Capítulo 53

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Lloré inconteniblemente sobre su hombro, porque me sentía solo, sentía que tarde o temprano así me quedaría. Solo.

Tardé unos minutos en recuperarme y vi cómo había empapado su camisa, produciendo en ella un manchón sobre su hombro.

-Perdón- murmuré mirando lo que había producido mi llorar.

-No te preocupes- me limpió con su pulgar una lágrima que caía por mi mejilla e inevitablemente me recordó a Mika esta mañana.

Me quejé.

-No puedo creer que haya sucedido- musitó.

-Fue mi culpa.

-No- me contradijo firmemente- No sólo ha sido culpa tuya, Mikaela también es culpable, y yo diría que más de la mitad de la culpa cae en él. ¿Por qué no lo evitó? Digo, tú… estabas borracho, pero, ¿él? Él estaba en sus cinco sentidos- meneó la cabeza en forma de reproche. Se quedó en silencio un momento y luego pareció darse cuenta de otra cosa. Me miró- Pensé que odiabas el alcohol- musitó.

-Lo sigo odiando, Shusakū. Ahora más que nunca- siseé y luego gemí con dolor-. Pero es que la mente se me nubló y… fue la única estupidez que se me ocurrió para olvidar- admití.

-Prométeme que nunca más volverás a hacerlo- me pidió.

-En lo que me resta de vida- levanté la mano jurándolo.

Shusakū volvió a abrazarme, pero esta vez fue un abrazo corto.

-¿Ya no hay vuelta atrás?- me miró congojado.

Negué con la cabeza baja.

-Me voy, mañana en la mañana- murmuré.

-Mikaela es un idiota- resopló-. No puedo creer que tengas que irte, es decir, no tan pronto.

-Es lo mejor, de todas maneras ya lo había pensado. Me tardé demasiado analizándolo, ese fue el problema.

-¿Le dirás a Shinoa?- me preguntó, como no queriendo la cosa.

Me tembló la boca y la quijada al contestar.

-Tiene que saberlo- tomé aire-. Pero no estoy muy seguro de cómo- bajé la mirada.

-Todo va a salir bien, Yuu- me tranquilizó, pero yo sabía que más allá de sus palabras, la verdad era otra-. ¿Te despedirás?

-¿De quién?

-De Narumi.

Otro pinchazo de dolor a mi corazón. Otra persona que extrañaría bastante.

-No me gustan las despedidas- musité con el dolor en mi voz.

-Oh, vamos. No puedes irte sin decirle adiós. Sabes que él te aprecia mucho.

-Pero me va a doler- dije.

-Y le va doler más a él si no lo haces.

Suspiré.

-De acuerdo- acepté -. Ahora llévame a tu departamento, por favor- dije sobándome la cabeza que sentía explotar.

-Gracias- me hizo un cariño en el mentón y luego abrió el cajón de delante de mí- Toma, te ayudarán un poco- me ofreció unos lentes de sol y cuando me los puse y mi vista se oscureció, el dolor disminuyó quedamente.

Arrancó el auto y condujo hasta el departamento, tenía que comenzar a hacer mis maletas.

Cuando llegamos y subimos, Shusakū me preparó una extraña malteada blanca.

-Tómatela- me dijo dándome el vaso y me hizo recordar la noche anterior, me recordó el cómo Ferid ponía frente a mí los vasitos con alcohol.

Lo miré receloso.

-Si algo he aprendido de mi tía, es a hacer remedios caseros para todo, anda- me instó-. Se te quitará ese horrible dolor de cabeza.

Le di un sorbo pequeño al vaso y luego, le abrí paso a uno más grande; hasta que divisé el fondo de cristal de aquel vaso.

Aquello no sabía tan mal.

-Perfecto- sonrió Shusakū. ¿Qué vas a hacer ahora?

-Mis maletas- musité-. Entre más pronto termine todo, mejor.

Él suspiró con pesar, enterrando sus ojos azul oscuro en mí; luego, soltó una risita y meneó la cabeza.

-Tú te atreviste a hacer lo que nunca pude hacer yo- me dijo-. ¿Qué hubiera pasado si hubiese sido yo el que hubiera robado un beso a de ti?- me preguntó.

-Supongo que no me estaría yendo ahora, además recuerda que ya me has robado uno- admití-. Pero dicen que las cosas suceden por alguna razón.

-Sí, ahora yo tengo a Narumi y…

-Y yo regreso a Shinjuku- traté de sonreír.

Ambos nos quedamos en silencio.

-Me tengo que ir  Shusakū- musité-. Gracias… por todo- dije desde lo más profundo de mi corazón.

-No agradezcas, para mí ha sido todo un placer conocerte, mi principessa- sonrió.

-No nos despidamos aún- dije-. Te veo más tarde- sonreí y salí de su apartamento hacía el mío.

Cuando me hube adentrado en él me dejé caer sobre el suelo y parecía como si las ganas de llorar no acabaran jamás.

Me levanté cansado, pero al menos evitando a toda costa derramar una gota de agua más. Me dirigí a mi habitación y saqué mi par de maletas azules que había traído conmigo, luego, comencé a llenarlas de ropa, objetos y todo lo que me pertenecía.

~•Manual De Lo Prohibido•~ //Mikayuu//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora