Alguien llama a la puerta.
— ¿Sí?— pregunto.—Lissy, soy yo — responde mi padre mientras entra en mi habitación.— ¿Qué estás haciendo?— me pregunta con una sonrisa que va de oreja a oreja.
—Nada especial, solo estoy pintando un poco— digo después de retirarme los auriculares. — ¿Vas a comisaría?— le digo al observar su uniforme de policía.
— Sí, de hecho quería pedirte un favor. Necesitamos a alguien que nos ayude un poco con la organización de la fiesta de primavera. El alcalde ha ordenado a la policía vigilancia extra y estamos todos un poco desbordados con la preparación y todo lo demás. No nos vendría mal una ayudita para los preparativos y las invitaciones. Estaba pensando que si tienes tiempo libre...
— ¿ La policía se encarga de eso? —le digo—Pensaba que ya había personas en el ayuntamiento que se encargaban de todos los preparativos. Al fin y al cabo, ¿ qué tiene esa fiesta de especial?
— La verdad es que no lo sé. El alcalde en persona ha venido a darnos el aviso y ya sabes que no me puedo negar. He conseguido el trabajo de jefe de policía facilmente y podría perder el empleo con la misma facilidad.
—Está bien, iré. — le digo.
—Te espero abajo, no tardes.
Me da un beso en la mejilla y baja al coche. Tardo unos 3 minutos en prepararme y me subo al vehículo.
La comisaría no es como me la esperaba. Es bastante grande y parece un lugar acogedor. Quiero decir, todo lo acogedora que puede ser una estación de policía. Supongo que tal vez se deba a la parte delantera del edificio, en la cual hay diferentes tipos de plantas de todos los colores. Es extraño, supongo, que un lugar tan frío como una comisaría pueda parecer tan agradable.
Al entrar una voz suave nos da la bienvenida.
— Clive, has llegado. Ésta debe de ser tú hija. Encantada soy Katherine. —me dice una mujer esbelta mientras me da dos besos en las mejillas.
—Lis, esta es Kate, la mejor agente del pueblo, después de mí, claro—aclara mi padre con una carcajada.
— Tú siempre tan humilde, Clive. — responde ésta con una sonrisa. Kate apoya un gran montón de papeles en la mesa con aparente esfuerzo.
—Lis ha venido a ayudarnos. — dice mi padre dirigiéndose a Kate.
—Perfecto. Estoy segura de que serás de gran ayuda. Esto— dice Kate entregándome una especie de portfolio —es lo que tienes que hacer. Es una lista con los nombres de los invitados. En este pueblo nos gusta hacer las cosas a la antigua usanza. Tienes que entregar a cada invitado su respectiva tarjeta— añade señalando una cesta que contiene un montón de sobres rojos— Tienes hasta el jueves, pero no te preocupes, sino tienes tiempo mandaremos a alguien para que te ayude.
—Vale.—digo con mi mejor sonrisa— Haré lo que pueda.
De repente un hombre vestido con un traje azul marino y otros dos hombres que le siguen como si fueran sus guardaespaldas entran en la comisaría.
—Clive! — grita el hombre del traje azulado con una sonrisa forzada.— Me alegro de volver a verte.
—Alcalde, es un placer tenerlo de vuelta.— dice mi padre algo incómodo.
¿Alcalde? No me esperaba que fuera así. Es bajo y fornido, pero son sus ojos los que me incomodan.
Durante apenas unos segundos su mirada se posa en mí.
—Ésta debe de ser tu hija. Elisabeth,¿verdad? Un placer conocerte querida. Yo soy el Alcalde Bracken, pero puedes llamarme Steve. Tengo el presentimiento de que pronto seremos buenos amigos.
Un escalofrío recorre mi espalda. Quizá sea por su dura expresión o sus movimientos bruscos, pero Bracken no me da buena espina. Me observa con...¿ira?¿rencor? No estoy segura.
—Encantada— digo, intentando mantener mi expresión lo más neutra posible.
Miro el reloj disimuladamente. Son las 11:45. Será mejor que me vaya sino quiero llegar tarde, no sé cómo se lo tomará Caleb...
— Bueno yo... Debería irme. He quedado con alguien. Un placer conocerle.— digo mirando al Alcalde Bracken—Espero que nos veamos pronto. — añado, esperando realmente que no sea así.
Rápidamente abandono la estación de policía antes de que el Alcalde pueda decirme algo más. No me puedo entretener o llegaré tarde.
Cuando llego a mi casa Caleb ya está esperándome en la puerta trasera, supongo que para que nadie le vea.
—Buenos días, ¿has dormido bien? — me saluda con una sonrisa de esas que contagian a todo el mundo.
—Sí. Veo que no has venido andando — digo señalando su flamante moto plateada— ¿ Es tuya?
—Bonita, ¿verdad? Me la dió Tori cuando cumplí los 16. Ya sabes, para ir más rápido y sentirme más Tigre. Todos tenemos una. Cuando quieras te llevo a dar una vuelta.
Noto cómo me arden las mejillas.
—Vale.— le digo. " ¿Vale? ¿No se te ocurría nada mejor Lis?"—Ahora a lo que hemos venido.— añado; no quiero andar con rodeos.
— Está bien. ¿ Has traído el diario?
—No lo tengo aquí— respondo—pero sé dónde está. Te lo diré si respondes a mis preguntas.
—Sabes lo que quieres. Me gusta. Pregunta lo que quieras. Tómate tu tiempo; por mí yo estaría aquí contigo todo el día.
Pienso detenidamente lo que voy a decir. Las preguntas acertadas tendrán las respuestas acertadas.
— ¿ Qué son los Tigres? — le pregunto.
—Cada persona nos conoce de manera diferente, pero para que lo entiendas somos una especie de familia, aunque el término banda callejera también es aplicable.
— ¿Familia? Tori no parecía demasiado cariñosa.
—Ella nos quiere a su manera. Cuando no teníamos a nadie fue ella la que nos rescató y nos unió. Sé que parece una locura, pero se lo debemos todo a ella. Por eso es nuestra líder, aunque estos últimos meses ha estado más arisca debido a lo de Marie.
— ¿Marie? Te refieres a... mi madre— añado, más para mí misma que para él.
—Efectivamente. Pero eso tú ya lo sabías, ¿no? Por eso tienes el diario.
—Yo no conocí a mi madre. Era demasiado pequeña cuando se fue, y ahora que está muerta no creo que la conozca nunca. Encontré el diario por casualidad.
—¿Muerta? ¿Eso es lo que te han contado?
— ¿Qué quieres dec...? — empiezo a decir, pero él me corta rápidamente.
—Tu madre no está muerta Lis. Tu madre ha sido secuestrada, y ese diario es lo único que la mantiene con vida, por eso es de vital importancia.
Se me llenan los ojos de lágrimas, y no sé por qué, la verdad. Nunca conocí a mi madre. Se supone que no puedes echar de menos algo que nunca tuviste, o eso pensaba yo.
Mi...madre... está...¿viva?
Giro la cabeza para secarme las lágrimas. Es entonces cuando veo algo extraño entre los árboles. Agudizo un poco la vista para contemplar a un hombre vestido de negro, que nos observa desde lejos.
Caleb parece haber seguido la dirección de mi mirada, porque se le ha quedado la expresión helada.
Para cuando me doy cuenta estoy subida en la moto de Caleb, yendo a todo gas.
—Agárrate fuerte— me dice justo antes de acelerar.
Me aferro con todas mis fuerzas a su torso, quizá con demasiadas.
El viento me despeina el pelo, pero eso no es lo que me preocupa en estos momentos. Ahora solo puedo pensar en una cosa.
Mi madre está viva.
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Donde nacen las estrellas
JugendliteraturElisabeth es una adolescente que se ve obligada a mudarse a un remoto pueblo para asistir al funeral de su madre, a la cual vagamente recuerda. Cuando llega al pueblo una serie de extraños acontecimientos harán que se plantee todo lo que conoce. All...