Mientras me precedía escaleras arriba, me aconsejo que tapase la luz de la vela y que no hiciese ruido, por que su amo tenía unas ideas un tanto raras, acerca de la alcoba que iba a darme, y nunca dejaba a nadie alojarse allí. Le pregunté el motivo y me dijo que no lo sabía que solo algunos años que estaba en la casa y que los habitantes tenían tantas costumbres extrañas que hubiese sido el cuento de nunca acabar si se hubiese dedicado a curiosear.
Hallándome yo mismo excesivamente agotado para sentir a mi vez curiosidad, cerré la puerta y hecho un vistazo a lo que me rodeaba, en busca de la cama. Todo el mobiliario consistía en una silla, un armario y una enorme caja de roble con averturas cuadradas en la parte superior, a los lados, semejantes a las ventanas de los coches. Me acerqué al armario, miré dentro de él y advertí que se trataba de un tipo raro de lecho, anticuado y adecuadamente concebido para obviar la necesidad de habitación separadas para cada miembro de la familia. Formaba, en efecto, un cuartito,y el antepecho de la ventana, a la que estaba adosado, servía de mesa. Descorrí las tablas laterales, entré con mi luz, las cerré de nuevo y me sentí a cubierto de la vigilancia de Robin o cualquiera.
La repisa donde coloqué mi vela contenía algunos libros polvorientos y amontonados en un rincón y estaba cubierto de inscripciones hechas con la punta de una navaja en la pintura. Las inscripciones, sin embargo, no eran sino la repetición de un mismo nombre en todas las clases de letras y en caracteres grandes y pequeños: Regina Mills, que variaba en Regina de Locksley y que también cambiaba a Regina Jones.
Debido a la pesadez que sentía, apoye la cabeza contra la ventana y seguí repitiendo maquinalmente: Regina Mills...de Locksley...Jones, hasta que los ojos me cerraron. Pero no habría disfrutado cinco minutos de descanso, cuando de la obscuridad surgió un resplandor de letras blancas, fosforescentes como espectros. El aire hormigueaba de Reginas. Al incorporarme para disipar el obsesionante nombre, observe que la mecha de la vela se inclinaba sobre uno de los viejos volúmenes, del que se desprendían efluvios de cuero chamuscado. Reanimé la vela, y destemplado por el efecto del frío y del persistente mareo, me acondicione y abrí el libro chamuscado, apoyándolo en mis rodillas. Era una Biblia impresa en finos caracteres que olía horriblemente a moho. En la guarda había lo siguiente escrito: Regina Mills, su libro, y una fecha de un cuarto de siglo atrás.
Lo cerré y cogí otro,y otro luego, hasta que los hube examinado todos. La biblioteca de Regina era selecta y su estado de deterioro demostraba que se había hecho mucho uso de ella, si no un uso completamente legítimo. Casi ningún capítulo escapaba a un comentario -al menos eso parecía- a pluma o a lápiz, quedando relleno todo claro o margen que el impresor dejará. Había frases sueltas y, no obstante, aquella tomaba la forma de un diario en regla garabateao con torpe mano infantil. En la parte superior de un página en blanco (probablemente un verdadero tesoro cuando se encontró) hallé una excelente caricatura de mi amigo Gold, tosca, pero audazmente dibujada, que me regocijo de veras contemplar. Al punto se encendió en mi un vivo interés por la desconocida Regina, y comencé a descifrar en el acto sus borrosos jeroglífico:
"¡Que horrible domingo!", empezaba un párrafo". "Quisiera que mi padre pudiese volver a nuestro lado. James es un detestable sustituto: su conducta con Robin es atroz. Robin y yo vamos a rebelarnos. Hemos dado el primer paso esta tarde.
¡Todo el día a estado diluviando! No hemos podido ir a la iglesia, por lo que Gold nos ha congregado en el desván. Mientras, James y su mujer se calentaban abajo, al amor de un buen fuego, entretenidos en cualquier cosa menos leer la biblia - respondo de ello-; Robin, a mi y al pobre nos mandan a coger los devocionarios y subir. Sentados en fila, en un saco de trigo renegaba nos y tiritabamos con la única esperanza de que Gold también titirase y abreviar el sermón de su propio interés. ¡Esperanza vana! El servicio duro exactamente tres horas, a pesar de lo cual todavía tuvo mi hermano el descaro de exclamar cuando bajamos "¡Cómo! ¿Ya se ha acabado?" Antes los domingos por la tarde, nos dejaban jugar, siempre no hiciésemos demasiado ruido. Ahora la menor Risa basta para que nos castiguen enviándonos al rincón.
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Cumbres Borrascosas: OtlawQueen Y CaptainSwan
Hayran KurguEn esta historia adapte los personajes de Once Upon a Time a la Novela gotica de Emily Brontë(Cumbres Borrascosas) para convertirla en un One shot de Otlaw Queen( yo le cambie el final ). Ahí por los años 1800, el joven Henry Casidy, llega un peque...