Inhalo.
Subo mi tronco hasta que mi pecho toca con mis rodillas.
Exhalo.
Bajo nuevamente hasta apoyar mi espalda contra el suelo.
Inhalo.
Vuelvo a subir.
Exhalo.
Vuelvo a bajar.
Llevo bastante haciendo abdominales. Perdí la cuenta luego de los 200, pero es mejor que nada.
Hacer esto impide que me concentre en el blanco. Y en la rara sensación de ser observada que me aqueja desde hace días. Antes no la tenía, pero ahora me siento vigilada. Intento no hacer nada malo, no vaya a ser cosa que me castiguen. Pero tampoco sé qué es lo que puede llegar a considerarse malo en este lugar.
El color. Seguro que eso no está bien visto aquí. Por eso cuando me sale sangre o me lastimó hasta dejar mi piel morada, quien sea que me vigila me deja inconsciente el tiempo necesario para que todo se cure.
Creen que no lo noto, pero sé que hay tranquilizantes en ese asqueroso potaje blanco que más sirven.
Pero no puedo hacer mucho, es dormir o morir.
Además de la sensación de persecución, de sentirme observada de continuo, han crecido mis dolores de cabeza. No recuerdo mucho de mi vida inmediatamente anterior a estar en el blanco, pero sé que de pequeña no tenía jaquecas frecuentes.
Cada día que pasa es peor. Lo que sea que me estén haciendo, están aumentando la regularidad.
Malditos. Cuando salga es muy probable que intente vengarme.
Me detengo a medio camino en mi subida hacia el siguiente abdominal. Miro hacia un punto en una esquina, que es el lugar que me hace sentir aquella paranoia de estar siendo observada.
—Si no consigo hacer lo que quieren, es posible que no saga del blanco. Y no sé qué es lo que se espera de mi. Jamás saldré de aquí.
Y luego sigo con mis abdominales.

[En Blanco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora