Uno

13.2K 1.2K 205
                                    

El pitido era ensordecedor, retumbaba en sus oídos y lo aturdía.

Se preguntó cuánto tiempo había dormido, su cuerpo entero se hallaba entumecido.

Tacones retumbaron a su alrededor, un mueble chirrió contra el suelo e incluso en la oscuridad de sus cerrados ojos notó la presencia de alguien junto a él.

Giró lentamente la cabeza y vaciló antes de abrir sus párpados.

Todo era blanco a excepción del pequeño televisor en la pared frente a él y la mesa a su derecha que lucía pintada de un rojo chillón. Botellas de agua invadían el mueble.

Decidió observarse a sí mismo y divisó los cables de diferentes tamaños que conectaban su cuerpo a llamativos aparatos, entre ellos el del molesto sonido. Comprendió, entonces, que se trataba del latido de su corazón.

Desorientado, recorrió el resto de la habitación en busca de ayuda. Comenzaba a sentir al terror calar en sus huesos. ¿Por qué estaba allí?

Lo que encontró no le brindó la tranquilidad que necesitaba, por el contrario, una oleada de nervios lo envolvió. Penetrantes ojos azules lo recibieron expectantes. 

El joven llevaba el pelo castaño, con los lados considerablemente más cortos que en el centro de su cabeza. Su par de orbes azules lucían tormentosos, aparentando dos brillantes gatillos dispuestos a disparar al mínimo ataque. Respingada nariz, afilados pómulos y finos labios rosados completaban la plenitud de su angular rostro.

Su belleza era indiscutible. El chico parecía caído del cielo, lo cual era irónico, porque llevaba el color negro desde la camiseta hasta las zapatillas. Incluso se divisaba en la tinta visible en sus brazos y pecho.

Volvió a su rostro, sorprendido de descubrir una sonrisa. La cálida mueca suavizaba a la frialdad antes presente en sus expresiones faciales.

-         ¿Cómo te encuentras, Harry? -su melodiosa voz rebosaba seguridad, vibraba alto y cálido en sus oídos. 

-         B-bien, supongo –murmuró. Su garganta estaba seca y causó un ronco sonido.

El dueño de la atlética figura asintió, sus manos se frotaron inquietas la una con la otra. 

Harry abrió la boca para indagarlo, pero el intento quedó inconcluso cuando la puerta en el rincón izquierdo de la habitación se abrió estrepitosamente. Su madre era la dueña de aquellos sonoros tacones y venía precedida por un hombre entrado en edad enfundado en una bata.

-         Buenos días, Harry, mi nombre es Simons. Veo que has despertado, ¿te duele algo?

-         No, me siento cansado –el doctor revisó sus ojos y cada parte de su cuerpo.

-         Eso es normal –sonrió-. ¿Recuerdas por qué estás acá?

Negó, tragando el nudo que se arremolinaba en su garganta. Apretó la mano de su madre, aferrándose a ella como a un salvavidas. 

-         Bien, ¿qué es lo último que recuerdas?

Pensó por un momento, perdido en el tiempo. Repasó en sus recuerdos e intentó determinar a partir de dónde todo era confusión.

-         Um, no estoy seguro cuándo fue, pero recuerdo estudiar para un importante examen.

-         Ocurrió hace un mes, Harry llamó para comunicarme que había aprobado –la voz de la mujer que lo trajo al mundo interrumpió segura. 

-         De acuerdo, la amnesia es completamente normal en casos de traumas por accidente, no debes preocuparte. Probablemente los recuerdos vuelvan a ti en poco tiempo, de todas formas, haremos una serie de estudios para comprobarlo. Si todo está bien, podrás irte mañana a primera hora.

Simons garabateó palabras en una libreta antes de retirarse e informar volver en cortos minutos para trasladarlo y finalizar su revisión.

Harry escaneó el cuarto y descubrió la repentina ausencia del misterioso castaño.

-         Oh cariño, estaba tan preocupada por ti -su madre le acarició las mejillas y se inclinó a besar su frente reiteradas veces.

-         Lo siento –respondió, él estaría igual si la situación fuera a la inversa-. ¿Y mi padre?

La mirada de su madre de tiñó de dolor o temor, él no supo descifrarlo, pero la reacción lo hizo tiritar.  

-         Ya hablaremos de él. Lo importante ahora eres tú.

Harry asintió inseguro, le permitiría evadir la situación dado que su estado no era el mejor para enfrentar una seria conversación.

-         ¿Sabes qué me sucedió?

-         Te embistió un auto, cielo -su madre se estremeció-. Salías de tu departamento, por la puerta del garaje, caminabas por la vereda cuando sucedió. Ibas camino a la Universidad. El coche huyó, aparentemente nadie vio al conductor.

Trató, sin efecto, de recordar al menos algo de lo que le era narrado.

De pronto la duda regresó a su cuerpo, penetrante.

-         Mamá, ¿quién era el chico que estaba aquí?

Recibió una compasiva mirada. Frunció el entrecejo, confundido.

-         Louis, él te trajo al hospital.

Suspiró frustrado, su cabeza pugnaba con inquietud. Había algo que debía recordar, pero simplemente no podía hacerlo.

-         Tranquilo cielo, todo volverá a la normalidad, te lo prometo.

Tiró de su madre sobre él y se refugió en la seguridad de sus brazos. 

Winter | Primera Parte | L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora