CAPÍTULO DOS

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Jayden.

Ella tiene algo que me hace seguir acercándome más. No sé porqué, supongo que es su tipo de energía buena, o algo así.

No es un secreto decir que Eider Jones es hermosa. Debo admitir que el color de sus ojos me hipnotizan, claro, mis ojos son bonitos, pero los de ella son otro nivel para mí.

Me causa gracia la forma tan peculiar en la que nos conocimos, y cuando le di mi mano, pude sentir su incomodidad por un lapso de segundos, cuando estaba contemplándola, pero no pude evitarlo, y además, la razón principal por la que me quedé viéndola, era por su abrigo que admito que la marca me gustó. Nada más.

«Mientras ella pensaba cuál champú uso, yo pensaba dónde podía conseguir ese abrigo».

—¿Qué te parece? — vuelvo a mi realidad encontrándome con los ojos negros de Hanna, y su sonrisa.

—No te estaba escuchando, ¿podrías decirme de nuevo? — le sonrío.

—Te estaba diciendo que podríamos hacer el trabajo del profesor Blanco, juntos — posa su mano en mi antebrazo.

—Cariño, no. Prefiero hacerlo solo, me siento mejor concentrándome y haciendo el trabajo para mí.

Hanna rueda los ojos — siempre la misma excusa, bueno, le diré a Mine si quiere que lo hagamos juntas.

—Como quieras.

—Señor Taylor, ¿terminó su charla ya? — me sobresalto mirando al profesor Blanco con su mirada seria fija en mí.

—Disculpe señor, no sabía que mi conversación estaba haciendo un estruendo en el aula.

Se ríe cínicamente — aceptaré sus disculpas cuando usted al final de las clases se ponga a limpiar el salón de arte, y cuando yo vuelva mañana y la vea impecable.

«¡Maldita sea!»

—Entiendo, profesor — me trago la rabia que tengo. Solo esto me faltaba para cambiarme el día a ser una basura.

Veo de reojo a Hanna y se está haciendo la estudiosa leyendo un libro. Lo peor es que el profesor Blanco solo me castiga a mí y no a ella, siempre con su preferencia a las mujeres.

Salgo del aula cuando es la hora de almorzar.

«Espero que Eider no se haya arrepentido de almorzar juntos».

Voy al que creo es su aula, y me quedo en un lado de la puerta, viendo a los que salen. Pasan solamente quince segundos más o menos cuando la veo salir por la puerta, un poco distraída.

«Se ve bonita cuando se distrae».

—¡Boo! — ella se sobresalta, mirándome con horror.

—¡Estúpido! casi me da un mini infarto por tu culpa — se lleva la mano al pecho — no te estaba esperando aquí, iba directo al comedor para adivinar en cuál mesa podías estar.

—Quise venir a relajar el ambiente — le guiño un ojo.

—Sí, claro, que gran forma.

Nos disponemos a caminar rumbo al comedor, mientras conversamos y reímos. Es de las pocas personas que puedo decir que se puede confiar, o eso creo. Hubo un momento de mi infancia y gran parte de mi adolescencia donde me dejaba llevar confiando de todos los que me tendían la mano. Hasta que conocí a Michael, rompiendo en pedacitos la burbuja soñadora en la que estaba metido.

Secreto Destructivo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora