Capítulo 2: El Mal del Dragón

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Spike aterrizó de cabeza en un suelo frio y duro en medio de una habitación que no conocía. Gruñó mientras se levantaba y miraba a la pared por donde salió y donde sabía que podría volver. A pesar de que ya lo había hecho varias veces, no se acostumbraba a esos viajes extraños por esos espejos, y a pesar de que se sentía bien de haber seguido su instinto, parte de su cabeza se preguntaba que hacía realmente allí. ¿Qué tenía que ver ese espejo con su destino? ¿En qué le ayudaría viajar a otro mundo para descubrir más sobre sí mismo, o sobre ser un dragón?

Sin saber lo que le esperaba miró a su alrededor y descubrió que estaba en un túnel tallado en piedra, pero estaba tan oscuro que no pudo apreciar los detalles grabados, el lugar de donde había salido era una de las paredes laterales que bien podían confundirse con cualquiera de las que tenía alrededor. Pasó su garra por la superficie para asegurarse del sitio y cuando sintió que podía atravesarla levemente, como sumergirla en medio de un charco de agua, decidió continuar sabiendo que por lo menos tendría un lugar por donde regresar.

El túnel era corto y espacioso, para su tamaño, y un extraño brillo tenue al final llamó su atención. Su instinto le indicaba que estuviera alerta, pero había algo... un aroma, o una extraña sensación que le decía que si seguía adelante encontraría algo emocionante.

Se alegró de ver que su instinto no se equivocó, aunque fue tarde cuando se dio cuenta de ello. Lo que en verdad sintió al llegar al final del túnel fue un despertar de un sentido que creyó haber olvidado; se sumergió y embriago en él como una esponja que había caído en una pileta con agua.

Oro. Oro, joyas, diamantes y rubíes por doquier. Montañas enteras de un tesoro en piedras que iluminaban con luz propia una habitación más grande que cualquier cosa que hubiera visto nunca. Seguía estando dentro de una montaña, era fácil darse cuenta por el techo de piedra no tallado, pero Spike solo tenía ojos para el tesoro.

Se acercó lentamente a las joyas, que lo hipnotizaban con el brillo dorado y los colores brillantes de diamantes, rubíes y esmeraldas, que aumentaban su hambre como un banquete delante de él. Se arrojó rápidamente a la montaña de oro y comenzó a devorar toda piedra brillante que encontraba mientras nadaba literalmente en ese océano de riquezas. No se dio cuenta de la enormidad de lugar hasta que se paró sobre la montaña más alta que encontró para ver mejor el tesoro... su tesoro.

El mar de oro y joyas se extendían lo que parecían kilómetros a la redonda. Escaleras y túneles iban y venían y se perdían entre los montones de riquezas, pero Spike no estaba interesado en saber adónde iban. De hecho, no estaba pensando en nada en ese momento más que en el tesoro. Ya no se acordaba donde estaba la entrada por donde había venido ni le interesaba. Poco a poco, la ambición y avaricia se abrieron paso en el corazón del joven dragón, que comenzó a olvidar porque estaba allí, o por que debería regresar.

No fue hasta que estuvo completamente lleno y recostado, panza arriba sobre una pila de rubíes, y escuchara un estruendo en la cueva que hizo temblar todo el lugar, que recuperó los sentidos y comenzó a preguntarse qué estaba haciendo.

Miró a su alrededor y no vio nada más que oro y piedras, aunque pensó que estaba un poco mareado después de comer porque creyó ver que la montaña en donde estaba parado se movía. No tardó en darse cuenta, y aterrorizarse al confirmarlo, de que en realidad todo el tesoro alrededor suyo se movía.

Instintivamente saltó cuesta debajo de donde estaba y se dio vuelta. Definitivamente parte de la montaña de oro se movía, pero era como si una o varias cosas se movieran debajo del tesoro al mismo tiempo. Una de las partes se estiró lo suficiente para que de las monedas saliera a relucir una garra enorme con escamas color dorado.

My Little Dragon: La Aventura de SpikeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora