WESTWOOD COLLEGE

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 Sus ojos se abren una y otra vez, mostrandome un azul intenso. Las olas se rompen una y otra vez mientras le observo, y parece que las paredes se derrumban para formar un torbellino. Y somos absorbidos por él.  O más bien, ella. 

Despierto sobresaltado, me siento húmedo y con las manos sudorosas. Inhalo y exhalo lentamente para tranquilizarme, pero mi corazón sigue palpitando aceleradamente. Intento recordar qué hago aquí en un armario lleno de camperas con olor a sudor, y ver si es buen momento para escapar. 

La mochila sobre mi espalda parece haber duplicado su peso. No he dejado de cargarla y comienza a doler más de lo común. Joder.

-¡Mamá, necesito una toalla! -gritó una voz masculina, proveniente de una habitación cercana. La voz masculina sonaba ronca y esforzada, como si cada palabra saliente de su boca doliera. -¡Mamá! 

-¡Diablos, Christian! -mierda. Ese chico me ha visto en la noche. -¿Sigues alcoholizado? Tu madre no vuelve hasta esta noche y tenemos que encargarnos de todas las mierdas. -escuché una voz, acercándose. -Dios, ¡Qué asco! ¿Esto es queso?

Qué bueno que no debo ayudar a limpiar. Diablos. 

-¡Tráeme una maldita toalla! -gritó, Christian. 

-Ya voy, niñita. -bufó la voz y escuché como sus pasos se alejaban por las escaleras. 

Inmediatamente, salí del armario y respire profundamente. Saqué la lengua, sentía asco de estar en aquel lugar tan repugnante. Debía irme de aquí cuanto antes y llegar a tiempo a clase. 

Antes de marcharme, mi abuela me dio un cálido beso en la mejilla y me abrazó.

-Sigue adelante, Sky. -sus palabras me revolvieron el estómago, pero me dieron el ánimo suficiente para tomar el tren. No sabía a dónde me dirigía. Y mi abuela tampoco me lo había mencionado. Aún así, ella sabía a dónde se dirigía ese tren. A dónde iba mi destino. 

Se apartó con una sonrisa en sus delgados labios y me colocó en ambas manos, una inesperada beca. Casi quedo en pleno shock. Ella sonríe y me dice que lo he conseguido.

 Pero, ¿Cómo la había obtenido?

 Ella me había dado una salida. Y allí estaba yo, cuestionando cómo rayos por fin había una salida a mis constantes pesadillas.

-Te subirás a un tren a esta dirección. -me indicó, entregándome un papel con dicha dirección. Sus manos tomaban las mías una y otra vez. La mandíbula me tiembla, no puedo creer lo que está sucediendo. -Y te irás a donde el tren te lleve. Una vez alcances tu destino, tendrás dónde estudiar. Y te encargo a tí, que sepas dónde dormir. 

No pronuncié palabra alguna. Las ganas de abrazarla, besarla, sonreírle y admirarla por tanta generosidad me invadieron. No obstante, aquellos días eran un infierno y no tenía amor para dar. Lo había perdido todo. A todos.

-Erin...-susurré, cerca de su oído mientras la abrazaba con felicidad. -Pero, tú, tú, ¿Qué? Es decir, ¿Tú que harás? 

Los recuerdos en mi cabeza empiezan a hundir mi cabeza y perderme en la realidad que me rodea. De no ser por el grito de Christian, no habría salido a tiempo.

-¡DIABLOS, ESTÁ MUY CALIENTE! 

Mis pasos son rápidos y ágiles, soy bueno en deportes. 

Me dirijo hacia otra habitación, porque las escaleras ahora son tomadas por el amigo de Christian. 

-Aquí tienes tu maldita toalla, y conste que no soy tu maldita madre. -escuché decir al chico, entrando en el baño. Le veo la espalda, hasta que cierra la puerta y desaparece. 

Locked in my mindWhere stories live. Discover now