-Aún.

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Tercer capítulo.

"Aún"

[☁]

Bon observó cómo sus alumnos salían del salón con alegría, luego de qué el timbre del receso terminase.
Suspiró con pesadez, para después abandonar el salón y dirigirse a otro mucho más espacioso, el de música.
Pero cuándo se detuvo en el marco de la puerta de mármol, encontró una figura baja sosteniendo algo qué a distancia lucía cómo un ukelele.

Se quedó observando cómo él joven se colocaba el instrumento, qué en realidad resultó ser un violín, en la posición de inicio, para después recorrer las cuerdas con los dedos, guiados por el arco ubicado en su mano. Obviamente lo había reconocido, era el profesor de Artes, Bonnie Eclair.
Por algúna razón decidió mantenerse alejado de él, no quería interferir en su práctica diaria, qué por cierto, Bon solía observar todos los días con fascinación.

—Increíble —susurró aferrando sus dedos al marco de la puerta con emoción.

Era una melodía preciosa, bastante meláncolica y nostálgica, al igual qué su interpretante.
Bon sintió qué los colores del arcoiris brillaban con mucha más alegría y prosiguió a comprender qué aún habían miles de secretos qué no conocía de su amado y eso le provocaba cierto entusiasmo.

Bonnie era cómo un rompecabezas, tan enigmático e indecifrable, pero al mismo tiempo cautivamente e inspirador.

En poco tiempo el timbre volvió a sonar y Bon se dirigió para dar las últimas horas de su clase.
Pasadas éstas, el recién nombrado hizo su rutina de siempre, limpiando la pizzara llena de tinta y cerrando la puerta de su salón con llave.
Luego de esos pequeños detalles, inició su camino con el maletín en la mano hacía su departamento.
Pero el sonido del violín seguía en su mente, recorriendo cada parte de ella al igual qué un túnel.
Subió el ascendor hasta llegar al piso correspondiente y estuvo a centímetros de abrir la puerta de su hogar, pero la tentación le ganó y decidió pasar unos minutos a la casa de Bonnie, solamente para ver cómo estaba.

Oh, realmente aún estaba muy enamorado.

Tocó tres veces y de colocó sus ya típicos anteojos de sol, acompañados de su gorro.
Tragó saliva y saludó a su compañero de trabajo al segundo después de qué este abriese la puerta con alegría.
Preparó dos tazas de té y, por petición de Bonnie, fue a sentarse en la cama del recién nombrado, pues allí no había ningún sofá.

—Enserio lo lamento, el camión de mudanzas todavía no trae la mitad de mis cosas —comentó con serenidad.

—No importa, tu cama es bastante cómoda.

Bonnie, sentado junto a él, soltó una risita. Llevaba un suéter color ocre oscuro y unos jeans, sin olvidar el detalle de qué claramente no estaba usando zapatos, por lo cuál lucía unas impecables medias de distintos tonos, una era blanca y la otra de un pulcro rojo con rayas amarillas.
Bon sintió un ataque de adrelina, susurrándole qué debía quitarse el disfraz de una vez por todas, pero no lo hizo.

—Bonnie, nunca dijiste qué tocabas el violín.

—¿Me escuchaste en el receso?

En no sólo uno, le encantaba oír de vez en cuándo cómo su enamorado tocaba el violín de forma tan majestuosa.

—Sí, es bastante bello —respondió con un tono bastante cansado.

La sonrisa qué Bonnie le dirigió valió la pena totalmente. Por un segundo los dos parecieron ir a la secundaria otra vez, Bon con su cabello color turquesa despeinado y Bonnie sosteniendo la mano de su pareja con una alegría incomparable. Pero no era así, sus manos estaban separadas y el de mayor altura tenía su cabello cubierto con un gorro bastante desgastado.

—¡Muchisímas gracias! ¡Es genial qué te gustara!

Bon comprendió qué la sonrisa de Bonnie aún volvía su mundo color gris más colorido.

—¿Desde cuándo lo tocas?

Y ésta vez, Bonnie dejo la taza de té en el suelo, seguido por Bon, y tomó su mano con delicadeza, igual qué en su época de adolescencia.
Las mejillas color caramelo de Bon se pintaron de un color más rojizo y éste lo miró con el ceño fruncido.

—Una vez, escuché a alguien tocar la guitarra —comenzó con sus orbes rubí llenos de
brillo —. Y desde ese momento dije qué debía aprender a tocar algún instrumento, para poder enseñarselo algún día.

Si Bonnie supiese todo lo qué esa frase significó para Bon, no lo creería. El recién nombrado apretó con delicadeza el agarre que lo unía al de cabello color morado, observando con nostálgia las pecas qué pintaban su pálida nariz.

—¿Te gustaría volver a ver a esa persona? —preguntó Bon con voz temblorosa.

—Oh, James —le respondió apenado —. No puedo volver a verlo, sería muy incómodo. He oído qué tiene una nueva pareja.

El rostro de Bon palideció, pero no ser sorprendió del todo. Era normal qué la gente pensase qué salía con Mangle, pues vivían caminando juntos en las tardes y hasta almorzaban en restaurantes juntos.
Pero, ¿quién le había dicho eso exactamente?

—Comprendo —dijo con voz serena.

Bonnie suspiró con pesadez y después se levantó de un pequeño salto. Bon lo siguió lentamente y llevó las dos tazas hacía el comedor, dónde las dejó sobre una pequeña mesa de mármol.

—Es tarde, ya debo irme.

Se despidió de Bonnie con cortesía y partió hacía su departamento, el cuál estaba completamente ordenado.
Cenó un poco de carne acompañado de ensalada y luego lavó los platos. Media hora después ya estaba listo para dormir con tranquilidad, se metió entre las sábanas y esbozó una pequeña sonrisa, pensando en qué debía reparar su vieja guitarra.
Apagó la luz ubicada en la mesita junto a él y se quedó observando el techo unos minutos, sin quitar la imagen del violín de su mente.
Todavía no había olvidado su precioso sonido y posiblemente jamás dejaría de sorprenderlo y fascinarlo.

—Bonnie, todavía sigues siendo una pieza de arte sin pintar —susurró en voz baja.

Era cierto, aún Bonnie escondía miles de secretos, qué solo hacían que se enamorase más de él.

-"Sólo tú"-B&BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora