A través de la pantalla, el hombre veía a aquella chica deambular por su habitación blanca. De las doce personas que participaban en el experimento, aquella chica era la que mejor lo estaba llevando.
Cuatro de esos pacientes ya habían sido retirado de las habitaciones blancas con severos problemas. En aislamiento provoca cosas terribles en las mentes más sanas, y si a eso le sumamos la falta de color y el aparente reinicio de cada día...
La mayoría habían empezado a tener alucinaciones luego del cuarto día, por una extraña combinación del silencio y la soledad. Pero ella se había esmerado bastante, cada día escribía una historia y se la leía en voz alta, y también cantaba o pensaba en voz alta.
Él estaba a cargo de la investigación, por lo que estaba al corriente del avance de cada paciente.
Lo que más le alteraba era aquella pérdida de memoria que el electroshock causaba en los pacientes. Él había creído que, al estar ellos inconscientes durante toda la sesión, suponía que el impacto no seria tan fuerte para el cuerpo. Definitivamente, aquello no se comparaba con la violencia de una sesión donde el paciente quedaba inconsciente a causa del dolor.
—¿Qué opina, Doctor Naivek?
Preguntó  uno de sus ayudantes.
—Si puede soportar un mes sin desarrollar grandes trastornos de personalidad o sin perder la cordura por completo, ella será la primera en pasar a la segunda fase.
—¿Y qué hacemos con los otros?
El doctor lo pensó por un minuto.
—Si no se recuperan, pueden deshacerse de ellos. Tenemos consentimiento para hacer cualquier cosa que deseemos con estas personas.
Y dicho esto, se fue de la habitación, con su bata blanca hondenando tras de sí.

[En Blanco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora