El baño

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"To make you feel my love" era una canción que solía escuchar de mi abuela cuando pasaba las noches en su casa.

Recuerdo la primera vez que la escuchó; le hizo querer imitar la voz de Adele -lo cual fue imposible -y me preguntó cómo se llamaba la canción. Desde aquel momento que le respondí, decidí regalarle un disco personalizado para su cumpleaños con varios temas que le podrían gustar (entre ellos temas de Adele).

-And there's no one to dry your tears... -cantaba mientras me preparaba unos waffles. Cada vez que iba a su casa, reproducía el disco y comenzaba a cantar. 

Me pregunto si estará bien.

El impacto de la helada brisa invernal me hace sentir escalofríos y solo así veo la ventana abierta.

La chica se encuentra leyendo "El jardín del Edén" y veo que tiene uno de mis auriculares colgando sobre su hombro.

-Oh, despertaste. -sonríe. -¿Tienes frío?

-Un poco. 

-Puedes cerrarla. -me indica y sigo sus pasos. -Me encanta Adele, por cierto.

A mi abuela también.

-Tiene una voz poderosa. -sentí nervios. 

-Sí, bueno. Es hermosa.

-No tiene nada que ver.

Se cruza de hombros y me limito a dar por finalizada la conversación para mirar por la ventanilla. Debemos estar cerca de la parada, porque nos movemos con mayor lentitud.

-¿Sabes dónde está el baño? -pregunté y señaló al siguiente vagón. Joder. Le agradezco y dejo los auriculares sobre mi asiento. Probablemente -como se atrevió a tomar uno de ellos mientras dormía -no se moleste a tomarlos. 

Llego al vagón número 3 y veo al final de éste un baño parecido al de un avión. Me encamino hacia el, sintiéndome incómodo por las miradas de los pasajeros y abro la puerta del baño. 

-¡Mierda! -gritó un chico, con las manos sobre la cintura de una chica rubia inclinándose hacia él de manera que ambos torsos queden pegados. Se ocultaba tras el. 

Hay una camisa en el suelo y quiero escapar de allí, pero mis piernas no parecen reaccionar. El chico oculta el torso de su chica y cierra la puerta de una patada. 

No puedo reaccionar, ni sé cómo moverme.

Había olvidado las funciones más primitivas y básicas de mi vida por un momento. 

No podía volver  la realidad.

Solo puedo recordar la puerta de madera, la nieve caer con violencia sobre mi cabeza y las ansias de entrar a nuestro cálido escondite del mundo. 

-¿Te encuentras bien? -preguntó una señora, mirándome con preocupación desde su asiento.

Asiento, pero no le es suficiente.

Se levanta de su asiento y da unos pasos hacia mí, intentando hacerme reaccionar en cuanto acaricia mi espalda amistosamente.

-¿Eres de este vagón? -negué. 

-Segundo. -respondí, mirando sus ojos azules con atención.

-Deja que te guíe, ¿sí? 

Y no me resistí, pues no podía moverme por mi cuenta. 

Deje que me tomara con ambos brazos los codos y que me guiara hacia mi vagón donde, nos dirigimos hacia donde se encontraba la chica con mis auriculares puestos.

-Disculpa. -la señora aún no me soltaba. La chica no se movió. La música de sus auriculares se escuchaba desde lejos, era "Ain't nobody takin my baby".  Al ver que la chica no contestaba, la señora le quito un auricular e insistió con que le prestara atención. -Este chico está en shock y me ha indicado que se sienta aquí. ¿Puedes hacerte un lado?

Locked in my mindWhere stories live. Discover now