Capítulo 6: Annie la Vencedora

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Annie Cresta se había encerrado en su propio mundo de sufrimiento, de locura como muchos decían. Pero lo que no saben es que ella esta aterrada. Sufrió al ver morir siendo decapitado al chico de su distrito. Él que la defendió de los demás competidores para que ella pudiera regresar con Finnick. Más que un aliado era su amigo. El miedo se apodero de ella, corrió todo lo que sus piernas le daban lo más lejos posible de los tributos profesionales se escondió entre algunos arbustos para que nadie pudiera encontrarla, se encogió en el suele cerrando sus ojos, tratando de olvidar esa imagen tan desgarradora de su compañero. Pero ese recuerdo no se iba, y se quedaría grabado en ella siempre.

Pasaban las horas y ella seguía en la misma posición, temiendo de los demás. De pronto sintió el vibrar de la tierra, sintiendo temblores en todo su cuerpo y la vista borrosa, se intento incorporar pero cayó en el intento, volvió a intentarlo apoyándose del tronco de un árbol cercano a ella. Al cabo de unos minutos los temblores cesaron pero trajeron consigo montonales de agua saliendo a borbotones de aquella presa del otro lado de donde estaba ella. El agua inundo la arena, arrastrando todo a su paso, incluyendo los tributos. Annie pensó que era así como moriría. Cerro sus ojos y dejo pasar el agua a su garganta, pero la imagen de Finnick la hizo volver en sí.

-¿Cómo es nadar, Finn? – pregunto aquella niña con el pelo alborotado.

-Es como si volaras, fácil, ingrávido y cuando te sumerges, es como si el mundo entero desapareciera. Excepto por el calor del agua y los latidos de tu corazón. Es... Es difícil de explicarlo. – recordó, las palabras adecuadas que le salvaron la vida.

Cerró su boca, impidiendo el paso del agua en su boca, lucho para poder salir a la superficie y refugiarse en lo más alto de un árbol o lo que encontrase. Ella seguía nadando mientras lo único que escuchaba era el sonido de la corriente del agua y los cañones de los tributos muerto. La noche llego tan pronto como llego el temblor en el suelo. El sello del Capitolio se alzo en lo alto del cielo, la foto de cada tributo muerto por el agua pasa ante sus ojos y lagrimas corren por sus mejillas. La voz de Claudius Templesmith anunciando la ganadora de los 70º Juegos del Hambre mientras llega el aerodeslizador ante Annie y es arrastrada con ellos. De ahí en adelante no es consiente mucho de lo que pasa a su alrededor, se siente perdida y desorientada, las palabras no salen de su boca y su mente está ocupada por aquellos espantosos recuerdos de la arena.

Annie Cresta no sabe porque, pero todos los días se refugia en el mar, tal vez es un recordatorio de lo que vivió, o tal vez es porque fue ese lugar, ese recuerdo de Finnick quien le salvo la vida, quien le dio las fuerzas necesarias para volver con él. Para poder demostrarle que aprendió del mejor maestro. El mar el único lugar donde se siente segura, donde sabe que está en casa, porque este es su mar, este es quien la vio crecer, y quien tiene los mejores recuerdos de su vida.

Finnick Pov.

Ella nunca va a ser la misma, Finnick. Todos los que volvemos de la arena, lo hacemos con heridas. En nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestros corazones. Lo importante a recordar es que, con el tiempo, incluso las peores cicatrices se desvanecen. No te rindas. No ahora, cuando ella mas te necesita.

Esas fueran las palabras de reconformación de mi antigua mentora Mags, al ver como entraba en desesperación, al ver a Annie, con la mirada perdida. En cuanto la nombraron vencedora ni si quiera me dejaron verla, me tenían prisionero, querían verme sufrir. Fui un estúpido por llevarles la contraria ahora Annie está pagando las consecuencias.

La primera vez que la vi después de ganar sus Juegos, me lance a ella, la abrace y la bese, cuantas veces quise, pero al ver que ella no me respondía, supe que algo iba mal. La mire fijamente a los ojos, ella tenía su mirada fija en mí, pero no me veía, mi Annie no estaba aquí conmigo, si en cuerpo y alma, pero no su mente, nunca mas volví a escuchar su voz, pero no perdía la fe que un día ella volviera a mí.

-Hey Annie. – es mi saludo de todos los días, llego a ella y me siento a su lado. Siempre traía conmigo una flor para ella, que aunque no la viera se que le gustaría, aparto un mechón de su oreja y coloco la flor. Inhalo y exhalo.

-Se que estas ahí, porque me lo prometiste una vez. Así que voy a esperar hasta que salgas. – le dije, tratando de que donde estuviera, podría al menos escuchar mis palabras.

Saco de mi bolsa mi lazo para comenzar una nueva red, mejorada y mucho más grande que la primera que hice, hace ya algunos años. Comienzo hacer nudo tras nudo.

...

-Hey Annie. – digo al llegar a ella.

Otro día en el que está perdida en sus pensamientos y yo no puedo hacer nada para que este bien. Coloco una flor rosa en su cabello, y miro su rostro, la mirada ida como siempre en el horizonte, pero sigue igual de hermosa como siempre. No me daría por vencido tan rápido, lucharía y estaría por ella, como lo había hecho Annie conmigo. Me necesita. Necesita que me sienta a su lado como algo a lo que aferrarse para volver a mí.

Saco del morral lo poco que llevo avanzada la red y la extiendo para continuar haciendo nudo, tras nudo como había visto muchas veces al padre de Annie, y como yo una vez lo hice, cuando era un niño.

...

-Hey Annie. – como todos los días, está sentada, con las manos en las rodillas, mirando a la nada.

Es costumbre el venir a este lugar, y encontrarla en la misma posición, coloco la flor lila en su pelo. Estoy por sacar la red, cuando noto como tiembla levemente. Esta mañana había amanecido un poco fresco y ella no traía nada con lo que abrigarse. Me saco la camisa y la coloco sobre sus hombros, acomodándola, para que no pase frio.

Extiendo la red entre mis piernas estiradas, y busco el inicio donde me quede el otro día, jalo el hilo saliente y vuelvo hacer nudos.

...

-Hey Annie. – saludo. Hago a un lado un mechón de su pelo y coloco la flor, como es costumbre.

Llego justo para ver el atardecer con ella. La mañana fue un poco agitada, y no pude venir con Annie, al parecer una VIP del Capitolio quería conocerme, estaba arto de eso, ya no lo aguantaba, pero lo seguiría haciendo solo para que Annie no vuelva a sufrir las consecuencias de mis actos, no podría volverme a perdonarme el cometer el mismo error dos veces. No lo soportaría.

El anochecer llega más rápido de lo que pensaba y Annie no tiene intención de irse pronto. Busco unos cuantos palos y ramas a nuestro alrededor y con un poco de práctica adquirida en el Capitolio prendo un fuego cerca de nosotros, para darnos calor, pues la noche parece ser fresca.

Ya me falta poco para acabar la red, solo unos pocos nudos mas y la tendré lista, para cuando ella vuelva conmigo, quiero que vea que no eh sido tan holgazán en todo este tiempo. Así podre ser un gran pescador como mi padre y que Annie este orgulloso de mi. Paso una hora, entre nudo, Annie y mirar un rato el mar. Cuando lo escucho.

-Hey Finn.

Instintivamente giro mi cabeza y volteo a verla, ella sigue mirando el horizonte, pero sus ojos no reflejan esa perdición como antes, mi corazón se acelera al poder volver escuchar su voz y lo único que puedo pensar es: Ha vuelto. 

The Hunger Games: Finnick & AnnieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora