Hay que caminar por horas hasta que nuestros pies se cansen de los mismos zapatos, y luego caminar descalzos el resto del camino.
Pocos días habían pasado, y los chicos ya se habían establecido por completo en su casita. Eran un caso sin remedio, pues con un solo cuarto en casa, dividieron el área en dos. Cada una de las áreas lucía muy diferente de otra.
La parte de Katsuki era muy simple, pero tenía una mesa con su computador para editar fotos y demás, y una cama sin mucho que decir.
La parte de Izuku parecía la de un niño nerd de doce años. Estaban las paredes llenas de pósters de sus series favoritas, en especial de su personaje favorito All Might. Un mueble lleno de libros y mangas, y una laptop donde escribía sus libros.
La cinta adhesiva puesta en el suelo, que separaba desde la puerta en medio todo el cuarto, había sido idea de Katsuki, que también actuaba como un niñato. No quería que Izuku tocara su ordenador.
—Kacchan —se escuchó desde la sala la voz de Izuku, quién había estado afuera conociendo gente mientras el rubio dormía una siesta.
—¿Eh? —le despertó el brusco movimiento de la cama. El peliverde no dudó en ir y sentarse de un salto para despertar a su amigo—. Mierda... déjame dormir.
—Estaba por las orillas del pueblo, donde está la zona hotelera, y conocí a un tipo muy agradable que me ofreció un recorrido turístico para conocer el lugar —decía emocionado, mostrando un folleto que le regaló aquel hombre.
—Pero ya fuimos la otra vez —se quejaba balbuceando contra la almohada, refiriéndose a la primer noche.
—Sí, pero es diferente. Ahora conoceríamos la cultura o la historia del lugar, a más gente y sus tiendas de comida —intentó convencerlo, pues la verdad sí tenía ganas de ir y conocer por completo aquel lugar y tener buenas ideas para escribir, esa era la idea de mudarse—. ¡Por favor Kacchan! —se le encimó por la espalda, dejándole sin respirar mientras seguía rogando.
—¡Agh, está bien! —se levantó de golpe empujando a Izuku—. ¿Pero cuando o cómo?
—Ahorita mismo. Le dije que esperara que venía por ti.
—Eres un molesto. Hubieses agendado la cita para mañana —dijo con su clásico vocabulario de fotógrafo.
—Pero yo quería ir hoy. Vine porque sí alcanzábamos al recorrido de las cinco.
El rubio bufó, pero ya había dicho que sí. Se levantó con pereza y ambos se dirigieron a la zona hotelera, donde estaba aquel hombre esperando a que llegaran todos sus clientes para comenzar.
—¡Iida san! —gritó el peliverde desde lejos al ver al hombre. Los dos se habían hecho amigos muy rápido.
—¡Oh, Midoriya kun! Me alegra que hayas venido, y con tu amigo —saludó al rubio malhumorado con un ademán, recibido una volteada de cara. Le pareció descortés, pero estaba acostumbrado a más de un cliente así.
Ambos chicos se subieron al carrito de turismo, junto a un montón de gente desconocida que tomaba fotos como loca con su teléfono barato. Katsuki hacía lo mismo, pero solo en momentos adecuados y con su cámara profesional.
—Este pueblo se caracteriza por su simpleza y sus calles llenas de color en sus muros —decía, explicando cada una de las cosas por las cuales pasaban. Eran pocas, en realidad. Pasaron por la primer tienda abierta, hasta los templos a los dioses que adoraban. Al final llegaron al pie de una cierra, que hasta arriba tenía un cañón directo a las olas del mar.
—Bien, aquí termina el recorrido normal. Solo los más resistentes siguen para explorar el cerro, espero y hayan traído algo de agua —decía Iida como si fuera un reto que pocos aceptaban. Izuku quería ver qué había en la cierra, y esperaba a que los demás se fuesen, pagando solo hasta donde habían ido. Sin embargo, Katsuki era de los que se querían ir.
—Espera Kacchan, quiero ver qué hay dentro de ahí —le sostuvo de la camisa cuando este ya estaba por retirarse.
—No, ni lo pienses. No tengo tiempo para estas cosas.
—¡Oh! Vamos —daba pequeños saltos molestos e insistentes. Eso lo notó el hombre del turismo, así que se acercó con malas intenciones.
—Veo que usted no aceptará el reto ¿Eh? Seguro tiene un poco de miedo a demostrar su resistencia y valentía.
Eso bastó para convencer al rubio, que enojado por el insulto se adentró al espeso bosque de la cierra primero.
Ahí fueron todos, caminando por el caminito de tierra que se formó con los años. Un grupo tres veces más pequeño que el original, pero los que iban parecían preparados para ello, todos menos Katsuki e Izuku.
La caminata fue muy dura, ya que era costa arriba y había mucha tierra y piedras. Era un camino por el cual definitivamente no podía pasar el auto de turismo. Pero valió la pena, cuando llegaron a la cima y había un hermoso mirador rodeado por una cerca.
De alguna manera desde ahí podía verse todo el pueblito, y el basto e inmenso mar. Era un azul peligroso, dueño de miles de vidas, era hermoso.
Izuku, maravillado, se acercó al barandal para apreciar lo más que pudiese aquel natural monstruo. El mar, con su característico olor salado, sus sonidos llenos de silencio, su movimiento incontrolable, le traía mucha paz a su interior. Era como si él quisiera pertenecer al mar.
Pronto sintió unas manos rodear su cintura y desconcertarlo, giró su mirada para encarar los ojos rubíes de su amigo.
—¿Quieres hacer lo del Titanic? —le preguntó algo divertido. Izuku asintió y se subió al barandal soltando las manos.
Tenía que admitir que le dio algo de miedo, pues eran quién sabe cuántos metros de caída al mar, y probablemente hacer eso estaba prohibido y les regañarían, pero sentir las manos del otro sostenerlo fuertemente de la cintura le daba seguridad.
—¡Soy el rey del mundo! —gritó, imitando al protagonista de la película. Katsuki reía, jalando a Izuku hacia atrás para que cayera en sus brazos y bajarlo de forma segura.
—Tomaré algunas fotos —dijo, dejando pasar el anterior momento y buscando un buen ángulo.
—Tómame una foto —Izuku se paró en una posición extraña, cruzando sus pies y recargándose en el barandal.
—Sabes que te voy a cobrar ¿No? —bromeó, pero era su trabajo, de eso conseguía dinero después de todo.
—No importa, tú hazlo —Katsuki no se tardó en tomársela, la iluminación era perfecta y el viento hacía ver bien el cabello de Izuku.
—Listo, en la casa lo edito.
—Sip —corrió a su lado para ver la fotografía. Una chica llegó también a su lado interrumpiendo.
—Disculpe, ¿Es fotógrafo? —preguntó lo obvio—. Quisiera ver si nos vendía algunas fotos a mí y a mi novio —señaló a un tipo parado atrás, viendo otras cosas.
—Eh, claro. Después vemos los detalles —refiriéndose a la entrega y pago de estos mismos.
Y así, Katsuki consiguió muchos clientes ese día, anotando a cada uno en su lista. Quedaron de ir a recoger todos un mismo día a tal hora en tal lugar. Al final todos bajaron de la cierra, regresando al pueblo.
—Me matan los zapatos —se quejó Katsuki, quien no se había preparado en lo absoluto para ese tipo de excursión. Izuku, por su parte, llevaba sus grandes botas rojas, que eran muy cómodas.
—Ja, debiste ponerte otros zapatos. Vayamos a la playa a caminar despacio hacia la casa.
—No te rías ¿Quieres que te mate, acaso?
Bajaron a la playa, donde estaba la blanca arena caliente. Habían varias personas mojándose, parecían turistas también. Se quitaron los zapatos y caminaron por la arena hasta llegar al otro extremo del lugar, regresando a su casa por las pocas calles de distancia que había, también descalzos y llenos de arena.

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Nuestro
FanfictionWonderDuo Katsuki Bakugō es el mejor amigo de Izuku Midoriya. Y Midoriya es el mejor amigo de Bakugō. Ambos deciden mudarse a un pueblo cerca del mar para establecer una nueva vida, compartiendo cuarto como los buenos amigos que son. O que eran, has...