Ella se detuvo de golpe, mirando fijamente a la cámara. Le sonrió de un modo extraño, y le pidió que tomara asiento. El doctor Naivek estaba intrigado. ¿Qué significaba aquello? ¿De dónde obtenía el sujeto de pruebas D2 toda aquella información? Desconfiaría de sus empleados de no ser porque él era el único con llave de las puertas de las celdas.
Ella comenzó a hablar otra vez.
—Mi nombre es Rachel Böhm, tengo 27 años y antes de que todo sucediera había tenido una vida muy normal. Ya sabes, nací en el hospital y desde el primer momento hubo personas felices por mi llegada a este maldito mundo hipócrita. Fui al jardín de infantes a partir de los tres años, luego a la escuela primaria y finalmente, con 17 años, salí de la escuela secundaria. Tuve una infancia feliz y una adolescencia tranquila. Forjé mi personalidad tras años jugando en el parque, con los mismos chicos y chicas cada tarde. En la escuela siempre tuve compañeros con los que me llevaba bien, pero no amigos. ¿Quieres saber dónde está la diferencia? En que los amigos te llaman para verte durante el verano.
A los 18 años inicié mi carrera universitaria: un profesorado en inglés. Oh si, amo los idiomas. Todos ellos. Pero el inglés era la opción más cercana a mi casa.
Allí fue donde comenzó la larga pesadilla que me trajo aquí. Esa pesadilla tiene nombre y apellido: Vincent Mûll, el tímido chico con el que choqué durante mi primer día de clases.
Luego de casi un año, comenzamos a salir. Él cambió totalmente en poco tiempo. Revisaba mis mensajes, controlaba a qué hora me iba y a qué hora llegaba, me obligaba a hacerle cuadros con mis horarios bien detallados, para que él pudiera saber si me había retrasado... Una verdadera tortura. Pero lo peor fue cuando quise dejarlo, y en represalia convenció a mi familia de que estaba loca. Me ató a su cama y, con una sonrisa en los labios, cortó mus muñecas, mis antebrazos casi completos, mis tobillos y la parte interna de mis muslos. Luego, cuando estaba casi inconsciente, llamó a la ambulancia y lo preparó todo para que aquello pareciera un intento de suicidio.
Se levantó las mangas, mostrando las marcas que corroboraban su historia.
La piel del doctor había comenzado a calentarse, y en su nuca ya se condensaba la transpiración. Aquella chica estaba logrando ponerle los pelos en punta.
—Oh, mi querido doctor. Aquello fue, sin lugar a dudas, el principio del fin. Cuando me recuperé de aquello, vino a verme y, con una sonrisa en los labios, me aseguró que se iba a encargar de hacer mi vida miserable por haber osado intentar dejarlo. Me advirtió que pasaría mucho tiempo en un hospital psiquiátrico, y que él se encargaría de pasar a buscarme el día que me dieran el alta. Luego de un año allí, algo cambió. Un día, desperté en una habitación sin colores. Una habitación donde el tiempo parecía volverse al punto inicial cada vez que pretendía hacer un cambio. Una habitación que se resistía a las modificaciones efectuadas por mi. En esa habitación, me vaciaron los recuerdos. En esa habitación, algo pasó, y acabé por olvidar todo lo que me había llevado a parar allí.
El doctor se rascó la nuca y, casi de inmediato, ella hizo el mismo gesto.
—Le contaré algo curioso, Doctor. Tome nota: aunque en esta habitación haya grises, negros y una lapicera azul, sigo sin poder ver nada más que el blanco. Por la cantidad de comidas que conté, no pude haber estado más de 20 días en aquél infierno. Sin embargo, lo han logrado. Me han dejado en blanco. Supongo que era lo que quería.
Luego, D2 se dio media vuelta, encaminándose a su cama, y se recostó. No pasó mucho gasta que se durmió.
El doctor miró a su asistente.
-¿Tienes forma de comprobar lo que ha dicho? No servirá si sigue tan dueña de sí como se muestra.
-¿Qué sugiere, doctor? -preguntó ella luego de asentir a su primer pregunta.
-Pues en este momento hay tres opciones -dijo a la par que levantaba tres dedos. -La reemplazamos -bajó un dedo. -La quebramos -bajó el segundo dedo. -O nos deshacemos de ella -dijo mirando el dedo anular, que era el que le quedaba levantado, para luego bajarlo.
-Las tres opciones son viables, doctor -Dijo ella, solicita y temerosa a la vez.
-No -terció él. -Ha llegado demasiado lejos como para asesinarla o cambiarla. Pero se estancará aquí si no logro quebrarla.
Y sin decir más, como era su costumbre, se marchó.

[En Blanco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora