando y era como si su sonido me incitara a correr y ver el rostro que ahora se proyectaba en mis sueños. Arranqué de un jalón el reproductor y conecté los auriculares blancos para luego llevarme cada uno a los oídos, haciendo girar el círculo para que el volumen subiera y me atronara en los oídos indefensos. Me tumbé sobre la cama y cerré los ojos con fuerza, produciendo una que otra arruguita en el parpado. Enterré la cabeza en la almohada y luego canturrié algunas estrofas de la canción que sonaba con potencia en mis oídos, haciendo de mi voz sólo un farfullar ahogado que nada más yo entendía.

Así pasaron casi cuarenta y cinco minutos hasta que decidí que no quería quedarme sordo antes de los treinta y bajé el volumen hasta desvanecerlo completamente y luego apagarlo.

Suspiré, ¿con qué cara vería ahora a Shinoa? ¿Podía acaso ser tan hipócrita como para mantenerle la misma sonrisa “sincera”? Ella no merecía que nadie le hiciera daño, nadie y mucho menos yo, ella ya había sufrido tanto y ahora, no podía permitirme hacerle daño. Contemplé el techo blanco por un rato, sintiéndome la persona más pérfida como amigo.

Entonces oí cómo la puerta se abrió y luego la voz de Shinoa y la de Mika mezcladas. El corazón me latió por dos cosas, de nerviosismo y ansiedad.

-¡Yuu-san! ¿Estás?- preguntó Shinoa en un sonoro grito.

¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? ¿Salir y portarme como si nada, siendo hipócrita hacía con Shinoa y ordenando callar a mi corazón cuando Mika se acercara ó quedarme encerrado en mi habitación y hasta quizá ocultarme en el armario para siempre?

-¡Allí estás!- dijo Shinoa con alivio abriendo la puerta de mi habitación y haciéndome sentir descubierto bajo la mirada azul de Mika que se mostraba en segundo plano.

Le sonreí, totalmente nervioso y atontado debido a que no tuve la oportunidad de salir corriendo por la ventana, aunque hubiera sido mala idea por los tres pisos que había antes del suelo. No pude mirar a Mika, o mejor dicho mantener mi mirada en él, mientras él me veía; pero tampoco pude hacerlo con Shinoa, porque ella quizá podría ver en mis ojos alguna aflicción. Y no estaría del todo equivocada.

-¿Por qué no le abriste a Mika?- preguntó entre tanto que yo bajaba de la cama y me acercaba para salir de mi habitación aunque no quisiera.

-Oh, perdóname- intenté mirar al interpelado pero su mirada me derritió el corazón incluso antes que éste pudiera latir, así que me apresuré a hablar para quitarla rápido-. Es que me quedé dormido con la música a todo volumen- me excusé y luego me dirigí hasta la cocina para tomar una manzana, pero más para huir de ambos. Porque por el lado que sea, yo me sentía culpable.

-No, no te preocupes- me dijo Mika y su voz hizo que las piernas me temblaran.

-Lo encontré sentado afuera, quién sabe por cuánto tiempo estuvo allí- musitó Shinoa y por la colilla del ojo miré cómo se giró hacía Mika para darle un abrazo cariñoso.

El hecho de que no quería admitir que me daban celos, no evitaba que los sintiera. Entonces el timbre sonó interrumpiendo el beso que estaban a punto de darse y corrí alegre a abrir la puerta, dándole gracias a quién sea que estaba del otro lado.

Cuando abrí, un ramo de rosas rojas le tapaba la cara a alguien y sólo divisé las viriles manos que lo sostenían. Todos nos quedamos observando, confundidos y curiosos, hasta que el ramo de rosas bajó y pude ver el bello rostro juvenil de Shusakū, sonriéndome

~•Manual De Lo Prohibido•~ //Mikayuu//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora