Si se posée un vicio, difícilmente se escapa de él. Solo había pasado unos pocos días desde aquel inolvidable momento en que se cruzaron aquellas miradas; la atracción es una adrenalina que modifica y seduce a las personas sin que éstas apenas adviertan de ello. Las engancha, logrando que a través de un reflejo que no es propio sino ajeno, exploren en otra persona a su propio yo, luego de mucho tiempo acabaran por entender que se descubrieron a sí mismos, y se enamoraron de lo mejor de su propio yo.
Y Dana no fue la excepción!
Su estilo desalineado era lo de menos en cuanto a sus preocupaciones. Nunca era una prioridad el qué dirán... pero para su corazón fino y delicado, gustoso y deseoso por la exquisitez de la vida, los detalles eran una cuestión vital!
Aquel día, Dana sonreía sin saber el por qué, cerraba sus ojos y sentía el placer aparejado de andar en medio de una campiña, sin preocupaciones, sintiendo la fresca brisa apoderándose de sus emociones! Sentimiento sin igual, su corazón abrazado por una inexplicable fuerza latía a punto de estallar, su alma complacida por la melodía de su interior intensificaba su esencia, y su cuerpo experimentaba ligereza, reconfortante sensación... todo en ella bailaba por dentro y enfiestaba a su corazón...
En un instante, en medio de aquel escenario, Dana visualizó aquellos ojos morunos, intensos y profundos como las noches tan oscuras y paradójicamente brillantes en las que ella suele navegar. Un sobresalto la impactó desde su interior y de pronto se sintió abochornada consigo misma, pues cómo podría mentirse, simplemente no se puede, pensaba -y cómo?- ella no tenía ni la más mínima idea de que su memoria albergaba al detalle aquella mirada. Se sorprendió, se inquirió a sí misma y de pronto sintió que aquel estado de armonía tenía que ver directamente con ese momento particular en que advertía su hallazgo. Al entender tal conexión, ésto se volvía una cosa sorprendente de explicarse, y es que ella no quería admitir que deseaba con todo su ser volver a encontrarse aquella mirada, que no tenía nombre, pero por lo visto sí tenía presencia.
Algunos momentos despúes, la música y la brisa interna se detuvieron, dejándola en silencio, parecía que de propósito algo la obligara en todo ello y continuándo su marcha siguió caminando derecho, ensimismada en sus pensamientos, cuestionándose el por qué de aquella mirada entre miles de miradas, de aquel perfume en medio de un millón más de perfumes, en el por qué de que esa presencia fuera tan necesaria encontrarla de nuevo, acaso encerraba algún misterio, pronto quedó absorta y suspendida en su interior, únicamente con su consciencia.
Pasaron algunos días y Dana se encontraba camino al curso de música, en uno de esos pocos cursos que le interesaban y gracias a los cuales extraña y raramente tenía ocasión consciente de sentir el agrado absoluto por recibir al catedrático; caminando muy emocionada iba, cuando de repente divisó en el horizonte entre una marejada de distintos ojos pestañeantes asincrónicamente, titilando como estrellas en un firmamento y acompasados por el vaivén de un oleaje murmurante que al acaecer de unas hacía brotar a nuevas palabras, todas ellas de distintas tonalidades, vocalizadas por distintas cuerdas, en sinfonías que se entrecruzaban en el aire, provocando un ruido apagado y ensordecedor en el que quedaba inmersa la multitud, y en medio de aquel vivo movimiento, entre pláticas que se suspendían en el aire, risas y gestos provenientes de todas sus fronteras, Dana distinguió con asombro, los destellos de luz colándose entre millones de cabellos ondeantes, como finos hilos de miel que provocaban cascadas suaves de tierna luz acaudalándose en emocionados y contrastantes movimientos, definiendo los contornos de muchas cabezas que asemejaban a describir las copas de una arboleda que filtra los secretos más íntimos del dorado cénit en pleno atardecer y así todo en movimiento, entre las muchas siluetas definidas a trasluz, ella identificó solo a una, no tuvo dudas de su sentimiento instintivo, el piso bajo sus pies pareció desaparecer y la multitud quedó suspendida, dejando asomar vívidamente al dueño de aquellos ojos profundos que alentaban a su imaginación, contuvo el aliento y de nuevo se encontró en medio de la campiña.
Instantes después, ambos quedaron de frente, ella enmudeció por un instante y las cuencas de sus ojos parecían no poder contener más a sus esféricos globos oculares, cristalinos y brillantes, emocionados y asustadizos, viéndole fijamente sin mediar palabra, fue entonces cuando descubrió el segundo lenguaje más importante de su vida, -los gestos- y sin saber cómo, este muchacho de ojos vivarachos lanzó a Dana una mirada, agudizando la abertura de sus ojos y esbozó una sonrisa de medio lado, pura y reservada, que al momento atravesó justo en el centro de la estabilidad de Dana como flecha que se lanza, como postre que compra la voluntad de un niño, como... si no entendiera nada.
Él le descubrió aquella mañana, como tesoro que el mar esconde. Nunca olvidaría ese gesto de quien no sabe nada, quedándo en un solo instante a él conectada y con una millonada de incógnitas por resolver en su cabeza, las cuales se sintió obligado a interrumpir con el simple propósito de darle a ella un empujón para afrontar el momento, cuando súbitamente y con su voz de ruiseñor, trajo a aquella hermosa criatura de vuelta, con una simple y limpia frase para romper el hielo, -cómo estás, acaso te conozco?-, arrancándola con ello de aquel trance, momento en el que ella únicamente pudo esbozar gran asombro al despegar sus labios, entreabriendo su boca en un gesto paralizador y sonriendo extrañamente sin dejar de verlo y sin contestar a su pregunta, como susurro que lleva el viento, sin mediar palabra rápidamente avanzó.
Su cabeza daba vueltas, sus latidos parecían copiosas gotas de lluvia azontando el paisaje sediento de vida. Su sensible nerviosismo le impidió enterárse de si acaso aquel chico, tras su huída la siguió, o sería que éste se había quedado allí parado, quizá un tanto descepcionado por su reacción. Decidió no preguntarse cosas que no podía contestarse y no quiso pensar más por el resto de aquel día... su emoción nueva quedó suspendida en la melódica nota grabada en su esencia por la dulce voz de aquel encantador ruiseñor y de ahí se suspendió en un limbo del que aún no se definía su color. Maravillada, regocijada, confundida, voces iban y venían, sin saber a cual atender, decidió echarse a dormir y no necesitó esa noche soñar, su necesidad de viajar a lugares inexplorados e imaginar estaba satisfecha!
Pasarían varios días desde aquel incidente, seguidos de un prolongado silencio para los viajes de aquella navegante intrépida. Su mente se desconectó un poco y encontrándose en blanco su imaginación, vivió sin enterarse de lo que sucedía a su alrededor, solo era feliz, -sí!- feliz por algo que no entendía, que no tenía sentido porque no tenía antecedente, ni pasado, ni historia conocida para ella, era espontánea como la aparición de la vida sobre la tierra, no había mucho que explicar, su origen realmente no era claro y simplemente sonreía mientras se tapaba la cara con sus manos, como si se escondiera de los demás porque la descubrieron en algo, volvía a sonreír y dibujaba al aire con su índice aquella sonrisa, jugaba a imitar la mueca de aquel rostro y repetía en su mente el canto armónico que la capturó.
La brisa afuera soplaba como siempre, pero Dana ahora se sentía distinta... esta etapa era inesperada, porque ella podía encontrarse en medio de un sueño sin salir de ella, sin despegar... nada desde ahora sería igual.
Ella navegaba por rutas nuevas de aguas desconocidas.
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DANA Y EL DESTIERRO DE SU YO
De Todo"Su rareza se convirtió en un desafío que la llevaría a romper sus propios límites". -OBRA TERMINADA-