Tren

290 19 3
                                    

Un paso. Ya el esfuerzo que cargo sobre mi cuerpo es suficiente como para dar otro. 

Y me detengo.

La brisa sopla suavemente y acaricia mis hombros, sintiéndome un poco aterrado sobre el poder del placer que me otorga este. 

Echo un vistazo a mi alrededor y veo a un grupo de jóvenes hablando entre sí a carcajadas. En mi interior, me siento feliz por ellos. De hecho, me encantaría formar parte de sus charlas. En especial, formar parte de su grupo. 

Suspiro algo incómodo. Soy el único que ha venido solo y sin tanto equipaje. 

No puedo evitar sentirme, -además - conmovedor. Hay una pareja besándose en un árbol cerca de las vías, y lo hacen con mucha ternura. Jamás he besado a alguien y, puedo prometer que cuando deba hacerlo, me gustaría que fuera de esa forma. 

De hecho, si he besado a alguien. No obstante, prefiero mantenerlo en el olvido. 

Así que la primera vez que bese a alguien de verdad, recordaré la dulzura con la que estos dos extraños transmitían su amor. 

-¿Vas a quedarte ahí? -una voz me sobresaltó, de repente. Abrí de par en par mis ojos y miré hacia donde la pareja se encontraba hacía un segundo. Ya no estaban allí. De hecho, las personas que reían hacía un segundo, también, se habían marchado. -Joven, le pido que no nos atrase. 

Solo así me he dado cuenta de la presencia del tren y el conductor hablándome con cierta exasperación en su semblante. Por lo que aferro con más fuerza los tirantes de mi mochila, y me adentro al transporte que, en cuanto doy un paso, cierra las puertas automáticamente y sigue su camino hacia el frente. 

Hay 6 vagones y no sé a cuál debo ir, jamás he viajado en tren y me encuentro perdido. No encuentro a las personas que reían en la acera, seguramente se encuentren en los últimos vagones. 

-Disculpa. -me dice en cuanto me golpea un cuerpo al cual no le he visto el rostro. Intento sonreír diciendo que no importa, pero solo me ha salido una mueca indiferente. 

Camino por el primer vagón, repleto de personas adultas y niños cansados de estar sentados durante horas. Me pregunto a dónde irán y con qué objetivo. 

Me dirijo hacia las puertas del segundo vagón, y estas se abren en cuanto una mujer pasa por ellas. Por lo que aproveché la oportunidad para pasar. Aquí no hay tantas personas, pero el grupo de adolescentes se encuentra en el fondo y aquel lugar está repleto de personas. 

Suspiro. 

Los jóvenes eran la única posibilidad de subirme el ánimo en el trayecto. 

Siempre olvido que la vida se dirige hacia mí como si no valiera la pena mis intentos por salir adelante. Quizá pudiera hablar con alguno de ellos pero, aún así intentándolo, terminaría usando el lenguaje de un tartamudo. 

Me dirijo hacia un asiento vacío junto a la ventana, para mi suerte.

En cuanto me acomodo, acomodo la mochila en el asiento vacío a mi lado y comienzo a escuchar Nervous de The Neighbourhood. Me atrevo a cerrar los ojos como ciertos adultos en el primer vagón y siento cómo la melodía se introduce en mi alma, intentando sacar los demonios dentro de mi oscuro corazón. 

Hasta que un toque en el hombro me vuelve a la realidad.

Abro los ojos y bajo el volumen de la música. 

Es la chica de la pareja. 

Lleva el pelo ondulado por apenas unos centímetros de los hombros y sus ojos verdes intentan llamarme la atención. La chica lleva una mochila sobre su espalda y una maleta a su costado. 

Entiendo el mensaje que sus ojos intentan transmitir y dejé vacío el asiento a mi lado, acomodando la mochila sobre mis pies. 

-¿No esperas a nadie? -preguntó. 

Negué. Intenté sonreír, pero la mueca aparece. 

-Los vagones del fondo se encuentran llenos -me explicó, en cuanto se acomodó en el asiento. Deja la mochila sobre su falda y la maleta sobre sus pies. -Y en el frente los niños no paran de corretear. 

Quería preguntarle por su novio, por qué no estaba con él. Sin embargo, me mantuve callado. La conocía hacía unos minutos sin saber siquiera su nombre y no tenía derecho a preguntar algo tan personal.

Asiento ante sus palabras y me dedico a mirar por la ventana. Dejo reproducir la canción nuevamente y me dedico a mirar los árboles pasar con rapidez ante mis ojos como ciertas casas a larga distancia. 

Hasta que siento sus ojos mirarme. 

Y le veo. Bajo el volumen.

-¿Quieres? -preguntó, ofreciéndome una barra de snickers. Eché a reír. Lauren solía regalarme chocolates cuando me encerraba en mi habitación con el fin de ver cómo estaba. Era una excusa para espiarme. 

-Gracias. -lo tomé. 

Volví a mirar por la ventanilla y subir el volumen de mi canción. Esta vez no la bajaría, por más amigable que fuera. No la volvería a ver, y no podía confiar tan rápido en alguien. Si ella se atreve a hablarme y ofrecerme chocolate tal como lo hacía Lauren, probablemente se anime a preguntarme a dónde me dirijo y por qué. 

Y no sabría qué contestar.

No sé con qué fin me dirijo a este nuevo lugar pero, solo sé que donde estaba no era mi hogar. Por más que lo pensara en algún momento... jamás fue mi hogar. 

Locked in my mindWhere stories live. Discover now